María Dorothea de Württemberg, tercera esposa del archiduque Joseph de Habsburgo-Lorena, Palatino de Hungría.
María Dorothea de Württemberg era una princesa poco común.
Había recibido una esmeradísima educación en casa de sus padres, el duque Ludwig de Württemberg y la segunda esposa de éste, Henriette de Nassau-Weilburg (matrimonio celebrado después de que él se hubiese divorciado de la primera mujer, una aristócrata polaca). A María Dorothea, al igual que a sus tres hermanas menores -Amalie, Pauline y Elisabeth Alexandrine- se le había proporcionado una amplia formación con una sólida base religiosa. Su protestantismo, como demostraría en una etapa ulterior, no eran un par de guantes que pudiese quitarse para reemplazarlos por otros. Otro de los rasgos que la distinguían era su talento musical. Su maestro había sido un hombre eximio: Karl María von Weber. Él consiguió desarrollar al máximo las dotes naturales de la entonces joven princesa, que llegó a mostrarse no sólo una consumada pianista sino también -más sorprendente- una compositora.
A los veintiún años, María Dorothea se había casado con un hombre de cuarenta y tres años dos veces viudo: Joseph, Palatino de Hungría. Pese a la notable diferencia de edad, los dos constituyeron una pareja bien avenida que fructificó en el nacimiento de cinco hijos comúnes, aunque solamente tres de sus retoños rebasaron la infancia: Elisabeth Franziska, Joseph Karl y la menor, Marie Henriette.
Aunque tras su boda María Dorothea se había mantenido dentro de la iglesia evangélica, se había establecido que los vástagos que llegasen al mundo serían católicos. Y ese compromiso no se lo tomó a la ligera, porque no íba en su naturaleza el tomarse las cosas a la ligera. Sin embargo, la reaccionaria y ultracatólica corte vienesa siempre puso en solfa el hecho de que la Palatina de Hungría conservase su adhesión al protestantismo, recelando de los valores religiosos que pudiese transmitir a sus criaturas. La constatación de que dichas criaturas conocían en profundidad los postulados del catolicismo, aparte de que recibían una excelente formación, no mejoró demasiado la delicada posición de María Dorothea a ojos de la corte de Viena.