Asistamos ahora a una triste historia. Que las joyas familiares abandonen una dinastía, es una tragedia. Que una joya histórica sea desmontada sin siquiera abandonar la familia, es un crimen. Y eso mismo es lo que sucedió con el aderezo de zafiros que lució Marina, una de las tres hermanas Fabergé.
Este conjunto era doblemente histórico. De principios del siglo XIX, nada menos, provenía de la Princesa Augusta de Hesse-Kassel, casada con el Príncipe Adolfo, Duque de Cambridge. Adolfo formaba parte de la extensa prole traída al mundo por el Rey Jorge III de Gran Bretaña y su Reina Carlota. Augusta tenía un joyero con piezas exquisitas que hoy en día conserva la dinastía Windsor.
Augusta, Gran Duquesa de Mecklemburgo-StrelitzEntre los tres hijos de aquellos Cambridge, hubo dos hijas: Augusta y María Adelaida. La Princesa Augusta recibió el aderezo de zafiros de su madre al casarse con Federico Guillermo, Gran Duque de Mecklemburgo-Strelitz en 1843. Las joyas vivieron un impasse germano hasta regresar de nuevo a tierras británicas en 1916. Sorprendentemente -o no, dado el carácter que gastaba- y a pesar de tener hijos y nietos suficientes, Augusta legó el aderezo de zafiros a su sobrina carnal, la ya Reina María de Gran Bretaña. Ésta era hija de su hermana María Adelaida, conocida cariñosamente como "Fat Mary". María tenía una relación muy estrecha con su tía Augusta y admiraba con fruición su colección de joyas. Tanto es así que mandó replicar la tiara de perlas conocida como
Lover's Knot que hoy suele lucir otra Duquesa de Cambridge.
La Reina María con el aderezo, Royal CollectionAquí comienza la segunda parte de la historia. De una Duquesa de Cambridge y una Duquesa de Mecklemburgo-Strelitz, el aderezo pasó a una Reina británica, lo que no es moco de pavo. Aun así, poco se pudo ver a la Reina María con los zafiros de su tía. Mujer generosa con sus nueras, las dejó a todas bien preparadas con aderezos completos. En 1934 se lo obsequió a su nuera, la Princesa Marina de Grecia y Dinamarca. Marina se casó con el Príncipe Jorge, Duque de Kent y fue quien los lució con mayor esplendor. Consistía en una tiara, un par de pendientes, un collar, dos pulseras gruesas y tres broches de zafiros y diamantes. La Duquesa de Kent solía jugar con el largo del collar, muy distinto al que solía lucir su suegra, y con las pulseras, utilizando una de ellas como prolongación trasera de la tiara.
La Princesa Marina, Duquesa de Kent con el collar, los pendientes y el broche más grandeY aquí empieza la tragedia y el crimen de estas históricas piezas. Cuando Marina fallece en 1968, algo más de un año después de asistir a la boda danesa, el aderezo es heredado por su hijo Eduardo, actual Duque de Kent. Debido a una falta de liquidez por cuestiones impositivas, Eduardo decidió vender la tiara. Pero no solo se desprendió de una pieza histórica por necesidad, sino que desmontó gran parte de lo que quedó del aderezo para crear otra tiara, si puede llamarse así. Sobre una simple base de felpa, montaron cinco rosetones de zafiros y diamantes provenientes del collar. Esta sería la actual pieza principal de la escabechina.