Bueno...para no seguir dilettando, estábamos por aquí:
Aline y Minny crecieron bajo la directa supervisión de la condesa Groben, recibiendo clases de un generoso repertorio de preceptores. Ya se ha indicado que Georgios y Olga habían definido un completísimo programa de estudios. Las chicas, al igual que sus hermanos, enseguida pudieron expresarse con fluidez en griego, inglés, alemán y francés. El ruso también les era conocido. Y aparte de las distintas materias digamos intelectuales -literatura, aritmética, geometría, ciencias, religión, música, dibujo...- se les pedía que realizasen ejercicio físico con asiduidad. El propio Georgios recordaba, con nostalgia, que, siendo él niño, había recibido clases de gimnasia junto a sus hermanos impartidas por su padre, el entonces príncipe Christian de Glücksburg, que llegaría a ser Christian IX de Dinamarca. La gimnasia también era una asignatura importante para los chicos griegos, al mismo nivel que las clases de equitación.
Generalmente, residían en el palacio real de Atenas. Pero a partir de 1871, es decir, cinco años antes del nacimiento de Minny, Georgios y Olga disponían de otro palacete situada casi veinte kilómetros al norte de Atenas. Se llamaba Tatoi. Allí se construyeron, rodeando el edificio principal, una serie de villas, mientras surgía, asimismo, una granja e incluso un viñedo. Georgios y Olga adoraban Tatoi, un sentimiento que transmitieron a sus hijos. Los chicos podían sentirse en Tatoi más en contacto con la naturaleza, rodeados de parajes encantadores. Aparte, para nuestra Minny, en realidad, Tatoi tenía su propia mística. Le entusiasmaba pensar que Tatoi estaba erigido en el mismo lugar en el que, siglos atrás, se había elevado una fortaleza espartana.
Tatoi no era el único lugar especial para la familia. En 1864, cuando las islas Jónicas se habían integrado en el reino de Grecia, los isleños habían ofrecido como regalo a Georgios I un bello palacio asentado en la colina de Analipsis, en Corfú. Georgios I enseguida encontró el nombre perfecto para su palacete de Corfú: "Mon Repos", que se traduciría del francés al español como "Mi Descanso". Efectivamente, Mon Repos inducía a un cálido y agradable descanso, en un entorno absolutamente privilegiado. A Olga le resultaba un sitio casi mágico. Sus hijos adoraban Mon Repos. A Minny, en concreto, le gustaba Corfú porque la isla ofrecía un amplio repertorio de pueblecitos pintorescos en extremo, dónde la gente conservaba viejas tradiciones con sincero fervor. Aquello espoleaba el sentimiento romántico de la princesa respecto a su país.
Para continuar...no sólo Grecia ofrecía escenarios para las princesas, aunque griegos fuesen, desde luego, los escenarios principales. Ya se ha comentado que realizaban frecuentes viajes a Rusia y Dinamarca, países natales de sus progenitores. Los abuelos rusos recibían las visitas casi siempre en el glorioso Pavlosk; los niños griegos podían percibir con claridad que no había dinastía que superase a los Romanov en lo que se refería a moverse con perfecta naturalidad entre un lujo exhuberante. Los abuelos daneses, más
modestos, organizaban sus gatherings estivales en Fredensborg, un palacio de estilo barroco francés, rodeado de cuidados jardines y parques, que se eleva a orillas de un lago (el lago Esrum) y por añadidura en medio de una isla (Sjælland). En general, los encuentros auspiciados por los abuelos daneses se caracterizaban por la atmósfera sencilla y relajada, en una curiosa ausencia de protocolo y con un programa de actividades que hubiese podido compartir cualquier familia de la buena burguesía.
Era en Fredensborg dónde, como se ha mencionado ya, los chicos griegos se mezclaban con sus primos ingleses, rusos y daneses. Y también se ha indicado que Minny enseguida entabló especial amistad con una de sus primas inglesas, Toria, y una de sus primas rusas, Xenia "Ksenija". Les gustaba montar en sus bicicletas o a caballo para recorrer los parques, así como navegar en bote por el Esrum Sø.
Las chicas griegas -Aline y Minny- caían simpáticas en la extensa familia. Aline era, ciertamente, una figura estelar en el repertorio de princesas que ofrecía aquella generación. Había heredado los rasgos de su madre, Olga, que había sido una chiquilla muy agraciada, como demuestra esta foto tomada por la época de su casamiento:
Olga.
Si se compara con una foto, cualquiera, de Aline en su juventud, el parecido salta a la vista. Los genes que Aline hubiese recibido de su padre sólo contribuían para sutilizar la semejanza con de la muchacha con su madre, confiriéndole un encanto propio:
Aline.
Pero, en Aline, la excelente apariencia no era sino una parte de un conjunto. Lo que la hacía especial era más bien el atractivo que emanaba de su grácil figura. Se mostraba siempre rebosante de vitalidad, con ganas de divertirse; podía entregarse a cualquier juego o actividad al aire libre con un entusiasmo que resultaba contagioso para quienes formaban su entorno. Había en ella una facilidad innata para meterse a todos en el bolsillo. Se trataba de la "niña de los ojos" del rey de Grecia, su padre; también la reina, su madre, mostraba una inclinación natural hacia aquella muchacha que prometía no pasar nunca desapercibida; pero lo verdaderamente revelador es que el hecho de combinar el favoritismo de su padre con la predilección de su madre no impidió que sus hermanos y hermana la adorasen. Podrían haber surgido la pelusilla, luego los celos mezclados con cierto resquemor. Pero nunca surgieron, lo que indica claramente que había en ella una personalidad arrebatadora.
Minny no igualaba ni de lejos la belleza de su hermana. Pero se trataba de una muchacha razonablemente bonita y, sobre todo, con carácter. Se mostraba retozona y bulliciosa, nadie podía ignorar su presencia porque alborotaba por dónde fuese.