Un "detalle" nada banal: nuestro amigo Mazarino era "muy italiano" en su concepto de familia. La familia poseía una enorme significación, la familia representaba un pilar fundamental en la vida y el triunfo de cada individuo debía contribuír a la prosperidad general de todos los que compartían estirpe. Por eso, Mazarino estaba constantemente pendiente de sus hermanas Laura Margherita y Girolama.
A partir de 1647, Mazarino, tan encumbrado, requirió que Laura Margherita y Girolama se trasladasen a París, dónde él proveería el futuro de sus sobrinas y de su sobrino. Aquel elenco de niñas -las dos de Laura Margherita, las cinco de Girolama- podrían aspirar, merced a la posición inigualable de su tío Mazarino, a matrimonios mejores que los que habían hecho sus respectivas madres. En cuanto a los niños, siendo ambos potenciales herederos varones del linaje Mazarino, se trazarían, por supuesto, planes ambiciosos. Mazarino tenía todo calculado, no tenía intención de desaprovechar ninguna baza en su propia partida de naipes.
Y una vez contado todo esto...
...vamos a recuperar a nuestro personaje central: María, o Marie, Mancini.
Nuestra María había nacido el 28 de agosto de 1640 en la Ciudad Eterna. Por entonces, su hermana Laura Vittoria contaba diez años, su prima Anna María frisaba en los nueve años, su hermana Olimpia acababa de cumplir dos años y su prima Laura Margherita superaba en poco el año de edad. En resumidas cuentas, nuestra María fue la quinta si consideramos todo ese elenco de sobrinas del cardenal italiano que en Francia denominarían, con cierto retintín, "las Mazarinettes".
Resultó que el barón Lorenzo Mancini (de nombre completo Michele Lorenzo Mancini, hijo de Paolo Lucio Mancini y de Vittoria Capocci) era, además de aristocrático poseedor de un viejo palazzo situado entre la plaza de los Santos Apóstoles y la calle del Corso, un notable astrólogo y nigromante. En esa época, queridos y queridas, lo de dedicarse a trazar horóscopos y profetizar el futuro daba mucho caché social. Cuando Girolama dió a luz a María, su cuarto retoño en común después de Paolo Giulio, Laura Vittoria y Olimpia, Lorenzo Mancini se apresuró en preparar una carta astral para la criatura que le dejó hondamente preocupado. La posición de los planetas no permitía pronosticar una existencia feliz, pero, peor aún, vaticinaba que esa criatura berreante en su cuna causaría serios problemas a la familia. Y, recordad, la familia...es la familia, por encima incluso de cada uno de sus miembros.
Girolama fue conocedora del nada alentador horóscopo de María. Posiblemente, en ese momento tampoco le daría excesiva importancia, porque tenía que ocuparse ya de gestionar una casa y una progenie en constante aumento. Justo después de María, nació Filippo Giulio y, a continuación, hubo tres hijos consecutivos nacidos para morir en la niñez: Margherita, Lorenzo y Alfonso. La racha se rompe con la llegada al mundo de Hortensia, que debía su nombre a su famosa abuela materna. Entre Hortensia y la benjamina Marianna, hubo una efímera Anna. Subida a ese carrusel reproductivo, siempre entre embarazos y partos, parece obvio que Girolama pocas veces se acordaría de las profecías inquietantes relativas a María.
Las Mazarinettes irían llegando a Francia en distintas tandas, cuando tenían entre siete y trece años de edad. Las primeras en hacer acto de presencia en París fueron Anna María Martinozzi y sus primas Laura Vittoria y Olimpia Mancini: esas tres muchachitas aparecieron en la capital el 11 de septiembre del año 1647, recibiendo de inmediato la protección afectuosa de la reina regente Ana de Austria (sigue abierta a conjeturas, por cierto, la naturaleza exacta de su relación con el cardenal Mazarino). Transcurrieron más de seis años hasta que, a principios de 1654, se unió una nueva remesa de sobrinas italianas formada por Laura Margherita Martinozzi y sus primas María y Hortensia Mancini. La menor del clan, Marianna Mancini, no se añadiría al conjunto hasta el 11 de septiembre del año 1655.
En la primera remesa, que no incluía a nuestra protagonista, la mayor era Laura Vittoria Mancini, de once años en ese momento concreto; Anna María Martinozzi tenía diez años y Olimpia Mancini frisaba en los nueve años. Enseguida, Mazarino empezó a analizar posibles matrimonios adecuados empezando por la mayor, Laura Vittoria Mancini.
Laura Vittoria Mancini.
Estamos, yendo muy al meollo de la cuestión, en años agitados, años turbulentos, en los que la reina regente tiene que pasarlas canutas con sus dos hijos, el rey niño y su hermano monsieur el duque de Anjou, para asentar la autoridad sobre un buen hatajo de príncipes de la sangre que disputan constantemente por el poder. Mazarino, el todopoderoso Mazarino, es la pieza a abatir por parte de la Fronda de los Príncipes, aquella liga de rebeldes contumaces. Las cosas se ponen feas con pasmosa regularidad, y más de una vez Mazarino debe poner pies en polvorosa, pero siempre acaba retornando sobre sus pasos habiéndose impuesto al nutrido elenco de adversarios.
Tened esto en cuenta...porque es importante. Aquello no es, para nada, una balsa de aceite. Aquello es una turbamulta cada dos por tres y cada tres por cuatro. Así, grosso
modo.
En un determinado instante, Mazarino busca congraciarse con uno de sus rivales más encarnizados: César, duque de Vendôme.
César de Vendôme.
César había nacido para la gloria, o al menos eso esperaba, al alumbrarle, su madre Gabrielle d´Estrées, amante muy querida del rey Henri IV, el primer rey Borbón, el Vert Galant de tantas aventuras. Gabrielle d´Estrées había muerto, muy oportunamente, cuando Henri IV, ya anulado su matrimonio con Marguerite de Valois, estaba a punto de casarse con ella. César de Vendôme nunca había olvidado ni había permitido que nadie olvidase que era un hijo reconocido de Henri IV, tío carnal de Luís XIII y tío abuelo del rey niño Luís XIV.
En su juventud, había hecho lo que se diría una excelente boda, con una mujer de linaje adecuado y heredera de una enorme fortuna: Françoise de Lorraine, condesa de Penthièvre, hija del duque de Mercoeur y sobrina de Louise de Lorraine, la reina viuda de Henri III, el último monarca Valois. César de Vendôme era muy probablemente homosexual, pero ese casamiento con la riquísima Françoise representaba un éxito que no se podía dejar escapar. Entre 1612 y 1616, Françoise cumplió con su deber de proporcionar retoños a la casa ducal de Vendôme: tuvo primeramente a Louis, después a Elisabeth y finalmente a François. Louis sería duque de Mercoeur, hasta que heredase a su padre, y François, por su parte, llegaría a hacerse archifamoso como duque de Beaufort.
Para congraciarse con César de Vendôme, con quien había vivido un verdadero conflicto, Mazarino propuso la boda entre el primogénito de Vendôme, Louis duque de Mercoeur, y su sobrina Laura Vittoria Mancini.
Louis duque de Mercoeur.
A fín de preparar el terreno, Mazarino había otorgado al (poco fiable en general) César de Vendôme el título de gobernador de la Bretaña. Cuando se empezó a tratar de un eventual casamiento de Mercoeur con Laura Vittoria, Mazarino era consciente de que su sobrina, simple hija de un barón romano, representaba desde el punto de vista genealógico un bocado pequeño para el heredero de César y Françoise. Pero Mazarino podía asegurar una dote principesca a la muchacha...y sugerir que haría al marido nada menos que gobernador de la Provenza. Con esos alicientes, el parentesco con Mazarino, que además complacería a la reina Ana de Austria, resultaba perfectamente digerible para los Vendôme.
Por añadidura, ocurrió una cosa poco corriente: cuando se encontraron en lal corte, Louis de Mercoeur y Laura Vittoria Mancini se gustaron. Él era apuesto y ella bastante bonita, así que formaban una linda pareja que además se caía en gracia. Eso adquirió particular relevancia cuando, en uno de aquellos altibajos de fortuna, Mazarino, para salvarse de otra algarada de príncipes de la sangre, tuvo que largarse apresuradamente, llevando consigo a sus sobrinas porque no era cosa de dejarlas atrás. Buscaron un refugio seguro en la ciudad de Brühl, situada actualmente entre Bonn y Colonia, en Renania del Norte-Westfalia. Louis de Mercoeur tuvo suficiente espíritu y lealtad como para apresurase a viajar a Brühl, algo que complació enormemente a Mazarino. Allí, en la capilla de la fortaleza, el nieto del rey Henri IV contrajo matrimonio con la nieta de Pietro Mazzarini.
Laura Mancini duquesa de Mercoeur.
Laura Mancini sabía mostrar la suficiente finura de espíritu y
modales como para haberse ganado la simpatía de Ana de Austria, y también se ganó la de su piadosa suegra Françoise de Lorraine. La nueva duquesa de Mercoeur enseguida acompañaría a su esposo Louis a Provenza, para que éste se hiciese cargo del gobierno de aquella estratégica región. Cuando no estaba en Provenza, podía encontrársela a menudo en la corte junto a la soberana o en el château d´Anet, antaño residencia favorita de Diana de Poitiers, que era un lugar de retiro predilecto de Françoise duquesa de Vendôme. El primer hijo de Laura Mancini fue Louis-Joseph, nacido en París el 1 de julio de 1654: aunque entonces no lo sabían, ese niño, ya adulto, sería "le Grand Vendôme". En agosto de 1655 nacería otro hijo, Philippe de Vendôme, y posteriormente, en 1657, se cerraría la cuenta con el nacimiento de Jules César, que moririría en la niñez, con tres años.
Tras la boda de Laura Vittoria Mancini, la siguiente que arregló Mazarino fue la de la prima de éste, Anna-María Martinozzi, en febrero de 1654, precisamente cinco meses antes de que la duquesa de Mercoeur diese a luz a su muy celebrado primogénito. Para Anna-María Martinozzi...
Anna-María Martinozzi.
...el cardenal Mazarino eligió a un extremadamente orgulloso príncipe de la sangre, Armando de Borbón-Conti, príncipe de Conti. La participación de Armando de Contí en la Fronda le había obligado a exiliarse en Pézenas, en la Occitania, a dónde tardaban bastante en llegar los ecos de París. Allí, un hombre tan susceptible respecto a su propia posición como él era se aburría y sentía que se le escapaba la vida entre los dedos. Por suerte, estaba soltero, ya que, un tiempo atrás, su hermano mayor, jefe de familia, le había prohibido casarse con Charlotte de Lorraine, la hija de la controvertida duquesa de Chevreuse, confidente de Ana de Austria.
El precio de poder retornar a la corte, y con honores, consistía en casarse con Anna-María Martinozzi, sobrina de Mazarino. Bien pensado, se podía pagar ese precio. Anna-María era una prima carnal de la flamante duquesa de Mercoeur, un punto a favor, y además Mazarino prometía para ella la fabulosa cantidad de 60.000 libras de dote.