Lució el aderezo de zafiros Leuchtenberg. La tiara, con once zafiros, es una pieza antiquísima, nada menos que de la época napoleónica. Llegó a Suecia a través de Josefina de Leuchtenberg, esposa del Rey Oscar I. La Reina Josefina era hija de Eugenio de Beauharnais, Duque de Leuchtenberg y de la Princesa Augusta de Baviera. Era, pues, nieta de la Emperatriz Josefina de Francia -consorte de Napoleón Bonaparte- por parte paterna y del Rey Maximiliano I de Baviera por parte materna.
La Reina Josefina con la tiaraLos Bonaparte y sus lugartenientes amasaron una gran cantidad de joyas y piedras preciosas que fueron recalando por las Cortes europeas que ocuparon. Pocas han llegado hasta nuestros días, pero precisamente los Bernadotte, dinastía fundada tras la caída del Imperio napoleónico, son los que más piezas conservan. La colección real atesora unos retratos de la Reina Josefina con la tiara rematada con perlas. Lo que indica que, en el pasado, los zafiros podían ser retirados y ser sustituidos por estas gemas. Actualmente ya no es posible hacerlo, pues los zafiros están soldados, pero sí se conservan las perlas que son lucidas como pendientes. Junto a la tiara encontramos un aderezo completo que consiste en un par de pendientes, collar, broche y dos horquillas.
Los zafiros tienen su historia. En una carta fechada en Múnich el 23 de febrero de 1811, Augusta de Baviera le cuenta a su hermano, el Príncipe Luis, que tras el alumbramiento de su hijo Augusto había recibido un lote de zafiros y diamantes de su suegra, la Emperatriz Josefina. Al ser Augusta y Eugenio los padres de la Reina Josefina, los historiadores y maestros joyeros de la Corte sueca creen que es posible suponer que ésta última recibiera ese mismo lote como regalo de bodas y que llegara a Suecia en 1823.
La Reina Victoria con el collarCuando Josefina falleció en 1876, su hijo, el Rey Óscar II, heredó el aderezo. Los zafiros continuaron en la rama principal cuando él mismo se los regaló a la esposa de su hijo y heredero Gustavo, la Princesa Victoria de Baden. Cabe señalar que el aderezo que tanto utilizó Victoria no tenía pendientes. Si existían algunos, se perdieron. Victoria ni siquiera tenía perforadas las orejas, algo que creía indecente. Los actuales pendientes, los mismos que llevó Sibila, son en realidad dos horquillas del total de cuatro que tenía el aderezo. La Reina Luisa, mujer del Rey Gustavo VI Adolfo de Suecia, fue quien mandó convertirlas.
La Reina Luisa con el aderezo