EL PRINCIPIO...
James V Stuart, rey de Escocia, había ascendido a su trono hereditario con sólo dieciséis meses de edad. Su padre y predecesor, James IV Stuart, había muerto prematuramente en la gran batalla de Flodden Field, que se libró en Northumberland, zona norte de Inglaterra. Por supuesto, esa guerra enfrentaba a las dos naciones vecinas, tradicionalmente mal avenidas, entre las que frecuentemente estallaban escaramuzas y, más ocasionalmente, auténticas conflagraciones bélicas.
James IV Stuart estaba a la greña con Henry VIII de Inglaterra, que, todo hay que decirlo, era su cuñado. Muerto James, quedaba viuda la hermana de Henry: Margaret Tudor. La mujer se encontró teniendo que plantar cara a unas circunstancias claramente adversas, con James V, un monarca de dieciséis meses, en sus brazos y embarazada de dos meses del futuro Alexander, duque de Ross.
Un parlamento escocés reunido apresuradamente en Stirling debía decidir el futuro inmediato. Los nobles, para no variar, se encontraban enfrentados entre sí, más o menos encuadrados en dos bandos diamentralmente opuestos: los partidarios de mantener a cualquier precio la "Auld Alliance" ("Vieja Alianza") con Francia y los que mostraban una tendencia a buscar la máxima concordia con Inglaterra. Para los primeros, el regente idóneo durante la minoridad del monarca casi bebé hubiese sido John Stuart, duque de Albany, un nieto del rey James II. Los segundos, sin embargo, apostaron por Margaret Tudor, la viuda de James IV. Ésta, en un principio, demostró que podía mantener la calma, evaluar fríamente el devenir de los acontecimientos y tomar decisiones acertadas: concilió a los dos partidos, mientras negociaba una paz honrosa con su hermano inglés. Sin embargo, al cabo de meses, la estrella de Margaret Tudor empezó a apagarse: en cuanto hubo alumbrado a su segundo retoño, el hijo póstumo de su difunto marido, empezó a dejarse cortejar de mil amores por Archibald Douglas, conde de Angus. La boda secreta de Margaret y Archibald enfureció a un nutrido conjunto de grandes señores, que se coaligaron de inmediato para desposeerla de la regencia en favor de John Stuart, duque de Albany. La mujer perdió esa partida: en el enfrentamiento, Archibald fue hecho prisionero, enviado a territorio francés en calidad de tal, mientras Margaret hubo de huír apresuradamente hacia Northumberland. Allí, en Harbottle Castle, daría a luz a su hija lady Margaret Douglas (la niña nació dos meses antes de que el hermanastro Alexander de Ross muriese, sin tener cerca a la madre de ambos, en la fortaleza de Stirling).
Los intentos de Margaret por recuperar el poder estuvieron condenados al fracaso. Su desprestigio personal se incrementó con los años, además, porque tomó la arriesgada decisión de divorciarse de Angus para casarse en terceras nupcias con lord Methven. Casi todos los que formaban su entorno trataron de disuadirla, pues ese hecho causaría "desdoro" a la hija nacida de la relación con Angus, lady Margaret. Pero Margaret perseveró en la idea de casarse con Methven, lo que arruinó de manera absoluta su reputación.
En conjunto, la infancia y primera juventud de James V estuvieron, por lo tanto, marcados por una constante lucha a cara de perro por ejercer el poder desde detrás del trono. Nada extraño, cuando un país se encuentra de pronto con un rey niño, lo que implica siempre un largo período de minoridad durante el cual alguien tiene que manejar los hilos de gobierno.