RiccardoPercy escribió:
Carolina Mathilde escribió:
María Teresa de Savoya (1803-1879), hija del rey Víctor Manuel I de Cerdeña y de la archiduquesa María Teresa de Austria-Este (1773-1832).Esposa de Carlos II de Parma, madre de Carlos III de Parma y abuela de Roberto I de Parma, bisabuela de Maria luisa.
Hermosa mujer o hermoso retrato, Carolina
Es hermoso el retrato porque era muy pero muy hermosa la mujer. Sin embargo, hubo una serie de...ejem, "inconvenientes", diría yo, con la bella princesa en lo que concierne a su marido.
Carlo Ludovico, el hijo de los que habían sido reyes de Etruria, fue duque de Lucca antes de convertirse en duque de Parma a la muerte de María Luísa de Habsburgo, en un curioso retorteo de la historia dinástica en ese territorio italiano. Entonces, empezó a conocérsele como Carlos II de Parma (así lo ha señalado ya Carolina Mathilde, al presentarnos esa selección de retratos).
A la hora de casarse, Carlos II de Parma, que tenía una excelente planta, se considero bendecido porque le tocó en suerte esa princesa María Theresa cuya imagen te ha llamado la atención, Riccardo. Bueno, para ser sinceros, esa imagen ha llamado tu atención...y la de la inmensa mayoría de la gente, porque María Theresa es un auténtico bombón.
Se trataba de un partido conveniente, en tanto que hija del rey Vittorio Emanuele I de Cerdeña y de la archiduquesa María Theresa de Austria-Este. Había nacido en Roma, con su hermana gemela María Anna; había crecido en Cagliari, en la isla de Cerdeña, y, ya jovencita, se había instalado en Turín, en la corte de los Saboya. Su hermana mayor, Maria Beatrice, se había casado, otorgada la preceptiva dispensa papal, con un tío por vía materna, el duque Francesco IV de Módena, en 1812. María Theresa fue la segunda en casarse, en 1820, con Carlos, entonces aún duque de Lucca. Más tarde se casarían María Anna, la gemela de María Theresa, y María Cristina, la menor de la familia. María Anna era muy bonita, dulce y piadosa; tuvo la mala suerte de que le tocó contraer matrimonio con quien estaba destinado a convertirse en el emperador Ferdinand I de Austria, ya que se trataba de un joven de pésimo aspecto, con un acentuado retraso mental y propenso a graves crisis de epilepsia. María Cristina, por su lado, se casaría con el rey Ferdinando II de las Dos Sicilias.
Cuando nuestro Carlos -aún de Lucca, recuérdese- se casó con María Theresa, lo importante es que ella era hija del rey de Cerdeña y hermana de la duquesa consorte de Módena. Aún no se sabía que María Anna y María Cristina picarían tan alto, transformándose la una en emperatriz, la otra en reina. En cualquier caso, María Theresa era un excelente partido desde el punto de vista de las conexiones entre diferentes linajes, con su mezcla de sangre Saboya y Habsburgo.
Pero Carlos casi se desmayó al encontrarse frente a frente con su novia. Esperaba, quizá, una princesa ni guapa ni fea, sino común y corriente, que vistiese con cierta elegancia. No se había imaginado que le tocaría en suerte una muchacha tan increíblemente "vistosa". Carlos se enamoró apasionadamente, pero enseguida descubrió que su mujer, educada en un rígido catolicismo, no era capaz de disociar las relaciones sexuales de una mera función reproductiva; se retraía y se quedaba en el lecho casi inerte, fría como un tempano de hielo, por miedo a sentir algo, lo que hubiese constituído, en su mente, pecado de fornicio en vez de cumplimiento estricto de los deberes conyugales. Para Carlos resultó muy frustrante la actitud de su mujer, que corría de la alcoba al confesionario para que la absolviesen de faltas que ni había cometido excepto de pensamiento. Él acabó buscándose amantes menos reprimidas, pero nunca dejó de lamentar que hubiese fracasado su vida íntima con María Theresa. Cuando la observaba, se admiraba de su belleza incluso al cabo de años y, suspirando, decía:
"Ah, si ella hubiera sido de otra manera...".
Esa pareja que podía haber sido muy feliz y no lo fue, tuvo dos hijos. El primer retoño fue una niña a la que se puso el nombre de Luisa, llamada Luisetta en familia, al igual que su -española- abuela paterna. Pero Luisetta se murió antes de cumplir dos años, en septiembre de 1823. Ocho meses antes de la prematura muerte de Luisetta, María Theresa había dado a luz un varón en su residencia favorita, la villa delle Pianore, cerca de Lucca. Ese varón recibió el nombre de Ferdinando Carlo, y la repentina desaparición de su hermanita Luisetta hizo de él único descendiente de la pareja formada por Carlos y María Theresa.
Pronto, al muy guapo Ferdinando Carlo se le empezó a aplicar el diminutivo de
Danduccio. A los cuatro años de edad, se le situó bajo la tutela efectiva de un clérigo húngaro, que le acompañó durante varios años de formación académica en Viena. Más tarde, recibiría instrucción en una escuela militar de Turín, el Turín de los Saboya, corte de la que procedía su madre; eso haría de él capitán de la caballería de Novara, lo que le permitía, dicho sea de paso, ponerse un uniforme que resaltaba su apostura. Se casó con sólo veintidós años de edad, en el Schloss Frohsdorf de Austria. La novia era la princesa Louise Marie Thérèse d'Artois; había tenido por padre al príncipe francés Charles Ferdinand, duque de Berry, en tanto que su madre era la princesa Carolina de Borbón-Dos Sicilias, famosa duquesa de Berry; esto hacía de la muchacha la hermana mayor del pretendiente legitimista al trono de Francia en su condición de nieto de Charles X, Henri duque de Burdeos, más tarde conocido con el título de conde de Chambord.