En ese escenario, Louise acabó de estropearlo todo cuando avistaron a lo lejos, en una amplia extensión de terreno situada cerca de la ciudad de Avesnes, el magnífico campamento militar de Luís XIV. La favorita hizo que su cochero azuzara a los caballos, para que su carroza adelantase a la de la reina. Quería llegar antes que María Teresa ante Luís, quizá para justificarse por estar allí cuando supuestamente tendría que haber permanecido en París. Luís XIV no guardaba respeto por la moral, pero, en cambio, resultaba que era extremadamente puntilloso en todo lo que se relacionaba con la etiqueta de Corte. Encontró intolerable que su amante se hubiese permitido adelantar a la carroza de la reina y no dudó en hacerlo claramente visible, con unas palabras de reprensión pronunciadas en un tono absolutamente gélido. Para la pobre Louise de La Vallière debió ser claro como el cristal que no había medido bien la jugada.
En esos días en Avesnes, Luís, que ya había dado por finiquito su amor aunque no aún su vinculación oficial con La Vallière, vió incrementarse su pasión por Madame de Montespan. Esta seguía sin ceder a sus galanteos: exhibía su viveza, daba pruebas cumplidas de su ingenio, pero guardaba sus sentimientos y su cuerpo. Por lo visto, Luís decidió forzar la mano: sabedor de que Madame de Montespan compartía aposentos con su prima Bonne de Pons, Madame de Heudicourt, había enviado mensaje a ésta para que abandonase la cámara en cuanto Athenaïs hubiese conciliado el sueño.
Inciso: ahora armaros de paciencia, que me encanta Bonne de Pons y tengo que poner no solamente un retrato de la época...
Bonne de Pons
...sino también una representación
modernísima de Bonne, obra inspirada de Sacha Goldberger!!
Obra de Sacha Goldberger.
Y vuelvo a la trama...tan feliz por haberos puesto un 2x1 de Bonne de Pons.
Bonne de Pons no era ninguna ingenua: ella misma estaba considerada una de las grandes beldades de la corte y dos años antes, había vivido una aventura de breve duración con Luís XIV, tras la cual, no habiendo cumplido aún los veintidós años, se había dado prisa en casarse con Michel Sublet, Marqués de Heudicourt, gracias a los buenos oficios del mariscal d´Albret. Como el Marqués de Heudicourt ocupaba un puesto destacado en la corte, en calidad de Grand Louvetier de Francia, Bonne, apodada por eso mismo la Grande Louve, disfrutó en delante de una situación destacada en aquel elitista círculo de caballeros y damas.
En la segunda parte de esa historia, Luís, disfrazado de guardia, accede a la alcoba en la que ya solamente duerme Athenaïs, ajena (o no…) al oportuno mutis por el foro de su prima Heudicourt. El asunto, cuando menos, suscita cierto rechazo instintivo: ¿sedujo Luís a Athenaïs?¿Se aprovechó Luís de Athenaïs tras haberla pillado por completa sorpresa en la soledad de la habitación? Fuese como fuese, Athenaïs era lo bastante lista para entender que, una vez que había pecado con el rey, había que sacar de aquello todas las ventajas posibles y más. No pensaba agachar la cabeza ni perder la ocasión de reemplazar a Louise de La Vallière en el papel de amante oficial de Su Majestad.
La primera señal clara de la determinación de Athenaïs consistió en su rechazo implacable a la idea de volver a cohabitar con el marqués de Montespan, quien, rápidamente advertido de la “seducción” de su esposa por parte de Luís XIV en Avesnes, le exigió que regresase de inmediato al hogar familiar. Athenaïs no estaba dispuesta, en absoluto, a ello y por lo visto buscó refugio temporal en casa de una amiga. En ese punto, la inmensa mayoría de los maridos hubiesen guardado un cuidadoso y prudente silencio, pero Montespan decidió sacar la cara públicamente por sí mismo haciendo todo el ruído posible. Ordenó decorar su carroza con cuernos, un símbolo claro de su situación, y no escatimaba críticas ni al rey ni a su mujer. Como era de esperar, propios y no tan propios le advirtieron de que le convenía aceptar la realidad y tratar de obtener ciertas prebendas a cambio de su discreción; pero el marqués no hizo el menor caso. Si bien a requerimiento de un capitán de la Guardia Real abandonó la capital, para reunirse ostensiblemente bajo un mismo techo en la Gascuña con sus pequeños hijos, siguió reprobando a Luís y a Athenaïs. En la segunda mitad de septiembre de 1668, Montespan consideró que ya se había aburrido de la Gascuña y mandó pintar en su carroza negra de enormes astas de ciervo, tan signo de cornudos como los cuernos en sí mismos, y así mismo, tan ricamente ataviado, se presentó ante la corte reunida en Saint Germain en Laye. La escena tuvo que resultar impresionante. Al rey, como es obvio, no le hizo ni pizca de gracia, pero la situación aún empeoró cuando Montespan le hizo frente y le llamó nada menos que “canaille”, canalla. Aquello no podía quedar impune: el marqués fue hecho prisionero y encerrado varios días en Fort l'Évêque, lugar bastante tenebroso. Luego, Louis tuvo a bien liberarle pero enviando orden de que se exiliase a la Guyena. El marqués seguía siendo un hombre de notable teatralidad en la expresión de su disgusto: no dudó en organizar un réquiem por su esposa, como si Athenaïs hubiese muerto, e incluso mandó preparar una curiosa tumba con la inscripción 1663-1667