Cuando descendieron del coche, se desveló el secreto mejor guardado: el vestido de novia. Fue diseñado por el danés Jørgen Bender. De líneas sobrias, fue confeccionado en seda francesa. Con mangas largas y estrechas y escote cuadrado hasta los hombros, llevaba unos apliques de antiguos encajes en la parte delantera. La falda era acampanada, con dos profundos pliegues que salían desde las caderas. La cola, que medía alrededor de seis metros de largo, caía desde los hombros y se podía separar del vestido.
La Princesa Margarita de Connaught el día de su bodaEl encaje del vestido, al igual que el velo, procedía de las monjas de Connaught. El velo, de encaje irlandés, es una pieza que tiene mucha historia. Fue utilizado por la Princesa Margarita el día de su boda con el Príncipe Gustavo Adolfo de Suecia en la Capilla de San Jorge en Windsor, en 1905. La Reina Ingrid también utilizó el velo y el encaje en su boda en la Catedral de Estocolmo en 1935, iniciando así una tradición que ha llegado hasta nuestros días.
La Reina IngridMuchos años después, en 1964, la Reina Ana María utilizó el mismo velo y dos franjas de estrecho encaje en la parte frontal de su vestido de novia. Margarita, por el contrario, llevó una amplia pieza del mismo que iba desde el escote a la falda de su vestido. Benedicta hizo lo propio en 1968, incorporando dos piezas de encaje en el lateral de la falda. Los vestidos de las tres hermanas estuvieron firmados por Jørgen Bender.
La prolífica relación de Bender con las damas de la Familia Real, la inició la Reina Ingrid. Durante sus primeros años como Reina, sus vestidos de gala se confeccionaban en los talleres de costura de Illum. Aquel atelier ha devenido hoy en día en una de las cadenas de
moda de lujo más importantes de Escandinavia. La Reina Ingrid les brindó relevancia internacional cuando les encargó el vestuario que luciría durante la visita de Estado a Francia en 1950. Durante una de las recepciones de gala, la Reina llevó un inusual vestido llamado "El Cisne Negro". Confeccionado en tul negro fruncido, cuerpo con tirantes y pliegues drapeados con costuras hasta la cintura, llamó la atención en la meca de la
moda por su sobria elegancia. El guardarropa de Ingrid conserva sus notas manuscritas acerca del proceso de diseño de sus vestidos. En una de ellas se puede leer que le pidió su parecer al Rey Federico acerca de ese vestido y si era adecuado para la visita francesa. Los miembros de la realeza no solían vestir de negro en los eventos de gala, salvo si estaban en época de luto. No fue hasta la década de los 50 cuando empezó a ponerse de
moda e Ingrid se convirtió en referencia por su sencilla elegancia.
Pero la Reina Ingrid pronto comenzó a experimentar nuevos horizontes y a salirse de la tradición impuesta. Conocida su afición por adquirir telas en los países que visitaba, sobre todo asiáticas e italianas, en 1958 llamó a las puertas de Holger Blom. Con él crearía un tándem perfecto que produciría preciosos diseños. Dos de ellos los lució en la boda de los Príncipes Juan Carlos y Sofía en 1962. El primero, lucido en la escalera de Atenas. Un espectacular vestido de organza de seda color turrón con puntos dorados adquirida en Roma y forrado íntegramente en seda color rosa; el segundo, lucido durante la ceremonia, de gasa de seda roja. También fue de Blom el diseño de crepé de seda verde que lució en la boda de la Princesa Ana María y el Rey Constantino en 1964.
Tras la muerte de Holger Blom, la Reina continuó siendo cliente de su sucesor, Jørgen Bender. Él creó diseños tan aclamados como el vestido de raso de seda verde esmeralda con plumas de avestruz lucido en la gran cena de Persépolis en 1971. Cuando la Princesa Margarita se casó, recibió el gran reto de crear 15 vestidos de gala para las damas de la Familia Real. Entre ellos se encontraban los trajes que vistieron la Reina Ingrid y sus hijas Margarita y Benedicta. El mayor desafío fue, sin duda, el vestido de novia, que resultó ser todo un acierto. También vistió a las damas de honor con diseños de seda tailandesa estilo imperio y color azul pálido.

El velo y el encaje no era lo único que recordaba a la madre de la Reina Ingrid. Margarita también llevaba un broche cuajado de diamantes prendido en su vestido. La joya, con una preciosa forma de margarita, fue uno de los regalos de boda que recibió Ingrid de su padre. Gustavo Adolfo encargó que se hiciera con diamantes de su difunta primera mujer. La misma Ingrid lució ese broche el día de su boda con Federico en 1935 y se lo regaló, muchos años después, a su primogénita por su 60 cumpleaños.
A su vez, el ramo de novia era enteramente blanco y estaba compuesto por margaritas, pequeños claveles, rosas y mirtos. Éstos últimos provenían de mirtos descendientes del original plantado por la abuela Margarita en el palacio de Sofiero, en Suecia.