Ingrid lució el aderezo de esmeraldas de las Joyas de la Corona, consistente en tiara, pendientes, collar y broche. Un total de 67 esmeraldas y 2.650 diamantes conforman las cinco piezas del aderezo. Además, el broche se puede desmontar en otros tres más pequeños. Las 26 esmeraldas de talla más grande, datan de 1723, siendo un regalo de Christian VI a la Reina Sofía Magdalena tras el nacimiento del futuro Federico V. El resto de gemas pertenecieron a la Princesa Carlota de Dinamarca. Por último, los diamantes, también formaban parte de la colección real. El joyero C.M. Weisshaupt montó el aderezo con dichas gemas para la celebración de las bodas de Plata de los Reyes Christian VIII y Carolina Amalia en 1840.

Precisamente el origen de la historia de las Joyas de la Corona se remonta a Sofía Magdalena, ya que en su testamento, de 1746, estipuló que sus joyas debían estar siempre a disposición de la reina consorte, con el argumento "hay tan pocas joyas en esta Casa Real y ninguna de la corona". Aquellas joyas incluían horquillas, pendientes y collares de perlas engastados con diamantes, pero la mayoría han sido reformadas por las soberanas a lo largo de la historia.
En la actualidad, las Joyas de la Corona consisten principalmente en cuatro grandes conjuntos. Todos ellos constan de collares, pendientes y broches, y tan solo uno de ellos, consta de una tiara. Los cuatro aderezos siguen manteniendo el diseño que le dio la Reina Carolina Amalia -consorte de Christian VIII- en 1840. Reutilizando las joyas originales de Sofía Magdalena y añadiendo piedras preciosas adicionales, encargó cuatro aderezos que se ajustaban más a la
moda de la época, entre ellos, el de esmeraldas.

Además de los aderezos, las Joyas de la Corona atesoran piezas adicionales que fueron legando reinas posteriores. Todas ellas son propiedad del Estado, quedando restringido su uso dentro de las fronteras danesas. La Reina no las lleva consigo en sus visitas a otros países. Cuando las Joyas de la Corona no están en uso, se custodian en el sótano del Castillo de Rosenborg o en la "Jaula de Oro" del Museo del Palacio de Amalienborg.
Ingrid combinó el aderezo con un gran brazalete floral de diamantes. Esta pieza fue un regalo realizado por Óscar I de Suecia y Noruega a su nuera, Luisa de los Países Bajos, en 1850. El brazalete fue heredado por su única hija, la Reina Luisa de Dinamarca, consorte de Federico VIII, cuya llegada a la Corte danesa supuso una importante ampliación del joyero real.
La Princesa Luisa de los Países Bajos, Reina de Suecia y Noruega, con el brazalete (muñeca izquierda)Tras la muerte de la Reina Luisa en 1926, el brazalete pasó a formar parte de la fundación de joyas de la familia. Dicha fundación, integrada por otras joyas de la misma Reina -como un aderezo de perlas y diamantes- no permite que la colección se desintegre ni que salga de la rama principal. El soberano titular será quién las custodie siempre.

La Reina Margarita, a lo largo de los años, ha hallado distintas formas de lucir este brazalete. Ha aparecido infinidad de veces con él dispuesto como gargantilla, cerrado con una cinta de seda al cuello y combinado con otras piezas históricas.