DISPUTA EN LA CORTE / FAMILIA DORIA PHAMPHILJ
GUERRA EN LA NOBLEZA POR UNOS HIJOS DE ALQUILER
Se convirtieron en hijos de la princesa Doria tras salir del hospicio. Ahora, la hermana no reconoce a los vástagos de su hermano por ser de una madre de encargo
IRENE HERNÁNDEZ VELASCO
Roma
Las familias felices son todas iguales; las familias infelices lo son cada una a su manera», sentencia la conocida frase con la que arranca Ana Karenina, la célebre novela de Leon Tolstoi. Un aforismo que parece especialmente cierto a la luz de la singularísima y feroz disputa que desde hace meses mantienen los muy aristócratas representantes de una de las más nobles y adineradas estirpes italianas, algo así como el equivalente trasalpino de la española Casa de Alba: los Doria Phamphilj.
Madres de alquiler, una pareja de homosexuales deseosos de tener descendencia, una princesa devotamente católica, dos niños traídos al mundo mediante técnicas de inseminación artificial y, sobre todo, una fabulosa fortuna que asciende a más de 1.000 millones de euros son algunos de los ingredientes del peculiar culebrón que está protagonizando este linaje de rancio abolengo, que hunde sus raíces en el siglo XV y que ha dado al mundo personajes tan ilustres como el Papa Inocencio X y el almirante Andrea Doria, que sirvió fielmente a Carlos V.
La bronca que está sacudiendo los cimientos de esa distinguida casa resulta extremadamente intrincada y compleja. Pero se puede resumir en una fatídica pregunta: la fabulosa fortuna familiar, que además de varios imponentes palacios en el centro de Roma y en Génova incluye una fabulosa colección de 650 obras de arte en la que no faltan los lienzos de Velázquez, de Caravaggio, de Tiziano y de Rubens, ¿debe pasar a manos de las cuatro hijas de la muy católica princesa Doria Pamphilj o a los dos vástagos de su hermano gay, concebidos mediante técnicas de reproducción asistida y recurriendo a madres de alquiler?
UNA FORTUNA EN JUEGO
Una cosa hay que reconocerle a los Doria Pamphilj: su absoluta discreción. Hasta el punto de que, a pesar de que hace ya un par de años que los dos representantes de esa casa batallan con uñas y dientes en los tribunales, sólo en los últimos días ha trascendido la noticia. Lo bueno es que no habrá que esperar mucho para conocer el desenlace de este folletín. La semana que viene, concretamente el miércoles día 21, se espera que la Justicia italiana dé a conocer su veredicto.
Pero la historia arranca en realidad en los años 60, cuando la princesa Orietta Pogson Doria Pamphilj y su marido, el plebeyo británico Frank Pogson, descubrieron que no podían tener hijos. Y decidieron adoptar.
Acudieron a un orfanato católico en Londres, donde la muy devota princesa Doria Pamphilj enseguida se encariñó con un crío de ricitos rubios que respondía al nombre de Archibald y que no tenía apellido. Decidió adoptarlo y lo rebautizó como Jonathan Paul. Un año después, fue una cría llamada Mary la que cautivó su corazón. También la convirtió en su hija adoptiva, dándole el nombre de Gesine en recuerdo de su madre.
Gesine y Jonathan crecieron como hermanos, correteando a sus anchas por las 1.000 habitaciones del Palacio Doria Pamphilij, levantado en el siglo XVI en el centro de Roma y donde se encuentra el museo que alberga la fabulosa pinacoteca familiar. Tuvieron nannies selectas, estudiaron en los mejores colegios… No les faltó de nada. Pero cuando se hicieron mayores, los dos hermanos tomaron caminos muy distintos.
Jonathan decidió hacer caso omiso de las convenciones y las hipocresías y, desafiando a la jet set romana, optó por ser honesto consigo mismo. Así que un buen día salió del armario y proclamó con la cabeza muy alta que era gay. Llegó incluso a participar en el desfile del Orgullo Gay en Génova, para escándalo de muchos miembros de la nobleza italiana. Y no sólo eso: desde hace varios años mantiene una relación estable con un brasileño que responde al nombre de Elson Edeno Braga. De hecho, y visto que en Italia las parejas gays no gozan de ningún tipo de reconocimiento, Jonathan aprovechó que tiene pasaporte inglés para inscribirse junto a Elson en el registro de uniones civiles de Gran Bretaña.
Gesine, sin embargo, está hecha de otra pasta. Los que la conocen aseguran que a sus 45 años es tan fervorosamente católica como lo era su madre. Además, y frente al gusto de su hermano por la buena vida y la mundanidad, ella es más austera y reservada. Vive en el campo, en Frosinone, donde acude a hacer la compra al supermercado con total naturalidad. De lo que no cabe duda es de que es mucho más conservadora que Jonathan, de 46 años.
Pero, a pesar de las diferencias, la relación entre ellos siempre había sido buena. La prueba es que cuando en diciembre de 2000 falleció su madre, la princesa Orietta Pogson Doria Pamphilj, los hermanos no tuvieron ninguna discrepancia respecto al reparto de la herencia. Como un perfecto caballero y una admirable dama se dividieron los 14 títulos nobiliarios y crearon entre los dos una fundación en la que registraron el Palacio de Génova lleno de frescos de Sebastiano del Piombo, el Palacio de Roma (que incluye 100 apartamentos y 50 locales y oficinas de alquiler), la casa de campo en Testa di Lepre, la colección de arte...
MADRES DE ALQUILER
Los problemas comenzaron hace cuatro años, cuando Jonathan y Elson decidieron tener descendencia. Para conseguirlo, optaron por recurrir a una madre de alquiler. Más complicado aún: lo que hicieron (en una clínica de Estados Unidos, porque en Italia está rigurosamente prohibido) fue fecundar el óvulo de una mujer con el esperma de Jonathan e implantarlo después en el útero de una madre de alquiler. De esa manera, el 12 de agosto de 2006 vino al mundo en Wichita, Kansas, hija de dos madres y del príncipe Doria Pamphilj una niña que fue llamada Emily. La pequeña tiene en la actualidad tres años.
Pero Jonathan y Elson querían la parejita. Así que, para asegurarse de que tendrían un descendiente varón, acudieron en 2007 a Ucrania. Allí, valiéndose de una técnica de preselección de sexo y siguiendo el mismo procedimiento que ya antes había puesto en marcha en Estados Unidos, cumplieron su sueño. Tuvieron a Filippo Andrea, que en la actualidad tiene un año.
Sin embargo, a Gesine, casada desde hace años con un también muy católico especialista en arte y madre de cuatro hijas (Anna, de 15 años; Elisa, de 14; Orienta, de 7, e Irene, de 5) no le hizo mucha gracia todo ese asunto. «No me parece bien recurrir a las madres de alquiler. La gente tiene derecho a tener hijos, pero los hijos también tienen derecho a tener padres», declaraba hace unos días, admitiendo que por ese motivo la relación con su hermano se ha «deteriorado» desde la llegada al mundo de Emily y Filippo Andrea y ha habido muchas «tensiones» entre ambos. Como tampoco le gustó nada el empeño de su hermano en criar a sus hijos sin referentes femeninos. Porque dicen que el equipo de miembros del servicio que se ocupa de Emily y de Filippo Andrea está integrado única y exclusivamente por varones…
Pero, más allá de los principios religiosos y morales, a Gesine también le preocupaba otra cosa mucho más material: el dinero. Porque la aparición de los dos hijos de Jonathan ponía patas arriba el futuro reparto de la herencia familiar, que hasta ese momento se daba por sentado que iba a ir a parar única y exclusivamente a manos de sus hijas.
Y no sólo eso. A Gesine sobre todo le espantaba la idea de que las dos madres de alquiler que llevaron en sus respectivos vientres a sus sobrinos pudieran presentarse un día en Roma y reclamar un pellizco de la fortuna de los Pamphilj. Le expuso sus dudas a Jonathan al respecto, pero éste no le hizo ni caso. Y entonces Gesine decidió acudir a los tribunales.
«Lo que le he pedido al Tribunal es que establezca si mi hermano es legalmente el padre de Emily y Filippo Andrea, visto que la legislación italiana establece que si una persona dona su esperma a alguien que no es su pareja no puede reclamar ningún derecho de paternidad», afirma Gesine.
«La legislación italiana también reconoce que la mujer que tiene un hijo mediante inseminación artificial no puede renunciar a su maternidad. Así que si las madres de alquiler que han traído al mundo a esos niños vinieran a Italia y decidieran que son sus madres, las cosas se pueden complicar mucho en términos de herencia y derechos. Con el añadido de que las madres de alquiler no hacen lo que hacen por motivos altruistas, sino por dinero. El suyo es un negocio lucrativo, así que es muy plausible que un día se dejen caer por aquí y reclamen su parte de la herencia», añade. El problema es que el proceso legal emprendido por Gesine no sólo afectará a la herencia de los Doria Pamphilj, sino sobre todo al destino de Emily y Filippo Andrea. Porque, en caso de que la próxima semana el Tribunal fallara que no pueden ser considerados legalmente como hijos de Jonathan, le podrían ser retirados y puestos en manos de una nueva familia de acogida o de un centro de menores.
«Espero poder salvaguardar el desarrollo y serenidad de mis hijos», asegura Jonathan al respecto en el único y brevísimo comunicado que ha emitido sobre el tema. «Los niños viven de manera regular con su padre, que es quien los está criando. No hay nada más que añadir excepto que me gustaría pedir a los medios de comunicación que esperen a la decisión del tribunal y que tengan en consideración que se trata de menores de edad».
EL PAPA QUE LES HIZO RICOS
INOCENCIO X. Si quiere hacerse una idea de lo inmensa que es la fortuna de los Doria Pamphilj sólo tiene que pasarse por la Via del Corso 305 en Roma y pagar nueve euros (cuatro en caso de que sea estudiante o jubilado). Eso es lo que cuesta acceder a la parte del Palacio de esta familia convertida en Museo, y en el que se exhiben algunas de las 650 obras que integran su colección de arte particular.
Además, y por el mismo precio, tendrá la posibilidad de visitar el palacio acompañado de un guía de excepción: Jonathan, el actual príncipe Doria Pamphilj. Al fin y al cabo es su voz la que, a través de los auriculares del autoguía, conduce a los visitantes por las suntuosas y muy barrocas estancias de este Palacio y explica los detalles de su colección de arte.
Una colección formada, entre otros, por cuadros de Tiziano, de Caravaggio, de Lotto, de Rubens, de Brughel el Viejo… Y, sobre todo, la gran joya de la casa: el retrato del Papa Inocencio X realizado por Velázquez y que tanto desagradó en su momento al Pontífice al no verse idealizado por el pincel del artista español. Sin embargo, y mal que le pese a Inocencio X (el gran responsable de la fortuna de los Doria Pamphilj), se trata de uno de los cuadros más admirados de la historia del arte y uno de los que con más fuerza ha influido en los pintores posteriores. Hasta el punto de que tres siglos después el británico Francis Bacon realizó varias interpretaciones del mismo. GUERRA EN LA NOBLEZA POR UNOS HIJOS DE ALQUILER / EL MUNDO 16/10/09
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