Por las víctimas del Covd-19, por nuestros seres queridos que se han ido, en este día especialmente dedicado a ellos.
Missa Solemnis (Beethoven)
La Missa solemnis en re mayor, op. 123 fue compuesta por Ludwig van Beethoven entre 1819 y 1823. Escrita casi al mismo tiempo que su Novena sinfonía, es el segundo arreglo de misa de Beethoven después de la Misa en do mayor, op. 86. La obra está dedicada al Archiduque Rudolf de Austria, nombrado en esa época arzobispo de Olomouc.1Su estreno tuvo lugar el 7 de mayo de 1824 en San Petersburgo, bajo los auspicios del mecenas de Beethoven príncipe Nikolai Galitzin. El propio compositor dirigió el 7 de mayo de 1824 en Viena una interpretación incompleta que incluyó Kyrie, Credo y Agnus Dei.3
En general se considera uno de los mayores logros del compositor. Junto con la Misa en si menor de Bach, Gran misa en do menor y el Réquiem son las misas más significativas del período de la práctica común. El director Wilhelm Furtwängler retiró esta obra de su repertorio, pues dijo ser incapaz de obtener un resultado que hiciera justicia al mensaje y a la grandeza de la que consideraba la mejor obra de Beethoven.4
Estructura:
2.1.1 I. Kyrie
2.1.2 II. Gloria
2.1.3 III. Credo
2.1.4 IV. Sanctus
2.1.5 V. Agnus Dei
Composición
La misa fue concebida para la investidura como arzobispo de Olomouc del Archiduque Rudolf de Austria, que era hijo del emperador Leopoldo II y alumno excepcionalmente aplicado de Beethoven en composición y piano. Beethoven comenzó a componer su Missa Solemnis en 1818, a los 48 años, cuando su sordera era casi total y su soledad cada vez mayor. La pieza es contemporánea de la Sonata Hammerklavier, la Novena sinfonía y las últimas tres sonatas para piano. Conforme a Bruno Walter, esta es una época de excepcional gravedad en la que el compositor alemán se ve absorbido en las profundidades y abismos de su propio ser. Por eso no es de extrañar que su Missa Solemnis sea una de las obras con mayor urgencia, donde, como el mismo compositor quería, la música deja de ser absoluta y se convierte en un vehículo para expresar cualidades y preocupaciones humanas. Esas preocupaciones, en el caso del Beethoven de esos años, tienen que ver con la conciencia que cualquier ser tiene del dolor en el mundo y su contraposición con la idea cristiana de Dios como amor perfecto. El dilema religioso de Beethoven refleja la preocupación de un creyente verdadero, aunque no ortodoxo. Educado en la fe católica, nunca fue asiduo asistente de ningún templo. Su cristianismo se encuentra impregnado de masonería y deísmo.
Conocía las publicaciones periódicas del orientalista Joseph von Hammer-Purgstall y entre sus manuscritos se encontraron traducciones y adaptaciones parciales de los Upanishads y del Bhagavad Gita.