Lo cierto es que el final de siglo XIX resultó intenso y convulso para las hijas de Leopold II. Un escándalo de grandes proporciones envolvería a Louise, en tanto que también se provocaría un gran revuelo entorno a una nueva relación sentimental de Stephanie. Clementine, que había permanecido enamorada discretamente de su amigo Auguste Goffinet, a quien ella denominaba "Mimi" en las largas cartas que remitía a Stephanie, acabó siendo la única que no llevó al borde del colapso a Leopold II.
Empecemos con Louise...
Louise, hermana mayor de Stephanie y Clementine.
El matrimonio que Louise había contraído con su primo Philippe de Coburg en mayo de 1875 nunca había sido feliz. Establecidos en el lujoso Palais Coburg de Viena, se convirtieron en una pareja destacada de la más elevada sociedad y en el objeto de numerosos chismes. A fín de cuentas, Philippe era un disoluto, un tipo que constantemente daba que hablar con su disipado
modo de vida; en cuanto a Louise, también se convirtió en un ejemplo de frivolidad y ligereza en opinión de la mayoría. A decir verdad, Louise tenía sus razones, pues se veía muy joven inmersa en un matrimonio desdichado y, en el entorno de su familia política, sólo encontró sincero afecto en su cuñado adolescente, Ferdinand. Estaba aún lejos la época en que Ferdinand, apodado Foxy Ferdinand, se convertiría en rey de Bulgaria...
El nacimiento de dos hijos no mejoró las cosas. Louise, que jamás había conocido el afecto paternal y maternal, tampoco fue una madre solícita ni devota para sus hijos, Leopold y Dorothea ("Dolly"). La mayor satisfacción de Louise en ese tiempo la encontró en la llegada a Viena de su hermana Stephanie, en calidad de prometida, luego esposa, del príncipe Rudolf. Philippe de Coburg y Rudolf eran compañeros de correrías, en tanto que la propia Louise no se había privado de coquetear con el príncipe heredero austríaco. Los cotilleos acerca de un flirt que había ído demasiado lejos entre Rudolf y Louise acabaron llegando a oídos de Stephanie. La relación de ambas hermanas, cómplices y confidentes a lo largo de décadas, se enfrió considerablemente con el paso del tiempo.
Hacia 1895, Louise tuvo la ocurrencia de enamorarse. En el Prater vienés, durante un paseo, la princesa conoció a un guapo y gallardo teniente de uno de los regimientos croatas del ejército imperial. El chico se llamaba Géza Mattachich, y pertenecía a una familia relativamente distinguida, ya que su padrastro era el conde Oskar Keglevich. Mattachich, diez años más joven que Louise, inició una aventura sentimental con ésta. Hasta ahí, realmente, la historia no parecía nada especial. Se podía comprender que Louise, "echada a perder" por un matrimonio infeliz con un esposo un tanto dado a las perversiones y que incluso había querido compartir con ella su gusto por la pornografía, hubiese estado durante tiempo flirteando con otros caballeros y que, al final, se hubiese prendado de un atractivo teniente. Si Louise y Géza hubiesen mantenido su relación de forma que no "saltase a la vista del público", nada hubiese ocurrido. Pero en 1897, Géza y Louise huyeron de Viena llevándose con ellos a la jovencísima hija de Louise, Dolly.
Louise, al parecer, se dirigió a Bruselas, para pedirle a su padre, Leopold, permiso para divorciarse. No hace falta un exceso de imaginación para recrear la escena. Leopold, furioso con su extravagante hija, se negó en redondo y le dijo que volviese a su casa con su marido e hijos. Louise, con Dolly, no le hizo caso. Se largó a la Riviera francesa, dónde la aguardaba Géza. Se establecieron en Villa Paradis, en Niza: un sitio en el que, evidentemente, no íban a pasar desapercibidos. Además, su tren de vida se hizo, cuando menos, extremadamente lujoso, ya que Louise no sólo había llevado consigo dinero en efectivo de su esposo, sino que poseía una carta de crédito ratificada con la firma de su hermana Stephanie.
El príncipe Philippe no podía quedarse de brazos cruzados ante la exhibición de su mujer y el amante croata de ésta. Leopold, su hijo de dicienueve años, estaba que trinaba porque la vergonzosa escapada de su madre recortaba sus expectativas sociales. El duque Ernest-Günther de Schleswig-Hostein, prometido de la adolescente Dolly, exigió que la muchacha, hasta entonces una "víctima inocente" de la "depravación" de su madre, fuese inmediatamente apartada de la pareja adúltera. En esa tesitura, Philippe se plantó en Villa Paradis para retar a duelo a Géza Mattachich. Mattachich viajó a viena, para enfrentarse a Philippe, primero con pistolas, luego con espadas, en la Retsaal de la Escuela Española de Equitación. Las heridas de ambos no solucionaron el entuerto. Mattachich volvió a Niza con Louise, Dolly todavía permanecía allí. Pero en los meses siguientes las cosas empeoraron: por fín, Dolly abandonó a su madre, y, en otro sentido, se informó de que ni Philippe de Coburg ni la princesa imperial Stephanie se harían cargo de las deudas que contrajesen Louise y Géza. Obviamente, los acreedores se abalanzaron sobre ellos.
La pareja marchó entonces rumbo a Croacia, dejando a sus espaldas un caudaloso río de facturas sin pagar. Pero en Croacia se vieron detenidos de pronto. Géza se vió privado de su rango militar y sometido a un proceso judicial. A Louise se le ofreció volver con su esposo a hacer el papel de arrepentida o ser internada en un asilo para enfermos mentales. Dado que eligió el asilo, la trasladaron a Purkersdorf en una primera época, después a Lindenhof, en Sajonia.
Mattachich pasó cuatro años en prisión, en tanto que Louise estaba en Lindenhof, sometida a una estricta vigilancia. Cuando Géza fue puesto en libertad, después de que su caso llegase a debate en el Parlamento austríaco, marchó a Sajonia dispuesto a reencontrarse con Louise. La princesa consiguió, por esa época, permiso para salir de Lindenhof para una cura de aguas en el balneario de Bad Elster. Ahí se produjo otro giro en la historia, al conseguir Géza rescatar a Louise de Bad Elster. Los dos estaban juntos de nuevo...tras años de sufrimiento cada uno por su cuenta. El rey Leopold, exasperado, declaró que no la consideraba ya miembro de la familia Saxe-Coburg-Gotha y le prohibió volver a poner un pie en Bélgica.
A Louise le dió igual: el quince de enero de 1906, ocho años después de que ella hubiese presentado su solicitud, logró, por fín, el ansiado divorcio de Philippe de Coburg.