Siempre se ha deseado obtener el don de la videncia, poder precipitarse a los acontecimientos, adivinar números premiados de lotería, dominar la curación, etc. Hace ya bastantes años que un siniestro señor afirmaba tenerlos, y no solo lo afirmaba, hubo muchos que confiaron en sus dones, alguna que otra testa coronada también. Pero ¿era un verdadero mago?, ¿un charlatán?....quien era en definitiva.
Hacia 1779, apareció por las calles de Estrasburgo un caballero de muy pequeña estatura, movimientos rápidos y ágiles. Su cara era redonda con grandes mofletes, su cabello espeso y muy negro como sus ojos. En conjunto su aspecto era bastante simpático y jovial. En cuanto a su forma de vestir, dicen que era muy vulgar.
Pues bien, este hombre que atendía al nombre de Conde Alessandro di Cagliostro , afirmaba ser un recién llegado de Rusia, y no contento con eso también contaba a quien quería oírle, que había conocido a la emperatriz Catalina II, ya que actuaba como médico para su hijo Pablo, el Zarevich. Sus técnicas de curación eran desde lo más usual como las tisanas purgativas, píldoras de trementina, gotas de elixir y vino de Egipto, hasta la imposición de sus milagrosas manos e invocaciones a Dios y a los ángeles, fundamental para la curación. Además atestiguaba ser descendiente de una noble y arruinada familia italiana , pero que fue abandonado a los pocos meses en Malta-esto explicaba su aristocrático nombre y su precaria vestimenta-. Igualmente era hombre de mundo, visitó lugares tan desconocidos-para la mayoría de sus contemporáneos- como Medina, La Meca y El Cairo. Aprendió las artes ocultas como la Cábala, etc..
Aunque en nuestra época la mayoría lo consideraríamos un charlatán, estafador, chalado, etc. En esta época tuvo una inmensa cantidad de adeptos importantes, que confiaban ciegamente en sus vaticinios.
Por ese tiempo el obispo de Estrasburgo era Louis René Éduard de Rohan, conocido ampliamente como cardenal de Rohan. Parece ser que el señor obispo padecía recurrentes ataques de asma, y no se recurrió a otro médico que al recién llegado de la corte de los zares, aquel afamadísimo sanador y adivino que a todo daba solución. Según parece, Cagliostro no decepcionó al cardenal, pues este sanó, y como recompensa obtuvo su entrada en la fama, o en la desgracia, según se mire, sobre todo desde que fuera conocido y solicitado en Versalles.