A ver, a ver...
Por partes, jajajaja.
Catalina fue una reina excepcional. Al igual que sus hermanas -Isabel, Juana y María- creció teniendo plena conciencia de que pertenecía a una familia singular, porque no sólo su padre era rey por derecho propio, sino que también su madre era reina por derecho propio, no una simple consorte. Y además sus progenitores se encontraban en la época de gran expansión: Catalina tenía seis añitos cuando se apoderaron finalmente de Granada. Los hijos de los soberanos, incluyendo a aquella niña, cabalgaron detrás de sus augustos progenitores hasta la Alhambra, un momento crucial para la monarquía hispánica.
Catalina, por lo tanto, se fue haciendo mayor sabiendo perfectamente lo que significaba ser infanta de Aragón e infanta de Castilla a la vez. Además, pronto le inculcaron la idea de que estaba predestinada para el trono inglés. Incluso su propio nombre de pila parecía una señal: se la llamó Catalina en honor a una de las abuelas de Isabel, Catherine de Lancaster, hija de Juan de Gante con Constanza de Castilla. Catherine de Lancaster llegó de Inglaterra a Castilla para convertirse en la primera princesa de Asturias, luego reina consorte de Enrique III. Eso, nuestra Catalina lo tuvo muy presente en cuanto se le explicó que se la comprometía con Arthur príncipe de Gales.
Los primeros años de Catalina en Inglaterra fueron muy, muy difíciles. Estuvo sometida a durísimas pruebas desde el preciso instante en que falleció Arthur, poco tiempo después de la boda y de que les mandasen a ambos al castillo de Ludlow, en las marcas galesas. Hay que recordar que Catalina tenía dieciséis años y tres meses cuando murió Arthur. A partir de entonces, ingleses y españoles discutieron su futuro; en un primer momento, la mejor solución consistía en comprometerla con el nuevo príncipe de Gales, Henry, hermano menor del difunto, pero los ingleses tenían sus dudas. Mientras su suegro esperaba que la mantuviese "el dinero español" y su padre, desde la distancia, insistía en que debían mantenerla con todo decoro "los cuartos ingleses", la pobre Catalina veía como disminuían sus opciones. Tuvo que resultarle muy doloroso comprobar que Henry VII prefería, en determinados momentos, otras candidatas, entre ellas dos de las pequeñas sobrinas de Catalina, Eleonora e Isabella de Austria (las hijas de Juana con Felipe el Hermoso).
Catalina resistió aquella andanada. Se templó igual que el acero, por así decirlo. Y creyó que Dios le había confirmado su especial destino en el momento en que, recien fallecido Henry VII, el entonces joven, muy apuesto e inteligente Henry VIII escoge casarse con ella. A Henry, en parte, le venía bien, pero, además, estaba enamorado de la muchacha, algo que ella percibía con claridad.
Catalina fue una esposa magnífica durante décadas. Estaba preparada para serlo. Se tomaba muy en serio dirigir y auditar cuidadosamente los gastos en la corte, igual que se tomaba muy en serio la tarea de confeccionar y bordar con primor las camisas de su esposo. En idéntica medida, en ausencia de su marido interpretó con intrínseca dignidad y elegancia el papel de regente. Hizo un gran papel, incluso cuando el reino se vió amenazado desde el norte por los escoceses.
Si a Catalina no se le hubiesen malogrado sus hijos varones, Henry jamás -repito, jamás- hubiese cuestionado ni por un instante la legitimidad de su unión. De no haber muerto, por ejemplo, aquel principito Henry nacido en el Año Nuevo de 1511 con apenas siete semanas, Henry habría mantenido a Catalina a su lado hasta el final. Sí, seguramente se hubiese alejado de ella poco a poco, a medida que ella "estropeaba su físico" y se hacía demasiado matronil para el gusto -erótico- del rey. Seguramente habría coleccionado algunas amantes, quizá podría haber tenido una favorita oficial u oficiosa, etc. Pero nunca habría descartado a Catalina.
El problema de Catalina es que de sus retoños sólo fructificó una niña: Mary. Y aunque el rey Henry mostraba adoración por la pequeña Mary, una hija ofendía su orgullo masculino. Hay que tener en cuenta que ninguna mujer había reinado en Inglaterra, es decir, no había garantizado por sí misma la continuidad de un linaje. El caso de la emperatriz Maud proyectaba más sombras todavía sobre la perspectiva de un ascenso al trono de Mary. De lo desesperado que estaba Henry por encontrar una solución es prueba que, en un momento dado, se consideró la opción de pedir una dispensa especialísima al Papa para que Mary pudiese casarse con su medio hermano bastardo Henry duque de Richmond, el hijo el rey con Bessie Blount. Era una idea demencial...pero el hecho de que llegasen a tener aquella idea, refleja cómo se vivía la carencia de un heredero masculino legítimo del monarca.
Anne Boleyn supo cautivar a Henry en un instante crucial en la vida de él. Ya era un hombre maduro, con un matrimonio de larga duración a sus espaldas y frustrado por la carencia de herederos. Estaba en una posición en la que cualquier damisela "joven y fresca" podía nublarle el entendimiento. Anne no fue la primera que le atrajo, pero fue la que supo enamorarle sencillamente porque se le resistía. Se le resistió durante muchos años, le íba dando una de cal y otra de arena porque se negaba a interpretar el papel de efímera concubina. Cuando Anne por fín cedió a los requerimientos del monarca y se quedó embarazada casi en un abrir y cerrar de ojos, él se lo tomó como una bendición de Dios a sus planes de repudiar a Catalina -incapaz de proveer hijos- para tomar una consorte apropiadamente fértil. Cierto que Anne no ofrecía valiosas conexiones dinásticas. Pero ofrecía hijos, y los hijos, en aquella tesitura, eran lo que Henry deseaba por encima de todas las cosas.
El amor de Henry por Anne se apagó...porque ella también falló en su misión. Si Anne en vez de una Elizabeth hubiese tenido un Henry o un Edward, se hubiese convertido en una consorte inamovible. Pero Anne dió una Elizabeth. A partir de ahí, sus embarazos -al menos dos, que yo recuerde- tampoco fructicaron. Uno de sus abortos se produjo ya avanzada una gestación, por la impresión recibida cuando se le comunicó la noticia errónea de que su marido había muerto a resultas de las heridas sufridas en un torneo (Henry pemaneció inconsciente mucho tiempo, pero, al final, reaccionó; estaba muy magullado, pero con capacidad para sobreponerse a sus lesiones).
Es cierto que el aspecto menos simpático de Anne es el maltrato al que sometió a Mary. En esa historia, Mary merece mucha compasión. De ser la niña mimada de su papá, que la había denominado "la perla más valiosa de mi reino" y había considerado brillantes matrimonios para ella, pasó a ser la hija de una reina a la que se le negaba la condición de reina. Catalina se transformó, oficialmente, en "la princesa viuda de Gales", lo que significaba que se la consideraba la viuda de Arthur, nunca esposa legítima de Henry. Mary pasaba a tener el rango de "lady Mary", no de la princesa Mary. Para la chiquilla tuvo que ser muy amargo que, de pronto, se le exigiese que presentase sus homenajes a la "reina Anne" y, en especial, a "la princesa Elizabeth". Hay algo magnífico en el
modo en que Mary se resistió ante aquella situación, la forma en que plantó cara en defensa de su madre y de sí misma.
Anne intentó reconciliarse con Mary...demasiado tarde. Es probable que Anne hubiese sido demasiado arrogante y soberbia, eso no lo discuto. Pero en realidad lo que la hacíar reaccionar así eran los celos. Siempre supo que ella no podía exhibir el pedigree ni las conexiones de Catalina. Ella no estaba vinculada a ninguna dinastía real. Su propia familia materna, los Howard, la observaba con franca antipatía porque había osado picar demasiado alto. Los Boleyn eran unos arribistas, que la apoyarían mientras se beneficiasen. Anne estaba sola, en realidad. Dependía de un hombre que siempre le señaló que, con la misma facilidad con la que la había encumbrado, podía rebajarla en cualquier momento. De
modo que veía que el suelo temblaba bajo sus pies...y bajo los de su hija. Los celos hacia Mary la volvieron cruel con su hijastra. Pienso -conjetura mía- que es muy posible que, en la última etapa, Anne intentase avenirse con Mary no sólo para intentar reforzar su posición sino para asegurarse de que, en el peor de los casos, la hija de Catalina mostraría compasión hacia la pequeña Elizabeth.
Ahora bien...el mal bicho, en este culebrón, es Henry. Que nadie se olvide de que descartó a Catalina, mandándola a languidecer en una oscura fortaleza, para tener a su lado a Anne. Pero, posteriormente, empezó a buscar la manera de quitarse de enmedio a Anne porque, de pronto, le entró por el ojo Jane Seymour, una muchacha "virtuosa y honorable". Pensad que el rey Henry permitió que se pusiese en marcha una oscura trama contra Anne. No sólo se la acusó querer envenenar a Mary y a Henry de Richmond, ni de cometer adulterio con varios cortesanos...sino también de haber incurrido en incesto con su querido hermano George Boleyn, el vizconde Rochford. Había que "envilecer" tanto a Anne que no se pararon en barras. Y mientras Anne estaba en la Torre...una pobre mujer enloquecida por el miedo...Henry seguía cortejando a Jane Seymour. Anne fue decapitada un 19 de mayo...y Henry celebró su compromiso con Jane el 20 de mayo. La boda de Henry con Jane tuvo lugar el 30 de mayo.
Anne pagó un precio elevadísimo por su ambición y su determinación.