Una jovencísima Alice con su hermano favorito, Bertie:
Vicky, la maravillosa Vicky, se comprometió con apenas dieciséis años con el príncipe Friedrich "Fritz" de Prusia. Fritz, que estudiaba en la universidad de Berlín, era el hijo del entonces príncipe heredero Wilhelm y la esposa de éste, Augusta de Saxe Weimar. En teoría, Wilhelm y Augusta representaban el elemento liberal en la rígida, pomposa, ultraconservadora y militarista corte prusiana, razón por la cual contaban con la simpatía del príncipe Albert. En sus conversaciones con el barón Stockmar, Albert había fantaseado acerca de una Alemania unida en torno a Prusia, pero a una Prusia que hubiese asimilado un constitucionalismo de marcado sesgo liberal al estilo británico. La idea de emparejar a su brillante Vicky con Fritz, el guapo y prometedor heredero prusiano, era un primer paso en esa dirección.
El encuentro de Fritz y Vicky respondió, por tanto, a un "apaño" dinástico con serias implicaciones políticas, pero, afortunadamente, ambos se enamoraron en cuanto se conocieron. Fritz se quedó deslumbrado ante aquella chiquilla que rezumaba confianza en sí misma, que, a su vez, estaba prendada del atractivo príncipe prusiano que contaba con todas las bendiciones de su adorado papá. El idilio avanzó fácilmente hacia el natural desenlace: una declaración en toda regla que se transformó en compromiso oficial. Por deseo de Albert y Victoria, la boda, empero, no se celebró hasta que Vicky no alcanzó los dieciocho años de edad.
Alice asistió, de cerca, a la romántica ceremonia que unió los destinos de Vicky y Fritz. Por supuesto, la muchacha representó el papel de dama de honor para su hermana, siendo inmortalizada en un maravilloso retrato firmado por Winterhalter...
Alice.
Pero Alice también vió cómo se venía abajo su padre ante la marcha de Vicky a Berlín. Albert bebía los vientos por su Vicky, de
modo que reaccionó con una espesa melancolía a la ausencia de esa hija tan especial para él. Los signos de depresión del príncipe consorte preocuparon al principio, e irritaron después, a la reina, que, en cierto
modo, no podía dejar de sentirse celosa ante la gran complicidad que había existido desde siempre entre su esposo y la primogéntia de ambos.
En aquellas circunstancias, Alice hizo lo que pudo por elevar la moral de su padre. Albert pronto reconoció, agradecido, los esfuerzos y desvelos de Alice, a la que consieraba una hija buena y cariñosa, aunque, por supuesto, no podía experimentar hacia ella el mismo orgullo apasionado que le inspiraba Vicky.
Pero en esa época, Albert reparó en Alice como no había reparado anteriormente, precisamente porque la joven no quedaba ensombrecida por la radiante presencia de Vicky. Fiel a su naturaleza, Alice pasaba largas horas distrayendo y atendiendo a su anciana abuela, Victoria duquesa de Kent, en la residencia que ésta ocupaba en el recinto de Windsor: Frogmore House. La dulzura y la paciencia de Alice se manifestaban día a día, cuando leía con voz pausada o tocaba el piano durante horas para solaz de la achacosa viejecita en la que se había convertido Victoria duquesa de Kent.
Alice tenía su propio valor, pensó Albert, que, enseguida, consideró que su hija merecía un marido con quien formar en su momento su propia familia no menos que Vicky. La tarea de encontrar un novio para Alice había comenzado...