Bien, a partir de ahora podemos seguir dos caminos de clasificación: por estilos o por tipos de mueble. Empezaremos por estilos siendo usualmente el renacentista el primero que encontraréis en los libros pero como yo soy medievalista, y sé que mi conde de mi Castilla no se sentaba en el suelo directamente, voy a empezar hablando de muebles medievales, que haberlos los hubo, y lo más fácil normalmente para identificarlos es mirar las estupendas pinturas de la Escuela Flamenca. La preciosa tabla “Santa Bárbara” de Robert Campin nos muestra los bancos, escabeles o aparadores que podríamos encontrar en una casa acomodada del 1438.

La principal característica de los muebles medievales es que se adaptaban al clima y cultura del entorno, cosa que a partir de la Edad Moderna no pasa porque se ponen de
moda “las
modas” y todo el mundo quiere un casetto al estilo florentino o una chimenea de mármol Luis XIV, porque es lo que se lleva esta temporada, aunque viva en Siberia y me congele el trasero. Los procedimientos de fabricación, tipos de muebles, su uso y tradiciones son muy diversos pero en lo que casi todo el mundo está de acuerdo es en hacerlos de maderas (diréis “obvio”, pues no, en la Antigüedad el bronce, el mármol o la piedra eran tan comunes como la madera en el mobiliario)
En fin, que la profesión de carpintero tenía futuro en aquel entonces: los muebles de madera, las casas de madera, andamios para las catedrales de madera, máquinas de guerra de madera, etc. Dentro de esos carpinteros de obra empiezan a destacarse los ebanistas, gente que trabaja de manera más fina para rematar ventanas, frisos, zócalos y, por supuesto, muebles, llegando a convertirse en un gremio aparte. Y no eran precisamente unos zafios, no hay más que ver las tallas góticas en sillerías con sus florones, patas en forma de cabeza de león o grifos, usaban técnicas de policromía, marquetería, dorado e incluso incrustaciones de otras maderas preciosas importadas. Las telas forman parte de la decoración por medio de tapices, cortinas, ropa de cama, doseles o alfombras.
En cuanto al tipo de muebles ya hemos dicho que las tradiciones locales son la norma, sin embargo es evidente que hay unos básicos que más o menos todo el mundo usa (dependiendo de sus posibles económicos claro): baúles; bancos; camas de columnas; las sillas, sobre todo con brazos que son símbolo de estatus y darán lugar al sillón; mesas y espejos de plata. Los príncipes más ricos comienzan a encargar pequeño mobiliario que en las casas más pobres se considera superfluo y cosa de pijos malcriados: las banquetas para peinarse, las mini estatuas que evocan diosas de la Antigüedad para sujetar espejos, las pantallas de chimenea que aún hoy se usan en Inglaterra. Por supuesto los muebles más ricamente decorados, de maderas más preciosas y cuya técnica de fabricación siempre está a la última se encuentran en las abadías y grandes iglesias. Como por ejemplo el trono de los reyes de Aragón que ahora forma parte de la custodia de la catedral de Barcelona o el trono del rey Dagoberto que se encuentra en San Denis


No existe un “estilo Edad Media” sino muchos. Los periodos merovingio, carolingio u otoniano han dejado trazas en arquitectura y miniaturas y sabemos que las influencias bizantinas y de la Antigüedad romana eran fuertes. El recuero de Roma también se encuentra en las cabezas de animales de la silla de tijera de San Ramón de Roda, un raro ejemplo románico que ha llegado a nuestros días, o la de la abadesa Gertrude de Salzburgo del siglo XIII.


A los vikingos en cambio les iban más las cabezas de monstruo mientras que los italianos buscaban brillantes dorados y pinturas en sus baúles de matrimonio. En el sur de Alemania prefieren la decoración escultórica como en este armario renano de Jorj Syrlin de 1465.
