Efectivamente esos son los errores.
Nuestro adorado Henrik hacía un poco lo que le salía del copete, en parte porque esa entrañable barriga limitaba el espacio cuando las bandas se quedaban pequeñas. Encima era travieso, porque en Luxemburgo llevaba al menos dos placas sobrepasando la parte derecha de la banda, pero si uno se fija en la chaqueta del uniforme, teóricamente sigue siendo la mitad izquierda del torso.
La placa que sí está claramente en la mitad derecha, es la de la Orden de la Legión de Honor francesa que Henrik siempre lucía.
Ya que hemos visto a Trix con la placa de la Orden del Elefante danesa en el lugar incorrecto, vamos a seguir observando las incidencias que ha traído y trae esta condecoración. De hecho deberían cambiarle el nombre por el de Orden de los Disgustos, porque tela Manuela.
La última vez que un
royal apareció dando el cante con la dichosa placa, fue en la visita de Estado de los Reyes de los Belgas a Dinamarca. El disgusto que me dio Matilde cuando se abrió el portón del Palacio de Christiansborg y vi esa placa.


Hay algo que nos muestra que o bien los
royals no utilizan mucho la lógica o son unos miedicas de cuidado. Si nuestro consorte lleva la misma condecoración que nos ha sido otorgada, pues lo más normal es percatarse del error, más si él no lo ha cometido. Y en cuanto se capta que algo está mal -no puede ser que en un matrimonio uno tire para la derecha y el otro para la izquierda- no tener miedo a agarrar la placa, retirar el enganche del alfiler y clavarla en el lugar correcto. Aunque debo decir que ser
royal debe tener sus sacrificios, pero entre ellos debería encontrarse la obligación de conocerse las órdenes y condecoraciones al dedillo. Al menos las de otras dinastías.