Espera que hay más.
Después de los hechos narrados, pues seguí avanzando. Supuse que sería un
faux paux de esos en los que una va con prisas, quiere verse mona porque el vestido es una pasada, que para algo lo han trabajado las maravillosas señoras de la Rue Cambon, pero en los que el personal de
palais de más confianza no ayuda, te odia. Te odia porque te deja salir así por la puerta de palacio y pasar frente a la estatua de Francesco Grimaldi
il Malizia. Motivos provocación suficiente para que éste se revuelva en su sitio y piense que para qué conquistó él la fortaleza, vestido de monje franciscano, matando a todo ser viviente que encontraba y fundó la dinastía de los Grimaldi, si luego sus miembros hacían cosas como estas y encima se presentaban sin tiaras...
Pues no fue un
faux paux de esos. Llegué a 2001, al 19 de noviembre, el Día Nacional de la Roca, en la misma ópera y me encontré con esto.

El té Twinings con leche que me estaba tomando me supo más amargo que el día en el que, todavía albergando algo de esperanza, me dijeron que los reyes eran los padres.
Si algún quisquilloso viene advirtiendo que la foto muestra otro disgusto más, que las bandas no se pueden poner sobre hombros desnudos, ta, ta, ta... De eso sí que se libra. No es cierto, se puede, pero en España nuestras damas reales las introducen por dentro (no es necesario cortar, ni descoser). Cierta pacatería de la monarquía española.
Spain is different.
Bien, llegados a este punto, no vale echarle las culpas a Ernesto Augusto y sus malas influencias, pues el tipo será lo que quiera, pero tiene porte elegante, las condecoraciones no están nada mal y se esmeraba en encontrar un buen sastre. Así que con más temor en mi cuerpo que pasar una noche de tormenta en el Castillo de Bran de los hijos de Ileana de Rumanía, y encontrarme a Radu por los pasillos en mitad de la búsqueda de un aseo, seguí para adelante. Me planté en 2002. No podía ser que Carolina sucumbiera, que se pegara una leche condecoril año tras año, a la tercera iba la vencida. Debía ser así sobre todo porque a una madre siempre hay que hacerle caso, es el ejemplo a seguir y uno de los salones principales de palacio está presidido por la gran Grace, retratada por Ralph Wolfe Cowan. Pasas por allí y la ves, de blanco, impecable, con su banda y placa de la Orden de San Carlos en grado de Gran Cruz. En caso de duda o memoria olvidadiza, acudir al cuadro es lo más socorrido.

Yo ya según iba llegando a la fecha y veía las tan repetidas fotos de toda la familia saludando desde el minúsculo balcón a los "millones" de monegascos congregados allí, empecé a sospechar que era muy posible que no hubiera 2 sin 3, que hiciera un pleno que ni la Bonoloto y que esta ingrata hija pasara de su madre y de pescar los detalles del cuadro. Es Mónaco, es sinónimo de disgustos, la edad trae presbicia y las placas son muy traicioneras.
Qué ilusa estoy yo hecha. Llegué a las fotos de la gala en la Ópera de Montecarlo y creí que alguien me estaba vacilando, un Día de los Inocentes por adelantado. No me di de cabezazos contra la pared porque como cantaba Marisol, la vida es una tómbola de luz y de color, pero tenía motivos. Me encontré con esto (el pronombre demostrativo "esto" pronunciado apretando los dientes).


La Princesa de Hanover se presenta con la placa en su sitio, ¡pero con la banda terciada al revés! ¡Pero esto qué es! Y yo tengo que seguir vivendo tan tranquila después de esto. Que yo pensaba que la de los disgustos era Estefanía y que después le seguía Alberto, pero no. Rainiero y Grace los echaron al mundo y se quedaron tan descansados, haciendo de la roca un lugar donde se vive a lo loco, sin límites; donde se mancillan 160 años de historia de una condecoración. Nunca hagáis estas cosas cuando salgáis de noche a la ópera.