Esta María Bonaparte que posa francamente espectacular, con una diadema que, dicho sea de paso, me parece una de las más bonitas que jamás hayan visto mis ojos, tenía unos orígenes bastante
modestos...
Para empezar por el principio, habría que situarse en la ciudad alemana de Friedrichsdorf, aproximadamente veinte kilómetros al norte de Frankfurt am Main, en lo que antaño fue el principado de Hesse-Homburg. En Friedrichsdorf, en la primera mitad del siglo diecinueve, vivía un humilde zapatero llamado Caspar Hensel, casado con Catherine Stemler. La pareja, que apenas lograba salir adelante, a veces entre grandes apuros económicos, tuvo en 1833 una hija bautizada Marie Charlotte. Dos años más tarde, en 1835, vendría al mundo una segunda niña, a la que se impuso el nombre de Sophie. Luego, en 1839, Catherine quedó encinta de nuevo. Por desgracia, el complicado embarazo derivó en un parto difícil: la mujer, de treinta y cinco años, falleció después de dar a luz a una tercera fémina, Margaretha Christine.
El viudo no tardó en contraer nupcias de nuevo. A fín de cuentas, era lo que se esperaba de un hombre que enterraba a su mujer quedándose con tres niñas a su cargo: le tocaba proporcionar una madrastra lo antes posible. La elegida, Johanna Hardert, tenía diez años menos que su esposo. Estaba, por así decirlo, en el apogeo de su fertilidad, por lo que no tardó demasiado en incrementar la familia. De hecho, la incrementó de tal manera que, poco a poco, vinieron al mundo diez vástagos, medio hermanos de las tres niñas huérfanas de Catherine Stemler.
Con una familia tan amplia, tantas bocas para alimentar, Marie Charlotte Hensel, la primogénita, tuvo que "buscarse las habichuelas por su cuenta" a edad temprana. Según parece, aún no había cumplido catorce años cuando se le encontró una colocación, en calidad de sirvienta, en la lujosa residencia de un hombre de negocios de origen francés, François Blanc.
Para ponernos en antecedentes: corría el año 1847. François había nacido en 1806 en la villa medieval de Courthézon, en la Provenza francesa, como hijo de Claude Agricol Blanc, sencillo recaudador de impuestos, y la legítima esposa de éste, Marie Thérèse Janin. Marie Janin había tenido dos niñas, Agathe y Marie, cuando quedó encinta otra vez: el resultado fueron dos varones gemelos, François y Louis. Los dos chicos crecerían intensamente unidos, con un vínculo afectivo sólido y duradero. Al hacerse jóvenes, decidieron "meterse en negocios" juntos después de presenciar, en un circo, cómo un tipo particularmente hábil para manipular una baraja podía desplumar a cuántos quisiesen participar en un juego de cartas con apuestas por medio. Su idea para enriquecerse, desde luego, consistía en aprovecharse del deseo inherente a la mayoría de los seres humanos de hacerse ricos en un santiamén a través de un golpe de suerte.
A François y Louis les fue bien organizando timbas hasta que, hacia 1840, el rey Louis Philippe promulgó una ley que prohibía las loterías privadas y las casas de juego. En Francia acababa de ponerse freno mediante esa normativa a actividades que constituían la base de la creciente prosperidad de los hermanos Blanc. Inteligentemente, estos decidieron ahuecar el ala rumbo a Luxemburgo. Y allí conocieron al landgrave Ludwig Wilhelm de Hesse-Homburg, con quien hicieron buenas migas rápidamente. Ludwig Wilhelm se estaba devanando los sesos buscando una forma de generar cierta prosperidad en su diminuto y pobre principado, así que enseguida se dejó encandilar por esos hermanos Blanc que le prometían hacer, a cambio de su protección, un lugar turístico de primer orden en torno a una mansión de juegos como nunca se había visto. Así, de esa manera, surgió Bad Homburg, con un gran casino, un bonito resort vacacional en torno a un balneario, restaurantes de lujo, salas de baile, etc. El típico sitio que, mediante una osada campaña de publicidad, enseguida atrajo a cientos de personas de buena clase, con los bolsillos llenos, dispuestos a vivir a todo trapo en aquel entorno mientras cruzaban sus apuestas.
En 1847, François y Louis Blanc eran ricos, increíblemente ricos, pero, aparte, gozaban de una posición de gran relevancia en Hesse-Homburg. François, como mandaban los cánones, se hizo propietario de una magnífica residencia. En cambio, a despecho de los cánones, no se buscó una esposa apropiada, sino una amante de origen alsaciano: Madeleine-Victoire Huguelin (en ese aspecto, resultó más convencional su gemelo, Louis, que se casaría con Anne Catherine Gaudin). Madeleine le dió dos hijos, Camille, nacido en 1847, y Charles, nacido en 1848. Entre el nacimiento de Camille y el nacimiento de Charles, a la casa había llegado una nueva criada: Marie Charlotte Hensel.
Antes de que ninguno os pongáis a "pensar mal"...no, esta no es la historia típica del señor de la casa que empieza a perseguir por los pasillos, con claras intenciones libidinosas, a la sirvienta adolescente, mientras la señora de la casa no se entera o quizá prefiere no darse por enterada. François quería mucho a Madeleine, a la que se mantenía fiel. Sin embargo, la salud de Madeleine se deterioró a raíz del nacimiento de dos hijos consecutivos. En 1852, la mujer permaneció encamada durante largas semanas antes de fallecer.
François estaba desolado. Sin embargo, enseguida reparó en la natural vivacidad y risueño semblante de su criada Marie Charlotte Hensel, que, con diecinueve años, se ocupaba a menudo de los pequeños Camille y Charles. Para Marie Charlotte, huérfana ella misma de madre a temprana edad, resultaba fácil tratar con especial afecto a los niños que se habían quedado a cargo del padre. Los sentimientos de François hacia Marie Charlotte enseguida se transformaron en interés amoroso, pero el hombre no quería abusar de su posición para mantener una aventura clandestina con una criada todavía menor de edad, de familia pobre, casi iletrada. Le hubiera parecido un abuso. En lugar de actuar así, François decidió plantear sus aspiraciones, con franqueza, al padre de Marie Charlotte, el señor Caspard Hensel. Le explicó que amaba a su hija y que, a su debido tiempo, querría casarse con ella; antes, no obstante, debía transcurrir un período en el cual la muchacha dispondría de todos los recursos para educarse y pulirse.
Aquí me reconoceréis que esto tiene un tufillo a "My Fair Lady". François Blanc sufragó una larga estancia de Marie en París, en un ambiente selecto, para que recibiese la educación más esmerada que os podáis imaginar. La criada hija de un zapatero remendón se transformó en una dama en el curso de los dos años siguientes, aunque, por lo visto, tenía suficiente buen fondo y personalidad como para no avergonzarse de sus humildes orígenes.
El cuento se completa con la boda de François y Marie, celebrada en la iglesia de Saint Roch, en París, el veinte de junio de 1854: a esas alturas, ya habían mantenido relaciones íntimas, pues la novia estaba embarazada de cinco meses. Marie Blanc ocuparía, en adelante, un lugar importante junto a su marido, quien, entre tanto, había decidido repetir la hazaña de Bad Homburg en Montecarlo, capital del también minúsculo principado de Mónaco. La historia se repetía: el príncipe Charles III de Mónaco necesitaba una fórmula mágica para enriquecerse y dotar de cierta prosperidad a su país en miniatura, igual que antaño había sucedido con el landgrave Ludwig Wilhelm de Hesse-Homburg. François Blanc vió que ahí había un enorme filón por explotar: a fín de cuentas, el clima alemán, poco benévolo, hacía que Bad Homburg alcanzase una gran cifra de visitantes sólo en determinados meses del año, en tanto que Montecarlo, tan próximo a la Riviera Francesa, permitiría mantener un gran casino a pleno rendimiento casi todo el año.
Instalados en Montecarlo, François y Marie se zambulleron de lleno en la creación del Gran Casino. Por supuesto, seguían ocupándose, desde lejos, de Bad Homburg. En realidad, viajaban allí con frecuencia, algo muy grato para ambos, pero en especial para ella, que sentía la necesidad de devolver parte de su buena suerte a las gentes más desfavorecidas de su ciudad natal.
François y Marie enseguida crearon su familia. Tuvieron una hija, Louise Marie Antoinette Sophie, el 21 de noviembre de 1854, cuatro meses después del casamiento de los padres. Un hijo, Edmond, nacería dieciséis meses más tarde que su hermana, el 23 de febrero de 1856. Por último, llegaría al mundo otra niña, Marie Félix Blanc, el 22 de diciembre de 1859.