Con el impulso mental, el poderoso estímulo, que representan las buenas noticias...sigo adelante. Agradeciendo de nuevo la compañía y ánimo, a legris y Konradin muy en particular, retomo desde:
En febrero de 1786, María dió a luz, de nuevo con la asistencia de Morenheim, a su tercera hija, María Paulovna. A esas alturas, Catalina II empezaba a refunfuñar por la cantidad de niñas que estaba produciendo su nuera, temiendo que no habría en el futuro manera de escoger maridos apropiados para cada una de aquellas grandes duquesas.Para entonces, María ya sabía lo que era perder a una hermana. Las dos hermanas menores de nuestra protagonista íban a ser mujeres de vidas efímeras, demasiado breves, interrumpidas en plena juventud. Federica, duquesa de Oldenburg...
Federica, hermana de María.
...murió tras dar a su luz a un tercer hijo varón que nació muerto. En su caso, el fallecimiento no se debió a ninguna galopante infección de la sangre derivada del esfuerzo de poner otro retoño en el mundo: sufría cáncer de mama cuando se había quedado encinta por tercera vez, y había pasado ese último embarazo casi en tiempo de descuento, por así decirlo. María y Pablo habían tenido mucho que ver con la vida de Federica: habían sido ellos quienes, en su momento, habían promovido activamente la boda de la muchacha con el heredero del ducado de Oldenburg, Peter Friedrich de Holstein-Gottorp. Los dos hijos que Federica había proporcionado a su nueva dinastía, Pablo Federico Augusto y Jorge Pedro Federico, eran, ambos, ahijados de bautismo del tío gran duque Pablo Petrovich. La fatal enfermedad y rápida desaparición de Federica, dejaron desolado al marido (de hecho NUNCA volvería a casarse) y causaron verdadera conmoción en los padres, allá en Montbeliard, pero también su hermana María en Rusia.
Quedaba otra hermana: la bonita y pizpireta Elisabeth:
La cual seguía en Viena, educándose para convertirse en la esposa del archiduque Franz, heredero del archiduque Leopold gran duque de Toscana, quien, a su vez, era el presumible heredero del hermano emperador Joseph II. La idea era: tras Joseph II, ascendería al trono imperial su hermano Leopold, y después de Leopold, Franz, el mozo destinado para Elisabeth. Joseph ponía mucho interés en la "buena crianza" de su sobrina política Elisabeth, que en gran medida era la garante de la alianza con Rusia. Cuando en 1787 surgieron ciertas tensiones en la alianza austrorusa, Joseph se sentiría lo bastante concernido por el asunto como para viajar apresuradamente hasta la península de Crimea a entrevistarse con Catalina II: estaba convencido de que en persona, sin usar diplomáticos como intermediarios, arreglaría las cosas rápidamente.
He aquí un grabado, muy revelador, en el que Joseph II auspicia los esponsales de su sobrino Franz y de la joven Elisabeth:
Joseph II, emperador, como protector de los jóvenes Franz y Elisabeth.
El 6 de enero de 1788, en Viena, Elisabeth se convirtió en archiduquesa al celebrarse, con toda la fanfarria que la ocasión requería, su boda con el archiduque Franz. Ella, que ya se había convertido años atrás al catolicismo, la religión de su propio padre y sus antepasados paternos, llevaba años preparándose para aquel momento triunfal. Por entonces, en Rusia, su hermana María estaba embaraza cinco meses: sería el 10 de mayo de 1788 cuando diese a luz una nueva hija, esta bautizada con el nombre de Ekaterina en honor a la abuela emperatriz, a ver si así ésta se tomaba con más filosofía el hecho de tener ya cuatro nietas consecutivas después de los dos adorados nietos mayores. La pequeña Ekaterina, Katia, estaba destinada, esas cosas que pasan, a ser la hermana favorita, sin lugar a dudas, del hermano primogénito, Alejandro.
Paradójicamente, en ese tiempo, los problemas de María procedían más de los hermanos que de las hermanas. Que Federica hubiese muerto tan prematuramente en noviembre de 1785 no era algo que María pudiese echarle en cara a su pobre hermana: de hecho, la lloró con mucho sentimiento y se prometió a sí misma velar por los huérfanos de la difunta. Sin embargo, en diciembre de 1786, la corte imperial de San Petersburgo se había hecho lenguas -¡y de qué manera...!- acerca del hermano mayor de María, Friedrich, el que había llegado allí tras la gira europea de los grandes duques y había conseguido que la emperatriz Catalina II le pusiese "de gobernador" en Finlandia.
Fiedrich era, por así decirlo, de esos individuos de vida privada "controvertida". A ver, seamos claros: estamos en el siglo XVIII y antes de la Revolución Francesa. Ni la homosexualidad ni la bisexualidad estaban "normalizadas" socialmente...y esto es así. Friederich, aquel gigante de más de dos metros de estatura y que llegó a superar también los doscientos kilos de peso, no es que fuese homosexual o bisexual...esto último, casi seguro. Lo peor es que era bastante bruto y trataba con una mezcla de disciplencia y brutalidad a su esposa diez años menor que él, Augusta de Brünwick-Wolfenbüttel.
Augusta de Brünswick-Wolfenbüttel.
Augusta, una francófila que adoraba la literatura y se pasaba media vida con un libro entre las manos, era muy adorable tanto a ojos de su propia cuñada, nuestra María Feodorovna, como de la suegra de ésta, Catalina II. Podéis imaginaros, sabiendo esto, lo encantadora que era Augusta. María no tenía en mucha estima a su hermano Friedrich: parece haber sido plenamente consciente de los "peros" que podían achacársele. Tampoco Catalina II le apreciaba, si bien se sentía obligada a promocionarle en Rusia porque el tipo, a fín de cuentas, venía siendo cuñado de su hijo y heredero. Las disputas entre Friedrich y Augusta daban mucho que hablar en San Peterburgo, y además la buena sociedad rumoreaba que él tenía la lengua y la mano demasiado flojas. Dado que la buena sociedad rusa era, en general, bastante machista, el hecho de que rumoreasen que Friedrich castigaba más de la cuenta a Augusta da una idea del nivel de maltrato que pudo padecer la joven princesa, la cual, entre 1781 y 1785, había dado a luz tres varones y una única fémina muerta a muy temprana edad.
En 1786, el matrimonio de Friedrich y Augusta había hecho un crash boom bang en toda regla. Había saltado por los aires, vamos, después de varias escenas bochornosas en las cuales Augusta había tenido que buscar la protección de Catalina II. Hacia 1787, las negociaciones para arreglar un divorcio públicamente decoroso entre un Friedrich "demasiado bruto" y una Augusta cuya vulnerabilidad había conmovido hasta a Catalina II eran la constante comidilla de la corte imperial rusa -y un motivo de angustia para María Feodorovna-.