Las tres niñas: Margaretha, Märtha y Astrid (la chiquitita que aparece a la derecha).
Carl e Ingeborg podían permitirse el lujo de llevar una vida bastante apacible. Los padres de él, Oscar II y Sophie, todavía eran los soberanos en la época en que nacieron las niñas: de hecho, el abuelo rey sueco no fallecería hasta 1907, en tanto que la abuela (una dama extraordinariamente religiosa y caritativa, que había sobrellevado con cierta dignidad las infidelidades más o menos discretas del marido durante media vida) resistiría, pese a su frágil salud, hasta 1913.
El príncipe heredero, Gustav, hermano mayor de Carl, estaba casado con Victoria de Baden, con quien había tenido tres hijos varones: Gustav Adolf, Wihelm y Eric. Tras el menor de ellos, la línea sucesoria debería pasar al hermano que se encontraba, en orden de nacimiento, detrás de Gustav pero delante de Carl: Oscar. Pero Oscar había perdido sus derechos al contraer matrimonio con Ebba Munck af Fulkila: desde entonces, era simplemente "príncipe Bernadotte", un título de cortesía. Aún considerando la "deserción hacia el deber" de un Oscar perdidamente enamorado de su Ebba, Carl tenía por delante a su hermano Gustav y a sus tres sobrinos Gustav Adolf, Wilhelm y Eric. En conclusión: se encontraba en un discreto quinto puesto. Tenían que ocurrir demasiadas desgracias para que Carl e Ingeborg ascendiesen al trono, lo que les daba ocasión de participar sólo hasta cierto punto de tareas de representación, con un amplio margen para desenvolverse privadamente con sus hijas.
Sin embargo, hubo un momento "crítico" en 1905: hasta ese año, Suecia y Noruega habían conformado una unión de dos coronas en la persona de Oscar II. En 1905, Noruega decidió iniciar una andadura en solitario. Para Oscar II supuso una gran afrenta personal, que la reina Sophie, muy querida por los noruegos, había intentado en vano evitarle. Por tanto, Oscar II no se sintió nada halagado, sino que pensó que encima de burro apaleado, cuando los noruegos propusieron que su primer rey fuese el príncipe-duque Carl. Carl e Ingeborg hubieran aceptado por sentido del honor dinástico, pero no tenían en realidad un deseo ferviente de entronizarse en Oslo. Al final, todo quedó en agua de borrajas: los noruegos acabaron ofreciéndole su corona, paradójicamente, a otro Carl, Carl de Dinamarca, hermano de Ingeborg; éste adoptaría en adelante el nombre de Haakon y reinaría conjuntamente con su esposa inglesa, Maud.