Unas imágenes de Elena, que no todo va a ser texto:
A su muerte, la zarina María Feodorovna había "legado" a su sobrina-nieta y nuera Elena algunas de sus instituciones predilectas, como el Hospital Mariinsky para Pobres o la "Partería", nombre popular que se daba al Instituto Imperial de Obstetricia. María había sido una mujer con una fuerte inclinación hacia determinadas causas sociales y esperaba estar entregando un relevo a alguien capaz de mantener sus proyectos e incluso seguir desarrollándolos. No se equivocó al confiar en Elena. Como luego veremos, al pasar el tiempo las actividades filantrópicas de Elena se multiplicaron por mil. No se limitó a ejercer de patrona de las instituciones heredadas de la suegra, ni mucho menos.
Elena era una anfitriona que se inspiraba en gran medida en los reputados salones parisinos, que ella había conocido en primera persona. Desempeñaba su papel de anfitriona en el palacio Mikhailovsky de San Petersburgo, en su residencia de Moscú y también en el palacio Pavlovks, que María Feodorovna había tenido a bien legar a su hijo Mikhail. Años después de su estancia en París, Elena seguía escribiéndose regularmente con su amigo el barón de Cuvier. Recibía asiduamente a famosos autores, desde un Pushkin con quien debatió apasionadamente acerca de Pugachev y que le dedicó un elogioso poema hasta Nikolai Gógol o un Turgènev. El poeta Odoevsky era uno de sus protegidos, pero también patrocinó generosamente al tenor Nilsky o al pianista Rubinstein, por ejemplo, y al cirujano Pirogov. Todo le resultaba interesante: el viajero francés de Custine se quedó pasmado ante su dominio de la literatura francesa contemporánea al visitarla en San Petersburgo, y es famosa la anécdota de que el zar Nicolás I solía afirmar, en presencia de quienes quisieran ponerle al corriente de cualquier novedad científica o tecnológica:
"Elena es la científica de nuestra familia" -invitándoles así a compartir los recientes descubrimientos o las publicaciones en curso con su cuñada-. Así, el agrónomo Lode y el experto en silvicultura Peterson le impartieron auténticas conferencias personalizadas sobre las materias, que ella seguía sin perderse ni ripio; también el entomólogo Brandt o el historiador Arsenyev.
Todo ese riquísimo mundo intelectual no podía compartirlo con Mikhail. Lo único que quizá pudo interesarle a él habrá sido lo que Elena haya podido contarle tras las extensas conversaciones con el crack de la estadística militar Milyutin.
Porque Mikhail, queridos y queridas...
...seguía volcado en sus funciones de comandante. Era un comandante estricto y severo, al punto de que muchos de sus hombres afirmaban que les temblaban las canillas ante una mirada inquisitiva de Mikhail más de lo que les hubiesen temblado en presencia del mismísimo zar de hierro Nicolás I. No obstante, no le faltaban compasión ni generosidad. Existe una historia curiosa, de un alto oficial de su regimiento que se había dedicado al juego compulsivamente y se había visto atrapado en una espiral de deudas, por lo que, para salir del paso, había echado mano del dinero de la caja común de su regimiento, una malversación de caudales públicos en toda regla; en determinado momento, el hombre, temiendo que una próxima inspección le dejase expuesto a ojos de todos, había acudido desesperado a Bibikov, el leal
aide-de-camp del gran duque Mikhail. A Bibikov se le pusieron los pelos de punta con la historia que le relataba, entre temblores, aquel desgraciado oficial ludópata, pero, armándose de valor, buscó el momento para contarle a Mikhail lo que acontecía sin facilitar nombres. Mikhail escuchó con atención, sin perder su habitual gesto serio e incluso un poco torvo; cuando Bibikov hubo terminado, se acercó a una mesa, abrió un cajón, extrajo un enorme fajo de rublos y se lo entregó a su ayudante:
-Dásela y que reponga el dinero de la caja común.-dijo, secamente-
Pero no me digas su nombre y que yo nunca me entere, porque tendría que llevarle a juicio por esto. Digamos que le ayudo a nivel personal, no como su comandante.