Sus inicios fueron duros, claro, ya que allí nadie la conocía así que fue poco más que una prostituta de la calle hasta que conoció a Monsieur Roubisse, un proxeneta que le enseñó los rudimentos del oficio, la trasladó a un barrio mejor y la enseñó a destacar entre la multitud de mujeres de vida alegre de la ciudad. También en este momento empieza a llevar un registro de sus encuentros sexuales, nombres y detalles de la vida íntima de sus clientes junto a comentarios un poco crudos sobre su desempeño. Algún día, esos cuadernos le servirán para escribir sus memorias. Seis años después, Roubisse muere de un ataque al corazón y Cora es libre para instalarse en un apartamento de la calle Ponthieu con su amiga Carole Hassé.
Su primer amante importante es Victor Masséna, tercer duque de Rivoli, y después príncipe de Essling, el primero en ofrecerle dinero, joyas, ropa y hasta su propio chef privado. Durante cinco años la acompaña a los casinos de Baden, le compra su primer caballo y le enseña a montar, convirtiéndola en una excelente amazona. Se decía que trataba a sus caballos con más cariño que a sus amantes.
También le presentó a su amigo el príncipe Achille Murat, hijo de Carolina Bonaparte, la hermana de Napoléon, y por tanto primo del emperador Napoléon III, con el que Cora empezó una relación simultánea hasta que en 1865 el príncipe tuvo que partir a África para reunirse con su regimiento.

Para 1865, Cora está en la cúspide de su fama. A estas alturas ya ha tenido relaciones con el príncipe de Orange, heredero al trono Holandés; con el duque de Grammont-Caderousse y con Carlos, duque de Morny, medio hermano del emperador Napoléon III. Curiosamente, además de una relación sexual, la pareja disfruta de una relación de amistad que incluye a la esposa de Morny, la princesa Sofía. Gracias a la generosidad de su nuevo protector adquiere el château de Beauséjour en Olivet, en el Loira, que decora a todo lujo con vidrieras, mármoles y una bañera de bronce con sus iniciales (tres C entrelazadas). Los costes de mantenimiento eran astronómicos ya que la dama organizaba fiestas para más de 15 personas como mínimo, el chef tenía orden de comprar los mejores manjares, el champán se usaba para llenar la bañera y el plato estrella era la propia Cora, desnuda y servida en una bandeja de plata. Es por eso que empezaron a llamarla "El plato del día".
Son los años de sus mayores extravagancias, como cuando tiñó a su perro de azul para que hiciese juego con la ropa y el carruaje que llevaba. Fue vestida, o más bien desvestida, de Eva a un baile de disfraces donde causó el mayor escándalo en años. Llegó a tener 60 caballos y a gastar 90.000 francos en comprarse uno. Medio desnuda también, ejerció el rol de Cupido en la ópera de Jacques Offenbach "Orfeo en los infiernos" (era la noche del Jockey Club, con lo que toda la alta sociedad sin excepción estaba presente). Al parecer, sólo cubierta de sus diamantes y de unas botas de cuero rojo, hizo las delicias del Emperador, con el que se la vio pasear en calesa. Además, cada vez que uno de los diamantes se caía del traje y salía rodando por el escenario, no se molestaba en recogerlo, haciendo felices a los tramoyistas que se lanzaban a por ellos. Es clienta frecuente del Café Anglais, lugar de
moda donde, con ocasión de la exposición universal de 1867, cenaron juntos el Zar, el Zarevitch, el rey de Prusia y Bismarck.
El mayor benefactor de Cora, con el que permanecerá 9 años, será el primo del Emperador, el príncipe Napoleón "Plon-Plon", un caballero riquísimo que en 1868 le ofrece no una, sino dos mansiones en París. no era celoso, por lo que Cora mantenía las atenciones de otros caballeros que pagaban la suma de 100.000 francos por una tarde con ella. Además, no sólo apreciaba los regalos caros y extravagantes sino que debían ser originales, animando a sus protectores a competir entre ellos por sorprenderla... con lo que gastaban más dinero.

Tampoco os penséis que todo era frivolidad. Se sabe que enviaba dinero a su madre a Inglaterra y a su padre a EE.UU.