‘Matilda’, el amor de juventud del zar, resiste el ataque ultraortodoxo
“Lo malo es ir al cine con miedo y haber llegado a una situación en la que ir a ver una película autorizada y conforme con la ley se convierte en un acto arriesgado”, dice el director de cine ruso Alexéi Uchítel (San Petersburgo, 1951) refiriéndose a las intimidaciones y amenazas sufridas por su filme Matilda, que aborda la relación juvenil entre Nikolái Alexándrovich Románov (1868-1918), antes de convertirse en el zar Nicolás II de Rusia, y Matilda Kshesinskaia (1872-1971), talentosa bailarina del teatro imperial.
En una entrevista con EL PAÍS, Uchítel, un experimentado cineasta de 66 años, habla de los problemas afrontados por su película, que se estrenará en Rusia el 26 de octubre y que ahora se exhibe con éxito en régimen de prueba ante diferentes audiencias y en diversos puntos de la geografía rusa.
Sectores cristianos ortodoxos radicales consideran que Matilda es ofensiva para la figura del zar, que fue canonizado por la Iglesia ortodoxa rusa como mártir junto con su esposa e hijos (asesinados todos ellos por los bolcheviques). Una entidad autodenominada El Estado Ortodoxo, la Santa Rusia amenazó con quemar los cines que se atrevieran a proyectarla; el estudio de Uchítel en San Petersburgo fue atacado con cócteles molotov, dos coches ardieron frente al despacho de su abogado, Konstantín Dobrinin, en Moscú, y un camión se lanzó contra un cine en Ekaterimburgo.
Pero la detractora más tenaz de Matilda es la diputada de la Duma Estatal (cámara baja del Parlamento ruso) Natalia Poklónskaya, del partido gubernamental Rusia Unida (RU). Esta exfiscal de la península de Crímea defiende obsesivamente a Nicolás II, pero niega su relación con los autores de las acciones violentas.
Uchítel dice "no estar de acuerdo" con la tesis de que el espacio creativo en Rusia se ha encogido por una menor tolerancia de las autoridades y la sociedad. "La situación es muy rara y me pregunto por qué, de repente, se producen tantas críticas y tantos cambios de posición sobre un proyecto que se inició hace más de cuatro años, cuyo rodaje ha durado más de un año y que ha tenido asesores eclesiásticos muy sólidos", señala. Concluye el director que "la Iglesia ortodoxa está intentando imponer su opinión a la gente, pero no es correcto afirmar que no se puede mostrar la vida de Nicolás II por tratarse de un santo. Nicolás II se convirtió en santo por su muerte como mártir. Tengo gran respeto por él y mi película ni deforma su vida ni la enseña de forma vulgar. No mostramos al zar, sino al entonces heredero del trono, que tenía derecho a enamorarse y, que entre el amor y el deber, eligió el deber", añade.
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