A ver. Los intentos por restaurar la monarquía en América, nunca fueron una vergüenza para nadie, al menos en su época. Es posible que después, cuando la historia se volvió instrumento partidista, no se haya querido hablar de esto, mas por conveniencias polìticas que por desconocimiento.
Ya en 1818, una buena parte de los "revolucionarios" americanos, se había dado cuenta del enorme error que habían cometido con la "independencia" buscada de un dia para otro, sin una organización republicana previa. Por otra parte la creación de tantas repúblicas, obedecía al criterio del botín de guerra, y pronto los "caudillos" empezaron a pelearse el botín, iniciando así la larga tradición de inestabilidad y pobreza que ha caracterizado el desarrollo de los países americanos.
Para ese entonces había desde América varias iniciativas de restauración monárquica: unas, como la pensada por Belgrano, con un rey Inca en la Argentina, casado con una princesa europea. Otras con diversos miembros de la familia de Borbón. Y otras, las mas sensatas a mi juicio, sugerían dividir a los países americanos entre las diversas Casas reinantes europeas, de
modo tal de conseguir un cierto equilibrio de fuerzas que permitiera estabilidad política por una parte y una sana competencia comercial por otra, evitando el monopolio comercial, conforme el
modelo español vigente en la época colonial,
modelo que también había manejado Inglaterra en sus colonias y Francia en las suyas (digo esto porque siempre tendemos a pensar que España fue la mala de la película).
Jamás he oído que el Marqués de Selva Alegre haya pretendido ser Rey de ninguna parte. Si se le dió el tratamiento de Alteza, es porque ese tratamiento estaba revisto para los Virreyes y no olvidemos que la Junta de Quito se estableció para resguardar el territorio de la Audiencia, "para nuestro muy amado Rey Don Fernando VII" y hasta que este haya sido "restablecido al trono de España". Don Juan Pío Montufar recibia el tratamiento de Alteza porque ostentaba el poder en nombre de su Rey, del que no renegó nunca.
Los protagonistas del 10 de Agosto de 1809, juraron sobre los santos evangelios, en la catedral de Quito, lealtad a Don Fernando VII, en una época en que jurar no era un acto sin valor alguno como ahora. Por eso he creído siempre que en la intención de los autores del 10 de agosto, no estuvo nunca la independencia de la Real Audiencia de Quito, al menos no de España y su Rey, sino en todo caso de Francia y de Napoleón.
No puede acusarse de perjuros a esos hombres, porque hay que valorar su juramento, sobre los Evangelios colocados en el altar mismo de la Catedral, con la mentalidad de su época y no de la nuestra.
La Academia Nacional de Historia, haría bien en colocar en su justo valor lo acontecido el 10 de agosto de 1809.