España.
Mientras el resto de Europa se conforma con tener un estilo gótico que se ve influenciado por el Renacimiento, nosotros no nos conformamos con eso, no, como siempre liándola parda… a falta de uno, buenos son cuatro estilos: plateresco, mudéjar, manierista y herreriano. Casi nada.
Y no es que no se conociese el estilo renacentista clásico a la italiana, tened en cuenta que los Reyes Católicos habían encargado el templete de San Pietro in Montorio de Roma hacia 1502 al mismísimo Bramante con una pinta de
tholos griego que tira de espaldas, mientras que su hija Juana I encarga la fachada de las Escuelas Mayores de Salamanca (la de la rana de la Universidad, sí) justo 10 años después a Juan de Talavera en estilo absolutamente plateresco. Sencillamente el peso que el gótico tiene en España durante el siglo XVI hace difícil que el Renacimiento les diese con el gusto a los mecenas. Porque nuestro gótico ya había sido renovado recientemente, evolucionando por su cuenta hacia formas flamencas. Es decir, que mientras que el resto de Europa cambió gótico por renacentista, nosotros ya habíamos hecho un cambio gótico por flamígero y no teníamos el cuerpo como para volver a dar un bandazo artístico “a lo romano” en un periodo de tiempo tan corto. Las novedades hay que asimilarlas despacito.
Por cierto, para evitar equívocos. Los edificios de la segunda mitad del siglo XV en España están realizados “a lo romano”, cuando son renacentistas, o “a lo
moderno” cuando son góticos. Ya sé, ya sé, para nosotros lo renacentista es lo
moderno siguiendo una línea temporal, de ahí los equívocos. Ellos distinguían entre el estilo de la Antigüedad romana y el gótico en el que construían las catedrales, porque Marco Vitruvio Polión era más viejo que un
moderno maestro Enrique construyendo las catedrales de Burgos y León. ¿Se entiende?
Tampoco es que hubiese una guerra de estilos y los artistas amantes del sistema gótico les lanzasen su compás y plomada a la cabeza de un arquitecto renacentista al grito de “cierra el pico, hípster”. Esto no es una guerra de divos creadores. La cosa venía más de parte de los clientes: los humanistas, gente culta que habían viajado a Italia, que habían visto de primera mano lo que se cocía en Florencia y en Roma, solían pedir que les construyesen obras “labradas a la antigua” (antigua Roma se entiende). En España eso se reduce a la familia Mendoza: la capilla del Colegio de Santa Cruz de Valladolid, encargada por el Gran Cardenal don Pedro González de Mendoza en 1494, es la primera obra renacentista de España.
Vayamos a los estilos en sí:
Plateresco. Que corresponde a los últimos años de los Reyes Católicos, el reinado de Juana y el inicio del de su hijo Carlos. Es una
modalidad decorativa que no afecta a la estructura del mueble en sí, sólo al aspecto externo. El nombre tiene su origen en las obras de filigrana de los plateros, que eran todo follaje y fantasía, así que los muebles se llenan de arabescos, animales mitológicos, estrías, anillas, bustos en medallones, todo junto formando un batiburrillo (el horror al espacio vacío es una característica del plateresco, todo se cubre con decoración). Se usa mucho el cuero trabajado sobre madera de nogal y boj y también medias tallas, estucados, policromados, marqueterías, taraceas y por supuesto el estofado (aplicación de pan de oro)
Pero lo importante del plateresco es que en esta época España hace su gran aportación al arte del mueble creando uno: el bargueño. Es una mezcla de escritorio y archivador, de ahí que se componga de multitud de pequeños cajones para guardar documentos y de una tapa abatible que sirve de apoyo para escribir. Algunos bargueños tienen el frente abierto, sin tapa y con los cajones a la vista, en este caso se llaman contadores y sólo sirven para almacenar papeleo.
Este es un bargueño plateresco en madera de boj forrado de terciopelo.
Mudéjar. Modalidad decorativa de influjo morisco que se caracteriza por sus decoraciones geométricas. Son piezas sencillas en madera de nogal y boj, aunque también pino y castaño. Suelen basarse en los artesonados de los techos pero con taraceas de hueso, marfil, ébano o bronce. Como este procedente de Aragón.
Manierista. Corresponde a los inicios del reinado de Felipe II. De gusto más refinado a la “maniera” italiana (de ahí el nombre) Las decoraciones emplean tanto la talla como la policromía y el dorado, de forma muy minuciosa y elaborada. La mayor parte de los muebles son de nogal. Se pone de
moda el llamado bargueño de columnillas
Herreriano. Pleno reinado de Felipe II, toma su nombre de la concepción arquitectónica planteada por Juan de Herrera en El Escorial. Las líneas son rectas y austeras pero elegantes, la decoración queda reducida a elementos clásicos, volutas en espiral, pirámides o bolas.
Y con esto finiquitamos el Renacimiento. Próxima parada: Barroco.
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La expresión suprema de la belleza es la sencillez.
Alberto Durero.