Y ahora, regresamos a aquella noche en que se vio interrumpida la puesta en escena de El sí de las niñas.
Procuraré hacer lo más ameno posible este momento histórico.
Luego de la derrota en la batalla de Trafalgar por parte de la
AArmada Española,los ingleses pusieron sus ojos, sin prisa pero también sin pausa, en las colonias españolas.
El Ministro de Guerra inglés prefirió, en vez de atacar las colonias españolas, lanzarse a conquistar el Cabo de Buena esperanza, mal protegido por los holandeses.El comodoro Home Pophan fue quien lo conquistó en 1805.
Decidió seguir su primitiva idea de enfrentar a los españoles en sus colonias del Río de la Plata. No era la primera vez que en la tradición inglesa, no se espera la confirmación de la Jerarquía.Basta recordar a Nelson y Rooke cuando tomaron Gibraltar y tenerife desobedeciendo órdenes.
Por otra parte, Popham se lanzó a su aventura porque creyó que existía un conflicto de intereses en el Virreinato del Río de la Plata, entre el gobierno español, que se oponía al libre comercio, y los comerciantes que lo deseaban. Pero esto era solamente cierto respecto de las ciudades costeras. Además, la Iglesia se convertiría en un duro enemigo de los "herejes" británicos.
Por otra parte,su jefe en Ciudad del Cabo, le ordenó nombrar Vicegobernador de Buenos Aires al comandante de sus fuerzas,al general Wiiliam Carr,vizconde de Beresford.Esto hizo que los ingleses no llegaran como "libertadores", sino como "conquistadores",que no era lo que deseaba Popham.Hubo muchos decepcionados por el hecho de que al apoderarse de Buenos Aires, los ingleses la declararan incorporada al Imperio Británico,tanto entre algunos criollos como entre algunos británicos.
Como es bien sabido en la Argentina, las fuerzas de Beresford, que eran esperadas en Montevideo, desembarcaron inesperadamente en Quilmes. Ante la emergencia, el virrey Sobremonte huyó con el tesoro a Córdoba, designándola capital del virreinato el 14 de julio de 1806. Rápidamente, el 27 de julio los invasores se apoderaron de la ciudad de Buenos Aires. Decretaron la libertad de comercio, ofrecieron garantías a los habitantes, les aseguraron el respeto a la propiedad y el derecho de ejercer la religión católica, y los eximieron de la obligación de combatir contra su país. También les ofrecieron la nacionalidad británica, y declararon que el Cabildo y los magistrados continuarían en el ejercicio de sus funciones. Por otra parte, exigieron el juramento de lealtad al rey Jorge III a las autoridades civiles y eclesiásticas, a los comerciantes y a los vecinos principales, lo que causó un revuelo de indignación entre la gente común, a la vez que los destinatarios de la medida la acataron, en su mayor parte, con total sumisión: Manuel Belgrano fue uno de los pocos "patriotas" que se negaron a la jura, emigrando a la Banda Oriental.
Tal como se sugirió anteriormente, la oposición de la Iglesia al "hereje" y la fe católica de la población fueron importantes factores en la gesta de la reconquista, en la que -más allá de la complicidad de algunos vecinos principales- estuvieron unidos españoles y criollos. La huida de Sobremonte y la rendición militar, por otra parte, habían desprestigiado enormemente a las autoridades, quedando el Cabildo como la única autoridad que gozaba del respeto popular.
Liniers - a quien ya conocimos por sus amores con la Perichona - se hizo cargo del mando militar por mandato de éste, y "a nombre de Carlos IV".
Gracias principalmente al fervor popular, Beresford fue derrotado y se rindió el 12 de agosto a las fuerzas organizadas por Santiago de Liniers. La contienda, sin embargo, estaba lejos de estar resuelta, ya que la escuadra de Popham bloqueaba el Río de la Plata. Al día siguiente de la Reconquista, ausente el virrey, el Cabildo, tomándose atribuciones que eran jurídicamente dudosas, convocó a los vecinos principales a un Congreso General para "afirmar la victoria". Con el entusiasta apoyo de dos grupos de activistas, uno de criollos y el otro de españoles seguidores de Martín de Alzaga, la asamblea exigió la sustitución del virrey Sobremonte. No obstante, porque el Cabildo no estaba facultado legalmente para sustituir al virrey, se optó por pretender que éste estaba enfermo, y se designó a Liniers comandante militar de la plaza, como teniente del virrey. Este evento, acaecido el 14 de agosto de 1806, fue de una enorme significación en tanto que, aunque intentaran disfrazar los hechos, los funcionarios reales vieron torcida su voluntad por la presión popular y la decisión de un órgano subalterno de gobierno como el Cabildo.
Como consecuencia, el virrey consintió en delegar el gobierno militar de Buenos Aires en Santiago de Liniers y el gobierno político en el regente de la Audiencia, Lucas Muñoz y Cubero, mientras estuviera ausente de la capital. Lo que es más, en los hechos este condicionante no era más que una ficción. Cuando se produjo el anuncio de que el virrey deseaba regresar a Buenos Aires, Pueyrredón se dispuso a detenerlo con un grupo de húsares, mientras el pueblo se preparaba para impedir su entrada en la capital.
En Buenos Aires reinaba un fervor popular que era a la vez patriótico y militarista. En alguna medida, las masas estaban ocupando un lugar que nunca antes habían tenido, y que luego no abandonarían por muchas décadas. Liniers organizó la defensa con enorme apoyo de la población, pero en un contexto en el que era la tropa la que proponía a los jefes. Más aún, varios caciques ofrecieron al Cabildo alrededor de 30.000 indios guerreros, armados y con cinco caballos cada uno, oferta que el Cabildo optó por (agradecidamente) dejar para un momento más "oportuno" debido al peligro que representaba llevar semejante fuerza indígena a la ciudad.