Otro culebron sobre el personaje:
Livia no fue "Madre de la Patria"
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Y sí, en cambio, hizo emperador a su hijo
Por ser la madre del emperador Tiberio Druso Claudio Nerón, habría de nombrársele "Madre de la Patria" y recibir en público honores extraordinarios por tal condición.
Sin embargo, su hijo, que había renunciado al título de emperador y "Padre de la Patria", no lo permitió, ni que así se la distinguiera y por ello no ser merecedora de ningún honor. Nerón la odiaba creyéndola rival que aspiraba a participar de su poder a pesar de que ella había influido en muchas de sus decisiones.
Su hijo le advirtió, con mucha frecuencia, "que no se mezclase en asuntos importantes que no convenían a las mujeres". Esto desde que en un incendio, cerca del templo de Vesta, la vio intervenir en medio del pueblo y de los soldados, y apresurar los auxilios del mismo.
Pronto, Nerón la rechazó y se separó completamente de ella por la siguiente causa: Livia le rogaba continuamente que inscribiera en las doctrinas a un hombre que había sido honrado ya con el derecho de ciudadanía y Nerón le dijo, al fin, que consentía con ello a condición de añadir en el texto del decreto de ciudadanía que "tal favor me lo ha arrancado mi madre".
Ofendida, Livia fue a buscar en el santuario consagrado a Augusto las antiguas cartas de este emperador en que hablaba explícita y francamente del "carácter duro y tiránico de Nerón", y enseguida volvió a leérselas.
Nerón, indignado, reclamó que aquellas cartas se hubiesen conservado y que Livia se las presentara, entonces la desterró a la isla de Capri.
En los tres años que todavía vivió Livia en Capri, Nerón sólo la vio una vez y no más de algunas horas. Después no se dignó a visitarla cuando estuvo enferma y después de su muerte se hizo esperar muchos días para los funerales a los que había prometido asistir. Tantos días transcurrieron que el cuerpo de su madre ya estaba en putrefacción cuando lo colocaron en la pira y se opuso a que se le decretaran los honores divinos con el pretexto de que "ella misma los prohibió".
Declaró nulo su testamento y poco después arruinó a todos sus amigos y protegidos, principalmente a aquellos a quienes ella al morir había encargado el cuidado de sus funerales.
DE UNA FAMILIA DE ORIGEN PLEBEYO
Livia Drusilla fue hija de Marco Livio Druso Claudiano, descendiente de la antigua familia romana plebeya Casa Claudia, que fue adoptado por "el desgraciado" tribuno del pueblo Marco Livio Druso, de la Casa Drusia, originariamente Casa Livia.
Marco Livio, tras el asesinato de Julio César, abrazó el partido de Bruto y Casio, dos de los ejecutores de César, y dada la batalla de Filipos se suicidó, a ejemplo de casi todos los jefes republicanos para librarse del furor de los triunviros: Marco Antonio, Lépido y Octavio, y Livia, junto con su marido Marco Tiberio Nerón y su hijo Tiberio Druso Claudio Nerón, se refugió en Grecia, donde permaneció durante el triunvirato tres años.
Al volver la paz y cambiar la situación, regresó a Roma encinta de Druso, llamado después "El Germánico", y el emperador Augusto se enamoró de ella y la constriñó a divorciarse, tomándola después por esposa.
Livia era muy hermosa, de tez blanca y sonrosada, con ojos azules debajo del brillante "arco negro que describen sus pobladas cejas", bien formada de cuerpo, vigorosa, graciosa, inteligente, enérgica y bondadosa.
DESPIERTA LA PASION DE AUGUSTO
Augusto tenía 25 años de edad, conoció a Livia y "hubo de experimentar un amor furioso por ella", la cual estaba casada, tenía un hijo y esperaba otro dentro de pocos meses de su legítimo esposo.
El divorcio y el matrimonio se llevaron a cabo con pleno consentimiento de las partes interesadas. Tiberio Nerón, hombre ya de edad avanzada, fue padrino de la boda y gustoso cedió su joven esposa a Augusto.
Al nacer el niño que esperaba Livia, fue mandado a su padre, con quien su hijo mayor ya vivía. Ambos, a la muerte de Tiberio Nerón, fueron adoptados por Augusto y Tiberio Nerón hijo, a la muerte de Augusto lo sucedió en sus cargos mediante la sagaz influencia de Livia y sus esfuerzos, "dando ello lugar a que la muerte sucesiva y sospechosa de cuantos pretendieron llegar al trono fuese atribuida a Livia, sin que existiese la menor prueba de ello".
El otro hijo, el predilecto, era Druso, que murió "como digno romano" en un campamento de Germania, tras de que, combatiendo con el enemigo, cayó de su caballo, accidente que le produjo la rotura de la pierna, por el muslo, sobreviviendo sólo 30 días a esta desgracia. Sus cenizas luego fueron depositadas en el mausoleo de Augusto y el Senado le dio el sobrenombre de "Germánico".
La familia de Livia y Augusto se integraba por Julia, la hija de Augusto con Escribonia, y de los hijos de Livia.
Augusto obligó a su hija Julia casarse con Agripa y de esta unión nacieron dos hijos que eran adorados por su abuelo.
Tiberio casó con Agripina, hija de Agripa y de su primera esposa, y Druso casó con la hija de Marco Antonio, que Augusto había adoptado después del trágico fin de Cleopatra y Marco Antonio.
Livia y Augusto no tuvieron hijos.
MUJER DE VOLUNTAD Y GRAN ESPIRITU HEREDADOS
Livia era bisnieta de Apio Claudio "El Ciego", y para dar ejemplo de que había heredado de él la voluntad, la obstinación y el espíritu del viejo censor, tejía la lana con las mujeres de la casa mientras Augusto educaba a Tiberio y Druso en otra habitación de la
modesta mansión que la familia ocupaba en el Palatino.
LA INSPIRADORA DE AUGUSTO
Augusto decretó la "lex Julia, de maritandis, con la cual trataba de resucitar la antigua moral republicana.
Los castigos contra el libertinaje y el adulterio, las multas a los solteros y a los matrimonios sin hijos figuran entre lo más importante de la legislación romana en los tiempos de Augusto.
Por otra parte, la ley otorgaba diversos derechos a los que tenían hijos a la vez que imponía restricciones civiles a los que se negaban a formar una familia, dando facilidades para concertar matrimonios aun contra la voluntad de los progenitores.
Paralela a esta ley, promulgó la "lex Julia, de coercendis adulteriiss". Esta ley tendía a restaurar costumbres bárbaras y patriarcales, completamente anacrónicas.
El marido tenía derecho a matar al amante de la esposa y aun a la esposa si los sorprendía haciéndolo en la propia casa.
Si el esposo o el padre renunciaban a este derecho, después de 60 días cualquier ciudadano romano extraño a la familia podía acusar a los adúlteros.
A la contra, la mujer no tenían ningún derecho sobre los hombres, aunque cometieran adulterio.
Las penas impuestas eran el destierro, confiscación de los bienes e imposibilidad de contraer nuevo matrimonio.
Las penas por ejercer lenocinio y estrupo, y las mil maneras de encubrir los delitos eran severas. No así la prostitución, que podía ejercerse libremente, castigando, esto sí, la explotación de las rameras y prostitutos por otros.
Esta ley la concibieron juntos Augusto y Livia, quien no consiguió para las mujeres el mismo derecho que tenían los hombres porque Augusto "se cubría las espaldas y además siempre podía castigar a Livia si le era infiel".
Augusto era un infiel contumaz y tenía varias amantes, situación que era pública y que, como era habitual, era consentida por todos, incluyendo a Livia.
EL TESTAMENTO DE AUGUSTO
Augusto hizo su testamento el 21 de abril, un año y cuatro meses antes de su muerte. A lo que antes había dispuesto, añadió dos codicilos escritos en parte de su puño y letra, y en parte de sus libertos Polibio e Hilarión.
El testamento fue depositado en el Colegio de las Vestales y, a su muerte, las vestales lo presentaron ante el Senado en tres cuadernos con idénticos sellos.
Se abrió en el Senado y se le dio lectura. En él, Augusto nombra como principales herederos a Livia y Tiberio, a ella le otorga un tercio de sus bienes y, al hijo de ella, la mitad más un sexto, disponiendo que llevaran su nombre.
A falta de éstos, sería Druso quien recibiría un tercio, y a Germánico y sus tres hijos un sexto. Por último nombraba en tercer lugar a considerable número de parientes y amigos.
Al pueblo romano legaba 40 millones de sestercios; a cada soldado de la guardia pretoriana, mil sestercios; a las cohortes urbanas, 500, y a los legionarios 300, a cada uno de los miembros de esas milicias.
Estas cantidades "deben ser pagadas en el acto, ya que están reservadas en el Tesoro Imperial".
Nombraba sólo a las dos Julias, su hija y su nieta, para "prohibir que las sepulten conmigo en la misma tumba".
Añadió, asimismo, los nombres de los libertos y esclavos a quienes podía pedirse cuentas.
Estas eran las principales instrucciones en el testamento, agregando otras sobre las gastos para sus funerales, una biografía sumaria de su vida y obra, y el estado en que se encontraba el Imperio en esos momentos y los recursos con que disponía el tesoro del emperador y en las cajas del Estado.
LIVIA INFLUYE EN AUGUSTO, QUIEN NOMBRA SUCESOR A TIBERIO
En los días en que Augusto comenzó a redactar y dictar su testamento, Livia influyó para que el moribundo nombrara a Tiberio Nerón su sucesor, aunque Druso era su predilecto.
Cuando ya estaba Augusto muy quebrantado, pero respirando aún, se apersonó Tiberio, quien permaneció con Augusto encerrado todo el día.
Después de aquella conferencia secreta, los esclavos de servicio oyeron que Augusto exclamaba: "¡Desgraciado pueblo romano que va a ser presa de tan lentas mandíbulas!", y lo dicho, de inmediato se lo informaron a Livia.
Livia, quien entró a la habitación a la salida de Tiberio, parlamentó con Augusto, también en secreto.
La muerte de Augusto fue tranquila. Había mandado retirarse a todos, excepto a Livia, y expiró de súbito en sus brazos, diciéndole: "Livia, vive y recuerda nuestra misión; adiós".
De inmediato, Livia ordenó la muerte de Agripa, sin hacérselo saber a Tiberio, para evitar las turbulencias que podrían producirse tras la muerte de Augusto.
Marco Vespasiano Agripa era general al servicio de Augusto, había derrotado a los pompeyanos y vencido a Marco Antonio en Accio, y aspiraba a alcanzar la mejor situación al lado de Druso, ya que desconfiaba de Tiberio.
Muerto Augusto, y en virtud del derecho que le confería el poder tribunicio, Tiberio convocó al Senado y empezó un discurso, pero de pronto se detuvo "como ahogado por los sollozos".
De inmediato fue presentado el testamento de Augusto al que se acercaron los senadores que lo habían firmado para comprobar que la firma era de Augusto.
Un liberto leyó el testamento que comenzaba así: "Habiéndome arrebatado la adversa fortuna a mis hijos Cayo y Lucio, nombro a Tiberio César mi heredero por una mitad más el sexto".
El Senado interpretó estas palabras como la confirmación de que había nombrado a Tiberio su sucesor "más por necesidad que por gusto, pues se abstenía de decirlo claramente".
Aunque Tiberio no vaciló un momento en apoderarse del mando y ejercerlo; aunque tenía ya a su alrededor, con nutrida guardia, el aparato del honor y de la fuerza, rehusó asumir el cargo, llevando a cabo "una imprudentísima comedia".
Finalmente, tras hacerse del rogar, aceptó el mando: "Obligado, lamentándome de la miserable y onerosa servidumbre que se me impone y reservándome como condición la esperanza de dimitir algún día: Esperaré el momento en que juzguéis conceder algún descanso a mi vejez".
LIVIA SE APARTA DEL PODER
Ya Tiberio Nerón en el trono, Livia, al no poder dominar a su hijo, estuvo en constante lucha con él y estas discusiones fueron una de las causas de que Tiberio, que no se atrevió a rebelarse contra ella, le recomendó retirarse de Roma y ella eligió desterrarse a Capri, una de sus residencias favoritas y al hermoso palacio que Augusto poseía y que él le había heredado.
Livia nació en el año 56 antes de Cristo y murió el año 29 de nuestra era.