La venganza de los Hamilton a Nelson
El almirante británico derrotado en Tenerife vivió una relación escandalosa con Emma, esposa de sir William Hamilton. La familia tinerfeña del aristócrata reniega de esta mujer
Tenerife marcó la vida del almirante Horacio Nelson y no solo en su carrera militar tras su derrota en julio de 1797 contra el teniente general Antonio Gutiérrez de Otero. También le provocó una aflicción y ansiedad que solo lograba sosegar su amor por Emma Hamilton (1765-1813), la mujer a la que conoció cinco años antes de perder un brazo frente a la capital chicharrera tras recibir un brutal impacto del cañón Tigre y que se convirtió en su amante con el beneplácito del marido de ella: sir William Hamilton (1731-1803), delegado real del Reino Unido en Nápoles y uno de los descendientes de la familia Hamilton que tan presente ha estado y está en el devenir de Tenerife.
Para el clan tinerfeño de los Hamilton, la historia de este pariente y aristócrata británico que se casó con la que de soltera se llamada Emma Lyon es una parte ínfima del eslabón de una estirpe que se remonta al rey Eduardo III de Inglaterra (1312-1377).
Y Eduardo es el nombre de uno de los descendientes tinerfeños de este monarca que inició contra Francia la denominada Guerra de los Cien Años. "Emma fue una mujer que se casó con William Hamilton cuando él enviudó y ella acabó muy mal, borracha y en la indigencia", zanja Eduardo Álvarez Hamilton sin querer entrar en más detalles en una de las crónicas de amor que más dio que hablar en el siglo XVIII. El chicharrerismo de Eduardo, de su hermano Julio y del primo de ambos, Carlos Pérez Hamilton, se puede tomar como otra victoria de Tenerife sobre el derrotado Nelson, el amante de esa "pobre mujer" que sedujo al aristocrático antepasado de estos tres tinerfeños. No son los únicos Hamilton que residen en la Isla.
Pasan por alto Eduardo, Julio y Carlos que William Hamilton era complaciente con esos amores que llegó a pintar en 1801 James Gillray. El caricaturista británico y grabador, famoso por sus aguafuertes basados en sátiras políticas y sociales, dibuja la actitud tolerante de sir William con el idilio entre Emma y Nelson. Ella está retratada como "Cleopatra" en el extremo superior izquierdo de un lienzo en el que Nelson es "Marco Antonio" en una composición en la que Hamilton queda caricaturizado como un comprador de antigüedades.
La historia de amor entre Horacio Nelson y Emma Hamilton fue tan real que ahora se subastan las cartas que envió el almirante inglés a su amada y también al marido complaciente.
Fue en Nápoles donde prendió el turbulento amor entre Nelson y lady Hamilton, quien tuvo que padecer la marcha de su amado y esperar hasta 1798 para volver a verlo sin un brazo, sin dientes y aquejado de una tos crónica. Había pasado un año desde la derrota en Tenerife, pero Nelson aún tuvo que bregar un año más por el Mediterráneo para tratar de aplacar una expedición francesa en Egipto. Nápoles era la base de operaciones para la flota británica.
Regresó el almirante a la ciudad italiana hecho un despojo. Tenía 40 años y a los ojos de Emma no podía ser más arrebatador. Eran almas gemelas.
La última misiva comprada en noviembre la envió Nelson a Emma Hamilton en 1801 y en ella queda claro la enfermiza relación que mantenían. En la carta, que alude a una discusión que los amantes sostuvieron la noche anterior, él se empeña en mostrar su compromiso con William Hamilton y le promete defender su integridad ante las habladurías de la gente. El marino británico se refería al escándalo que se produjo cuando su relación con Emma se hizo pública al nacer ese mismo año la hija ilegítima de ambos. A pesar de los chismorreos, Nelson acabó dejando a su mujer para vivir con su amante, algo más que escandaloso en el siglo XIX y que acabaron pagando los adúlteros.
Aunque el almirante le pidió a su amada que destruyera las cartas, ella hizo oídos sordos a la súplica y toda la correspondencia de este peculiar trío fue publicada en 1814.
La epístola subastada hace poco más de un mes alcanzó un valor de 25.000 euros. Fue en Londres en una puja en Bonhams, empresa de subastas británica fundada en 1793 en londres.
La mayor parte de la correspondencia de Nelson a Emma puede clasificarse en tres grupos, según Pedro Amado, uno de los principales estudiosos del almirante británico y periodista de la revista naval Todo a babor. Al principio, en los mensajes predomina la lascivia, para pasar después a revelar sentimientos de amistad conyugal y concluir con reproches mutuos, "en los que el marino se muestra indiferente ante las necesidades de afecto de Emma", explica Amado.
Sir William Hamilton asistía impasible a esta relación llena de altibajos sin tan siquiera pensar en interponerse entre los amantes. Cuando Nelson se divorció, permitió que se fuese a vivir con ellos a las afueras de Londres. "La naturalidad con que este menage-a-trois se desenvolvía públicamente, incendió los ánimos más conservadores del estamento naval", relata Pedro Amado, hasta el punto de que Nelson fue apartado de Emma con regularidad mediante la asignación de misiones para acallar habladurías que 200 años después aun sonrojan a la familia de Hamilton en Tenerife.
Amado, experto en el almirante británico, también da pistas de cómo fue el embarazo de lady Hamilton. "A finales de 1800 la estilizada figura de Emma cambió" y a principios de 1801 nació Horacia. El nombre dado al bebé era otra provocación de una pareja más que feliz que compartía esta dicha con sir William, ya de 70 años, quien veía como la aventura de su esposa le daba vida.
En el verano de 1805, las mejillas del almirante Nelson, de 47 años, se llenaban de lágrimas cuando se despedía de Horacia y Emma en la casa de los Hamilton en Merton Place antes de partir hacia Portsmouth para embarcar rumbo a la batalla de Trafalgar. Ya había muerto sir William dos años antes.
"Una vez en este puerto, se sentía tan solo que buscó consuelo en dos espléndidas cortesanas", detalla Pedro Amado. Emma se enteró y no dudó en insinuarle que ella pagaba con la misma moneda la infidelidad del jefe de la flota inglesa en Trafalgar.
El experto en el marino inglés narra las últimas horas de Nelson. "A las tres de la mañana del 21 de octubre de 1805, el capitán Hardy salía de su cabina en el Victory y, al pasar por delante de la de Nelson observó que la puerta estaba ligeramente entreabierta. Golpeó con los nudillos y, al no obtener respuesta, entró en la estancia y vio al almirante arrodillado en un reclinatorio ante una imagen divina que presidía su camarote".
"Nada es seguro en un combate naval querido Thomas, algo siempre depende de la suerte", contestó cuando se le preguntó por su malestar. Nelson moría a los 47 años en plena batalla de Trafalgar. Poco antes de comenzar el ataque, Nelson envió uno de sus últimos mensajes codificados. El penúltimo y rezaba: England expects that every man will do his duty (Inglaterra espera que todo hombre cumpla con su deber). Dada la trascendencia de la batalla, y el hecho de la muerte de Nelson y la victoria británica contra franceses y españoles, la frase quedó inmortalizada dentro del acervo popular del Reino Unido y se repite hasta el día de hoy, explica el redactor de Todo a babor.
Horacio Nelson murió ese 21 de octubre de 1805 con una victoria, pero desacreditado por la relación con una mujer que le emparentó con una familia, los Hamilton, que se ha hecho fundamental en la única plaza que perdió: Tenerife.
Desembarco
Seis años después de la muerte de Nelson, en 1811, aparece en Tenerife el primer Hamilton. Lewis Gellie (1798-1877). Tenía solo 17 años cuando desembarco en Puerto de la Cruz, con un problema respiratorio, probablemente asma. Su padre, John Hamilton, proveía a los buques de Escocia.
John Hamilton nació en 1731, 24 años antes que su pariente William Hamilton, el marido de esa Emma que enamoró a Nelson en 1793.
La historiadora tinerfeña María Carrillo reflexiona sobre la historia a tres bandas de Hamilton, Emma y Nelson con epicentro en Tenerife. "Sir William aparece como tío octavo de Lewis Gellie", el primer Hamilton que llegó a la Isla, "y su esposa, Emma Hamilton, sería tía octava política del propio Lewis, circunstancia que no deja de ser bastante sorprendente conociendo la vinculación del que fuera su amante con la historia de la isla de Tenerife. La familia prospera hasta hoy en día en la Isla sin pararse tan siquiera un minuto en "esa mujer".
Emma Hamilton nació en 1765 en Nesse, Inglaterra. Hija de Henry Lyon, herrero de profesión y Mary Kidd, pasó una adolescencia y primera madurez bajo el fingido nombre de Emma Hart, inmersa en una vida desenfrenada y lujuriosa en Londres. Conocida amante del aristócrata Charles Greville, sobrino de William Hamilton, éste la envió a Nápoles para que entretuviese a su tío y poder casarse con una aristócrata británica. Emma llegó a Italia y conoció a William Hamilton, 34 años mayor que ella. Se convirtió en una refinada cortesana, que deleitaba a los invitados del Hamilton con sus seductores bailes.
En 1791, se casó con sir William, pasando a ser lady Emma Hamilton y se ganó el favor de la reina María Carolina de Nápoles, hermana de María Antonieta.
Sir William falleció en 1803 y dejó a su esposa una pensión anual de 800 libras, una fortuna en la época. Dos años después murió Nelson, quien en su testamento solicitó al Gobierno británico protección económica para su amada. La última voluntad del almirante quedó en papel mojado y Emma se declaró en bancarrota. Fue arrestada en 1813 por deudas y ese mismo año murió en la localidad de Calais, en Francia, donde trató de huir. "Una pobre mujer que se gastó todo", insiste Eduardo Pérez Hamilton uno de los representantes de la familia.
Un problema de asma que en 1811 mutó en una estirpe consignataria
Lewis Gellie, el primer antepasado de la familia que pisó la Isla, fue un próspero negociante que abastecía de carbón y víveres a los buques.
Julio y Eduardo Álvarez Hamilton guardan como oro en paño el contrato que hizo a su antepasado Lewis Gellie al viajar desde Escocia a Tenerife en el siglo XIX. El documento cambió la vida de este escocés con problemas respiratorios que llegó a la Isla en 1811. Más de dos siglos después, sus descendientes siguen en ella y llevan a gala una pasión por esta tierra que roza con gracia el insularismo.
Es retranca o una especie de ironía propia de los escoceses que caracteriza también a los gallegos. Y es que por las venas de Julio y Eduardo, además de sangre escocesa, corre sangre gallega. Su padre era de Betanzos (La Coruña). Pero sobre todo, presumen de sangre chicharrera.
Lewis Gellie puede descansar tranquilo. Su decisión de mudarse a Tenerife, con tan solo 17 años, fue un acierto para sus familiares. Han sabido defender su legado. Hasta 2010 mantuvieron la consignataria con la que él comenzó un próspero negocio aprendido de su padre, abastecedor de los buques de Escocia.
"Ël vino a Tenerife como aprendiz del dueño de Bruce&Cia y porque tenía problemas respiratorios", explica Julio Álvarez Hamilton sobre su antepasado. El detalle sobre la salud es vital en la elección de la Isla como destino porque en el siglo XIX Puerto de la Cruz era una localidad muy conocida entre las altas clases británicas para el turismo de salud.
Tanto se recuperó Lewis Gellie y tan avispado fue que en 1837 se quedó con todo el negocio del señor Bruce, amigo de su padre, y dedicado al comercio naval con Europa y a la atención a los buques que recalaban en el Puerto de Tenerife. Gilbert Stuart Bruce (1782-1861) fue intermitentemente cónsul británico en Canarias.
Habían pasado tan solo 26 años desde que un Lewis Gelllie menor de edad desembarcase en la Isla. Con poco más de 40 y gracias a su tenacidad compró el negocio de su mentor y se convirtió en el primer consignatario de Canarias. La empresa pasó a llamarse Hamilton&CO y servía de base de repostaje de carbón y víveres para los barcos que pasaban por Tenerife. El origen británico de la firma atraía también a los tripulantes de esas embarcaciones, que no dudaban en descansar en la Isla antes de emprender larguísimos viajes.
Sus descendientes ampliaron el negocio con la exportación de vinos, cochinilla y la producción de plátanos. Más de 120 años después de crear la marca Hamilton, en 1957, la consignataria se estableció en Gran Canaria para atender las necesidades de los buques que arribaban a las dos provincias.
En 1980, la compañía muy diversificada y con multitud de negocios quedó en manos de los hermanos Álvarez Hamilton, que en 2010 vendieron la parte consignataria. Ahora se centran en el negocio inmomibiliario y de consulta.
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