Foro DINASTÍAS | La Realeza a Través de los Siglos.

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 Asunto: Tricentenario de Carlos III
NotaPublicado: 20 Ene 2016 14:29 
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Tricentenario de Carlos III, el Rey de la Ilustración
Nacido el 20 de enero de 1716, las conmemoraciones de un Monarca reformista y moderado tendrán lugar a finales de 2016
JESÚS GARCÍA CALERO

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Hoy se cumplen trescientos años del nacimiento de un Rey moderado y reformista que, en la era de las monarquías absolutas, supo emprender un camino de progreso que Julián Marías llamó «La España posible». Carlos III es epítome de los valores de la Ilustración en nuestro país, un Rey del antiguo régimen que puso en marcha a toda la sociedad en un siglo de grandes cambios y avances científicos. La conmemoración de este centenario que se celebrará sobre todo en el último tercio de 2016, no es hagiográfica pero recuerda los valores del «rey arqueólogo» que inició y protegió las excavaciones de Pompeya, del «mejor alcalde» que fue tan querido en Nápoles como en Madrid, y que tiene algunos mensajes contemporáneos relevantes.

Entramos en la Real Academia de la Historia para conversar con su directora, Carmen Iglesias, especialista en el XVIII y futura comisaria de la gran exposición que se prepara para finales de año. En su despacho, un retrato de Campomanes, copia de Bayeu de un original de Mengs, es tan solo una de las referencias palpables de la época de Carlos III. Para Carmen Iglesias fue un «Rey reformista moderado y un Monarca ejemplar, consciente de que el gobernante debe serlo». Comentamos que, no casualmente, el retrato de Carlos III preside hoy el despacho de Felipe VI, signo elocuente. «Es importante ese mensaje en un momento como el actual en el que la ejemplaridad no abunda en la clase política», advierte Iglesias.

Los consensos en la visión del pasado no son frecuentes en España y la historiografía del siglo XX sufrió la misma bipolaridad con respecto al XVIII. «La derecha historiográfica, por lo demás muy importante, representada por Menéndez Pelayo, consideraba que el siglo XVIII era un desastre extranjerizante. Y el materialismo histórico, la izquierda de la época, decía que no había habido verdadera ilustración y que no se había hecho la revolución», comenta la académica. Felizmente está superado ahora, añade: «La ilustración española tuvo énfasis propios pero participa de lo que François López llamaba el convoy semántico de las Luces: razón, ciencia, felicidad, sentimiento. Porque la Ilustración no fue un monstruo de la razón. Representa unos valores occidentales que vienen de muy larga data y se consolidan, fructifican y se socializan en amplios sectores de la sociedad en el XVIII».

Reformas en todos los ámbitos
¿Cómo fue posible? Carlos III puso toda la sociedad en marcha, imprimió cambios en todos los ámbitos. «Lo importante es que no solo los intelectuales participan -el Padre Feijóo decía cosas más avanzadas que muchos coetáneos- sino que los gobernantes también cambian, proceden ahora del derecho o la medicina, consolidan una corriente que venía de los novatores del último tercio del XVII, gente que quería para España lo que ya sucedía en Europa», afirma Iglesias.

Ministros de primera fila: Campomanes, Aranda, Floridablanca... «Y una de las más ambiciosas reformas educativas de nuestra historia, desde la base hasta la universidad. La importancia que Jovellanos expresa en su elogio de Carlos III: “Por fin resplandeció la verdad”, España se ponía al día».

Carlos III había ido a reinar a Italia con 15 años. Cuando llega a España, a la muerte de Fernando VI, interioriza que la Monarquía que hereda es una unidad. «Cuando viene de Nápoles entra por Barcelona». El siglo XVIII fue para Cataluña un siglo de progreso. «Quedan abolidas las fronteras interiores. Crea un mercado interior en el que Cataluña y País Vasco inician su liderazgo industrial». El cambio se traduce «en una España que con la red de carreteras y la llegada del ferrocarril, permite desarrollarse el mercado interior del que dependían esas zonas para su progreso». La reforma de los Arsenales y el apoyo al comercio con América tampoco fueron abandonados.

Otro mensaje para nuestra época: «Se pueden hacer las cosas, la empatía y la razón son valores de la Ilustración. Y desde luego podemos disentir pero no hay que aniquilar, sino dialogar y persuadir. La razón ayuda a lograrlo. Por eso sobrevivimos. El peligro está en la falla que tenemos en el sistema educativo actual, porque las simplificaciones llevan al totalitarismo que hemos conocido en el siglo XX. Ahora hay generaciones que han sustituido el conocimiento histórico por tópicos ideológicos», remacha.


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http://www.abc.es/cultura/abci-tricentenario-carlos-ilustracion-201601200229_noticia.html

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 Asunto: Re: Tricentenario de Carlos III
NotaPublicado: 20 Ene 2016 14:35 
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El nacimiento de Carlos III, trescientos años después
José Luis Clares Molero - Archivo Histórico Nacional

El nacimiento de Carlos III.
El 20 de enero de 1716, entre las tres y las cuatro de la madrugada, en el destartalado Alcázar de los Austrias, nacía el niño que con el paso de los años iba a ser investido como rey de España con el nombre de Carlos III. Fruto del matrimonio de Felipe V con su segunda esposa, la parmesana Isabel de Farnesio, mujer de fuerte personalidad y opinión política propia, el nuevo infante venía al mundo con pocas posibilidades de ser proclamado rey de la Monarquía hispana. Efectivamente, el hecho de que en el momento de su nacimiento vivieran tres de los hijos del primer matrimonio de su padre (Luis, Felipe, muerto tres años después y Fernando) convertía en casi imposible su acceso al trono español.

Por ello, como heredero de los derechos de su madre, parecía destinado desde su nacimiento a ser una pieza destacada en la lucha por recuperar la influencia española en Italia: heredó inicialmente de su madre los ducados de Parma, Plasencia, Toscana en 1731 y, más tarde, al reconquistar Felipe V el Reino de Nápoles y Sicilia en el curso de la Guerra de Sucesión de Polonia (1733-1735), pasó a ser rey de aquellos territorios con el nombre de Carlos VII. Contrajo matrimonio en 1738 con María Amalia de Sajonia, hija de Federico Augusto II, duque de Sajonia y de Lituania y rey de Polonia. La muerte de su hermano Fernando VI en 1759 la trajo el trono de España que tan lejano parecía a la hora de su nacimiento.

El ceremonial regio en el nacimiento de Carlos III.
Los documentos relativos al nacimiento del entonces infante Carlos nos muestran el ceremonial seguido por la familia real con motivo de la llegada de un nuevo miembro. La confirmación del embarazo de la reina ya era objeto de comunicación oficial, informando del hecho a las autoridades y a las familias reales. Incluso el momento del parto se convertía en acontecimiento oficial, con
invitación a miembros de la nobleza, autoridades e incluso miembros del cuerpo diplomático.

Inmediatamente de nacer, el niño fue bautizado por el Patriarca de las Indias. Después del amanecer se celebró un besamanos real y se ordenó cantar un “Te Deum” en la Real Capilla. A las dos y media de la tarde se hizo una salida pública para acudir a dar gracias a Nuestra Señora de Atocha, y durante las tres noches siguientes se pusieron luminarias. A continuación se escribieron cartas comunicando el feliz acontecimiento a los príncipes extranjeros, dirigiéndose en primer lugar a Su Santidad el Papa. Como hemos podido ver a través de estos documentos, hasta los primeros momentos de un miembro de la familia real venían marcados por un solemne ceremonial. Incluso antes de nacer.



AHN. ESTADO,2700,Exp.3
“Lo que se practicó en el felix parto de la Reyna el día 20 de
enero de 1716 que dio a luz al Infante Don Carlos”. 1716-1717.

AHN, ESTADO,2475,Exp.1,N. 3
Contestación del marqués de Bedmar, presidente del Consejo de las Órdenes acusando recibo de la confirmación del embarazo de la reina. 1715, julio, 6.

AHN, ESTADO, 2475, Exp. 1, N.4. “Lista de los sujetos a quienes se les ha avisado para que asistan en Palacio al parto de la reina Nuestra Señora”. 1716, enero, 20.

BIBLIOGRAFÍA:
- Domínguez Ortiz, Antonio: “Carlos III y la España de la Ilustración”. Madrid, Alianza, 1988.
- Voltes Bou, Pedro: “Carlos III y su tiempo”. Barcelona, Juventud, 1964.
- Palacio Atard, Vicente: “Carlos III: el rey de los ilustrados”. Barcelona, Ariel, 2006.
- Fernández Díaz, Roberto: “Carlos III”. Madrid, Arlanza, 2001.

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 Asunto: Re: Tricentenario de Carlos III
NotaPublicado: 20 Ene 2016 14:40 
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Mañana, 20 de enero de 2016, se cumplen trescientos años del nacimiento de Carlos III. Con motivo de dicho centenario, el M.I. Ayuntamiento de San Lorenzo de El Escorial ha preparado una programación durante este año con la que se pretende difundir aspectos históricos, culturales, artísticos y lúdicos de la época del monarca de la casa de los Borbones, y así promover el disfrute de todo tipo de público. Todo ello, en estrecha colaboración con Instituciones, Empresariado, Asociaciones y personas colaboradoras.

La figura del monarca ha sido fundamental en la historia del municipio, Carlos III consolida el Monasterio y Sitio como un lugar para el esparcimiento y el ocio, introduce significativos cambios en el mismo y provoca la futura transformación de su entorno en un Real Sitio. También cambia los gustos y la forma de organizar el aparato de la Monarquía y convierte cada Sitio Real en capital de una corte itinerante que, en San Lorenzo de El Escorial, residía prácticamente todo el otoño (septiembre a noviembre).

Durante su reinado, el Monasterio se readapta a sus necesidades, se define el perímetro norte de la Lonja, se construyen las “Casitas” al modo de las casas de campo de la Europa del siglo XVIII, se erige el Real Coliseo Carlos III. En definitiva se define el lugar para el esparcimiento y el ocio que Carlos IV consolidará como Real Sitio.

El próximo jueves, 21 de enero, a las 11:00 h. será la presentación del Día de San Lorenzo de El Escorial en el Stand de Madrid (Pabellón 9) de la Feria Internacional de Turismo (FITUR). Aprovechando esta ocasión, se informará sobre la celebración del Tercer Centenario del nacimiento de Carlos III en la localidad sanlorentina.


Tríptico informativo del centenario: http://www.aytosanlorenzo.es/files/5609-1824-FICHERO/triptico-CARLOS-III-web.pdf

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 Asunto: Re: Tricentenario de Carlos III
NotaPublicado: 20 Ene 2016 14:50 
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Carlos III, el reformador ilustrado
30 años de aperturismo cultural y político
FRANCISCO AGUILAR PIÑAL Historiador

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Retrato del rey Carlos III. Anton Rafael Mengs. MUSEO DEL PRADO


Carlos III de Borbón, hijo primogénito de Felipe V y su segunda esposa, Isabel de Farnesio, nacido en Madrid el 20 de enero de 1716, fue uno de los monarcas europeos que ocupó durante más tiempo un trono de mando absoluto, en total 57 años. Desde que, a sus 15 años, salió de Sevilla en 1731 para hacerse cargo del ducado italiano de Parma, que le había correspondido por herencia, al morir sin descendientes su abuelo materno, el duque de Parma, hasta su fallecimiento en Madrid en diciembre de 1788, a los 72 años de edad. En 2016 se celebra el tercer centenario de su nacimiento, reconociendo que ha sido el mejor rey de España en el Antiguo Régimen.

En Italia vivió sus mejores años, como duque de Parma y rey de Nápoles y Sicilia, hasta que, cumplidos los 43 vino a Madrid para ocupar el trono de España, al haber fallecido sin sucesión su hermanastro Fernando VI. A sus manos vinieron, por sucesivas herencias, tierras y vasallos que gobernó con con firmeza pero también con bondad casi paternal, con tal acierto que todos lloraron su pérdida.

Fue el rey de España al que más honras fúnebres celebraron en todos los rincones de la monarquía, el único cuya biografía fue escrita al poco de morir, por dos autores distintos, uno español y otro italiano. El último que supo mantener unido el grandioso imperio español y que fue respetado por los demás monarcas de la Europa de las Luces.

La modernidad en Nápoles y Madrid

Tanto en Nápoles como en España su reinado dejó una huella perdurable, de tal forma que sus disposiciones y reformas marcaron el comienzo de la modernidad y la transformación de Madrid en una de las más brillantes y visitadas de las capitales europeas. Carlos III fue el primer rey que ocupó el Palacio Real de Madrid en 1764, y a quien se deben las principales señas de identidad de la nación española, unida bajo su mandato, con el himno nacional y la bandera roja y gualda, aplaudida y respetada por todos en su tiempo.

Fue también quien elevó a los mejores estadistas a puestos de responsabilidad, quien promovió la geografía y la historia nacional protegiendo a los cartógrafos y a los estudios históricos, quien creó el Archivo de Indias y ordenó la traducción de la Biblia Vulgata al español. Fue quien nombró a la Inmaculada como patrona de España, quien creó la Orden de Carlos III para premiar la Virtud y el Mérito, quien dictó las leyes de supresión de tasas, libertad comercial y enseñanza primaria obligatoria, quien protegió la industria nacional y dignificó el trabajo de los menestrales.

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Ornatos en la calle Platerías con motivo de la entrada de Carlos III en Madrid (1760)./ MUSEO DE HISTORIA DE MADRID.

La historia de Madrid, en especial, debe a Carlos III sus mejores instituciones, monumentos y paseos, que hoy definen la fisonomía de la capital de España. Con él nacen el Banco de España y la Sociedad Económica Matritense, las Reales Academias de Jurisprudencia, la primera cátedra de Historia de la Literatura y la fabulosa iglesia de San Francisco el Grande. Se crean por su iniciativa las Juntas de Caridad para atender a los pobres, el primer servicio de ambulancias, en sillas de mano (encargado a la Hermandad del Refugio), la Imprenta Real y la mejor edición del Quijote (1780), un beaterio de "mujeres arrepentidas voluntarias", el servicio de policía y los alcaldes de barrio, la numeración de las casas y las aceras en las calles, cuyo alumbrado con más de cuatro mil velas de sebo era responsabilidad de 152 faroleros. En estos años se dibujan los mejores planos de Madrid y se protege el naciente turismo, que admira el Paseo del Prado, el Paseo de las Delicias, la Puerta de Alcalá, la Aduana nueva, el edificio del Museo del Prado, y tantos otros que recuerdan la obra embellecedora de Madrid, que le han merecido el marchamo de "mejor alcalde".

Toros, cafeterías y bailes de máscaras

Antes del reinado de Carlos III no se conocían en España ni los belenes navideños, ni la lotería, ni las corridas de toros con el toreo a pie, ni la prensa de opinión. El pueblo se acostumbró a las modas de los saraos y las telas estampadas o bordadas, al lujo desenfrenado, a las pelucas y los abanicos, a las mantillas femeninas, a las tarjetas de visita o a los papeles pintados en las habitaciones, costumbres desconocidas en la austera España del Barroco.

Durante su mandato nacieron los establecimientos públicos para el café, que fueron llamados cafeterías, el primer piano-forte que convivió con el clavicémbalo, los bailes de máscaras, el teatro en prosa, los sainetes, el arte neoclásico y los tapices de costumbres populares, en sustitución de los antiguos asuntos mitológicos o bélicos. Importó árboles y plantas de América, como los castaños de Indias, que se multiplicaron por todas las ciudades de la Península y ordenó plantar miles de árboles, sobre todo moreras, para el cultivo de la seda.

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El Paseo de las Delicias. Francisco Bayeu y Subías/ MUSEO DEL PRADO.

Fundó los Colegios de cirugía de Barcelona y Madrid, las Escuelas de platería, relojería y joyas preciosas, de grabado, dibujo y cartografía, de veterinaria y química, las fábricas de porcelana y piedras duras del Retiro. Durante su reinado se convocaron las primeras oposiciones a cátedra de ámbito nacional, aparecieron los cementerios civiles, los montepíos de protección social y las patatas en la mesa de los madrileños. Preocupado por la alta mortalidad infantil autorizó la operación cesárea y la importación del nuevo biberón para los lactantes, fabricado en Suiza.

Carlos III de Borbón se ocupó de construir en España más de 2.000 kilómetros de carreteras y más de 600 puentes, aprobó los transportes de diligencias entre Cádiz y Barcelona, pasando por Madrid, y de Madrid a París por Bayona. Encargó a Olavide la dirección de las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena, mejorando el paso de Despeñaperros, y ordenó la construcción de los Canales de Castilla y de Madrid, de suerte desigual, en un empeño por regar las tierras resecas en el primer caso, y como enlace fluvial entre Madrid y Lisboa en el segundo, aprovechando las aguas del Tajo y sus afluentes. Este, como otros muchos proyectos, terminó en fracaso. Pero de todos es sabido que sin proyectos no hay política que se precie y que sin utopía no hay progreso.

Revisión del Siglo Ilustrado

Con motivo del centenario, la editorial catalana ARPEGIO, con sede en San Cugat del Vallés, en el corazón mismo de Cataluña, se hizo cargo de la edición de la voluminosa obra, que responde al título de Madrid en tiempos del "mejor alcalde", con 1.600 páginas y más de 6.000 notas en sus 31 capítulos, y cuatro tomos.

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Carlos III comiendo ante su corte. Luis Paret y Alcázar./ MUSEO DEL PRADO.

No creo que exista en la bibliografía de nuestro siglo XVIII, que tan bien conozco, ni en la de ningún otro, estudio que ofrezca más datos inéditos o recopilados de los cientos de especialistas que dedican su trabajo a investigar sobre el Siglo Ilustrado. Se puede decir que esta no es una obra individual, sino que debe su gran valor a los cientos de artículos publicados en las revistas especializadas, que duermen en las bibliotecas, cubiertas de polvo hasta que alguien abra sus páginas para resumir y sacar la sustancia a tantas horas de trabajo.

Como verá el lector, no es un libro usual de historia, ya sea general o particular. No trata de un país, con sus relaciones diplomáticas, comerciales o militares, siendo el de Carlos III un reinado de una actividad trepidante, que firma tratados de paz con Francia, patria de la dinastía, y que lucha en el mar contra Inglaterra, ayudando a los independentistas de las colonias británicas en América, e intentando recuperar Gibraltar sin conseguirlo.

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La calle Alcalá de Madrid en el siglo XVIII./ ANTONIO JOLI.

Ni siquiera trata de la España peninsular, sino de una específica sociedad, la madrileña, en el corto período de 30 años. Algo inusual en la crítica histórica, que pasa por alto temas y circunstancias muy concretas, en aras de una generalización que basta para satisfacer la curiosidad de los más, o precisa en demasía un aspecto de la realidad, orillando otros muchos que no caben en una investigación particular.

Vivir en crisis permanente

La minuciosidad de esta obra sobre la realidad de Madrid en estas tres décadas de su historia, abarca todos los detalles de una sociedad en crisis permanente, en continuo cambio. Aquí se estudia el urbanismo, con la localización de calles, palacios y monumentos; la localización de iglesias y conventos; las relaciones sociales y sus costumbres; las monedas en uso; la miseria que se cobijaba en hospicios, cárceles y hospitales; la piedad y caridad de los madrileños, su afición al teatro y a las modas; el erotismo de los cortejos y de la nobleza ociosa; las costumbres de los barrios "bajos", de majos y manolas; el voraz consumo del chocolate y del café; la novedad de la prensa diaria y el incansable trabajo de impresores y encuadernadores; fueron 35 las librerías existentes en una ciudad de poco más de 100.000 habitantes, que contrasta con las existentes hoy día para una población de unos seis millones de personas; el turismo, el hospedaje y los transportes; la tiranía de las modas; las dificultades con la censura de los escritores; la cultura artística y científica; en fin, las clases sociales, que se resumen en dos: los "privilegiados" y el "pueblo llano" que carecía de privilegios. Concluye el libro con un capítulo sobre la "identidad nacional" y otro sobre "el último viaje de Carlos III".

Este monarca cuyo nacimiento celebramos es único en la historia de España. Si en el libro que ofrezco a los lectores la estructura argumental es la vida y costumbres de la dividida sociedad madrileña, el verdadero protagonista es Carlos de Borbón, de una personalidad tan acusada como contradictoria. He dicho único porque realmente es así.

Sincera religiosidad

No hay otro soberano en nuestra milenaria historia que haya llegado al trono español con una experiencia de gobierno de cerca de 30 años. De una sincera religiosidad, oía misa diariamente y comulgaba todos los meses; durante la Semana Santa visitaba los monumentos eucarísticos de una veintena de iglesias madrileñas, lavaba los pies a los pobres y tenía un trato permanente con su confesor, que dormía en una habitación contigua a la suya. Quizás sea más explícita de su compleja personalidad la elección de la bandera roja y gualda, sin ningún signo externo de su devoción cristiana, como la cruz que aparece en otras banderas, de Inglaterra, Suecia o Dinamarca.

La motivación última de sus profundas convicciones religiosas no era otra que su íntima creencia de que Dios le había destinado al trono de España para su gloria, y que no podía apearse de su dignidad regia sin ofenderle. Fue siempre esclavo de sus convicciones y de las regalías, inherentes a la Corona.

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Portada del libro Madrid en tiempos del "mejor Alcalde".

El "siglo ilustrado" español fue peculiar, como el propio rey, que falleció en el momento más oportuno, sin llegar a conocer los desmanes revolucionarios de Francia. Aquí no se cortaron cabezas ni los españoles depusieron la monarquía para proclamar la república, que aún tardaría más de un siglo en aparecer. Con este reinado culmina el absolutismo del Antiguo Régimen, basado en los privilegios, pero al mismo tiempo pone los cimientos de la modernidad.

Desde el punto de vista de quienes vivimos en el siglo XXI no podemos ni comparar ni condenar lo ocurrido hace 300 años. Como la vida familiar, la vida nacional es una sucesión encadenada de generaciones, todas diferentes, pero de las que no es posible escapar ni arrinconar en el olvido.

El siglo XVIII, y en especial el reinado de Carlos III, es una época, no tan lejana, que nos puede dar lecciones de amor patrio, de entusiasmo por el progreso, y de alegría de vivir. Deberíamos adentrarnos, aunque sea lentamente, en la lectura de estos cuatro tomos, no sólo para conocer al "mejor alcalde de Madrid", sino sobre todo para saber más de nuestro pasado, porque somos hijos de nuestros mayores, que no conocieron todas las ventajas sociales y políticas, científicas y tecnológicas de nuestros días.


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http://www.elmundo.es/la-aventura-de-la-historia/2016/01/20/569f6fa346163f621c8b4688.html

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 Asunto: Re: Tricentenario de Carlos III
NotaPublicado: 20 Ene 2016 14:56 
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Carlos III, retrato real con tres siglos al fondo

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Ricardo García Cárcel, en primer plano. Al fondo, Rafael Atienza, Javier Benjumea y Ramón María Serrera ESTHER LOBATO.

EVA DÍAZ PÉREZ - Sevilla
Eran las cuatro de la madrugada del 20 de enero de 1716. En los aposentos reales Isabel de Farnesio da a luz al tercer hijo varón de Felipe V, el niño que sería rey de Nápoles y después de España. Hace exactamente trescientos años de esa madrugada en la que nació Carlos III, el monarca ilustrado, el reformista, el mejor alcalde de Madrid. El Borbón que por su 'casi' impecable biografía siempre socorre a los que quieren hacer elogio y alabanza del linaje.

La Real Maestranza de Caballería y la Fundación Cultural de la Nobleza Española se han adelantado a todos. «De hecho, es la única institución que por el momento ha dedicado un homenaje a esta conmemoración del tercer centenario de Carlos III», recuerda el historiador Ramón María Serrera, coordinador del ciclo de conferencias «Carlos III: El Monarca y el Hombre (1716-2016)», que ayer inauguró el Premio Nacional de Historia Ricardo García Cárcel.

A fin de cuentas fue en Sevilla donde el joven infante Carlos de Borbón y Farnesio residió durante el llamado Lustro Real, el periodo en el que su padre Felipe V trasladó la corte al Sur en busca de alivios meridionales para sus episodios de locura pasajera. «Fue aquí, en el Sur donde Carlos vio por primera vez el mar, en El Puerto de Santa María, como explicó el lunes Francisco Aguilar Piñal», recordó García Cárcel. Porque efectivamente la ciudad de su adolescencia dedicó otro prólogo a su centenario con la presentación el lunes en la Real Academia de Buenas Letras del libro de Aguilar Piñal Madrid en tiempos del mejor alcalde (Arpegio).

Ricardo García Cárcel hizo un retrato de Carlos III destacando virtudes que convirtieron su reinado en un periodo ciertamente amable en la siempre convulsa Historia de España. «Fue un rey sin complejos. No siendo un rey precisamente guapo fue el más retratado, el más narcisista. Y hay que recordar que la monarquía española venía de reyes patéticamente deprimidos».

Y destacó su carácter de hombre tranquilo y de personalidad equilibrada que proyectó en el reino. «En su corte reunió a moderados y a radicales, a tradicionalistas y reformistas, concilió a la gran aristocracia de siempre con la de nuevo cuño. Armonizó en fin a hombres de todo pelaje y gestionó los egos que aparecen siempre en la política», explicó el autor de La herencia del pasado. Las memorias históricas de España.

García Cárcel transitó por la España con que se topa Carlos III cuando regresa a su país en 1759 después de haber reinado en Nápoles durante veinticinco años. García Cárcel es uno de los historiadores que más y mejor ha reflexionado sobre el llamado «problema de España», ese clásico capítulo que asoma cíclicamente en nuestra Historia. «Se topó con la confrontación cainita entre las dos míticas Españas, la conservadora y la liberal, la de los heterodoxos y los ortodoxos».

El catedrático de Historia Moderna de la Autónoma de Barcelona recordó que, a pesar del llamado despotismo ilustrado de su gobierno, en su reinado aparecen términos como «la felicidad pública, la economía civil, los símbolos -crea el himno nacional y la bandera de España-, impulsa misiones científicas como la de Celestino Mutis en Nueva Granada, funda fábricas, la lotería, el Banco Nacional de San Carlos, la construcción de carreteras, los servicios de correos o la colonización de tierras deshabitadas como hace en Sierra Morena con Olavide».

Pero esta «tecnocracia reformista» que introduce no hace olvidar las sombras de su reinado. «Sigue siendo una sociedad del Antiguo Régimen, una sociedad estamental con privilegios y graves problemas sociales que estallan en episodios como el Motín de Esquilache que se debe a una crisis de subsistencia. Y que tiene un estrambote, la expulsión de los jesuitas, que habían creado un Estado dentro del Estado. Había lastres históricos de muy difícil solución».

En un juego de espejos, trajo a escena el problema de las tensiones territoriales con Cataluña. «Convendría recordar la recepción apoteósica que Barcelona le tributó a Carlos III a su llegada en 1759. Hay una numerosa iconografía que ahora está convenientemente guardada en una 'sala invisible' del Ayuntamiento de Barcelona».


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http://www.elmundo.es/andalucia/sevilla/2016/01/20/569f67d5e2704e37398b45a3.html

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Muy buen hilo, Godoy. He leído este artículo con placer.


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 Asunto: Re: Tricentenario de Carlos III
NotaPublicado: 20 Ene 2016 15:11 
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 Asunto: Re: Tricentenario de Carlos III
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Carlos III
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Carlos III de España, llamado «el Mejor Alcalde de Madrid» (Madrid, 20 de enero de 1716-Madrid, 14 de diciembre de 1788), fue duque de Parma, Plasencia y Castro —como Carlos I— entre 1731 y 1735, rey de Nápoles —como Carlos VII— y rey de Sicilia —como Carlos V— de 1734 a 1759 y de España desde 1759 hasta su muerte.

Carlos era el tercer hijo varón de Felipe V que llegó a la vida adulta y el primero que tuvo con su segunda mujer, Isabel de Farnesio, por lo que fueron sus medio hermanos Luis I y Fernando VI, quienes sucedieron a su padre en un primer momento. La muerte sin descendencia de estos llevaría a Carlos a ocupar el Trono español.

Carlos sirvió a la política familiar como una pieza en la lucha por recuperar la influencia española en Italia: heredó inicialmente de su madre los ducados de Parma, Plasencia y Toscana en 1731; pero más tarde, al reconquistar Felipe V el Reino de Nápoles y Sicilia en el curso de la Guerra de Sucesión de Polonia (1733-1735), pasó a ser rey de aquellos territorios con el nombre de Carlos VII. Contrajo matrimonio en 1738 con María Amalia de Sajonia, hija de Federico Augusto II, duque de Sajonia y de Lituania y rey de Polonia.

Nació el 20 de enero de 1716 a las 4 de la madrugada en el Real Alcázar de Madrid. Su cuidadora fue María Antonia de Salcedo. Luego, fueron responsables de él un grupo de hombres a cargo de Francisco María Spínola y Spínola, Duque de San Pedro. El 15 de enero 1724 su medio hermano mayor Luis heredó el trono por la abdicación de su padre en su favor, pero falleció en agosto y su padre volvió a ser rey.

En 1729, se trasladó a Sevilla junto con su padre. Las naciones europeas, con el Tratado de Utrecht de entre 1713 y 1715 y el Tratado de Hannover de septiembre 1725, firmado como respuesta al Tratado de Viena de abril de 1725, establecieron sus posiciones en Europa. España había perdido muchos territorios e influencia tras la Guerra de Sucesión. Sin embargo, esta situación no duraría mucho ya que en los planes de Felipe V estaba recuperar sus territorios en Italia.

Desde Sevilla, el monarca puso en marcha un plan para asegurar la sucesión de su hijo en el Ducado de Parma, firmando el Tratado de Sevilla con Inglaterra y Francia. Sin embargo, a la muerte del Duque de Parma, el Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Carlos VI invadió esos territorios y Felipe V, al no recibir apoyo de las dos potencias, amenazó con declarar la guerra por su cuenta. En 1731, el Imperio Romano Germánico se adhirió al Tratado de Sevilla y Carlos III, con 15 años, abandonó Andalucía rumbo a Italia para ocupar sus plazas.

El 1 de febrero de 1733 murió Augusto II, rey de Polonia, cuya monarquía no era hereditaria, sino elegida por el Parlamento polaco, el Sejm. Felipe V envió desde Sevilla un emisario a Varsovia para negociar la candidatura del infante don Felipe y la del infante Carlos. Sin embargo, sus candidatos tenían pocas posibilidades frente a otros con apoyos de Austria y Francia. Felipe V se trasladó a Madrid y firmó el Tratado del Escorial, Primer Pacto de Familia, con el que España abandonó su pretensión polaca y decidió aliarse con Francia para luchar contra el Imperio Romano Germánico a cambio de la ayuda de Francia en su campaña contra Nápoles y Sicilia, bajo el control austríaco, y para conseguir Gibraltar. La guerra en Italia se ganó, y el 10 de mayo de 1734 el infante don Carlos ordenó proclamar Rey a su padre, sin embargo Felipe V cedió Nápoles y Sicilia a su hijo.

Durante su reinado en Nápoles y Sicilia (Carlos VII, Carlo VII en italiano, o simplemente Carlo di Borbone, que es como se le suele llamar allí), intentó reformar y modernizar el reino, unificándolo, conquistando el afecto de los ciudadanos junto con su esposa María Amalia de Sajonia.

Carlos contrajo matrimonio en 1738 con María Amalia Walburga de Sajonia, de 14 años. Ella era una princesa polaca de familia rica y fecunda, y su matrimonio tuvo un interés político, sin embargo fue también bien avenido. Se casaron por poderes en el Palacio de Dresde, en Sajonia, el 9 de mayo de 1738 y la boda se celebró en Nápoles el 9 de junio de ese año.

Intentó dotar a la capital, Nápoles, del aspecto que debía tener una Corte. Hizo hincapié en mejorar las edificaciones públicas, como el Hospicio, y trató de adaptar el palacio virreinal de acuerdo con la moda que imperaba desde la construcción de Versalles. También hizo construir complejos palaciegos en otros lugares del reino, como el Palacio Real de Caserta, uno de los mayores palacios reales del mundo. Otra de sus aportaciones fue el Teatro de San Carlos, para las representaciones de ópera.

Sus años como rey de las Dos Sicilias le dieron una experiencia muy valiosa como rey de España. Los barones y la Iglesia acaparaban más del 50% de las tierras, y en el caso de los primeros tenían además jurisdicción sobre las mismas, por lo que impedían el acceso de sus vasallos a los tribunales. El rey limitó su influencia política, dejando clara la supremacía de la Corona, pero su poder económico siguió intacto. El 3 de julio de 1738, en ocasión de su matrimonio, fundó la Insigne y Real Orden de San Jenaro, de la cual fue su primer gran maestre.

En 1740, uno de sus consejeros, el duque de Salas, permitió a los judíos retornar al reino, de donde habían sido expulsados por Carlos V, con la finalidad de impulsar la actividad económica. El pueblo y la Iglesia se opusieron y Salas fue destituido, derogándose el permiso. Poco después, el arzobispo Spinelli intentó introducir la Inquisición, pero el pueblo se opuso también a esta medida y hubo de desistir.
También durante estos años encontró el monarca a algunos de los hombres que más influirían en su vida, como Bernardo Tanucci, jurista al que nombró Ministro de Justicia primero y de Asuntos Exteriores después, y que quedó como miembro del Consejo de Regencia cuando Carlos III heredó el trono español.

Destaca el hecho de haber sido quien ordenó comenzar la excavación sistemática de las poblaciones sepultadas por la erupción del Vesubio del año 79: Pompeya, Herculano, Oplontis y las Villas Stabianas. No sólo eso, sino que en 1752, al ordenar construir una carretera hacia el sur (precursora de la actual Statale 18), salieron a la luz los restos de la ciudad de Paestum, que llevaban años cubiertos por la maleza (parte del anfiteatro yace precisamente bajo dicha carretera). Fue un hallazgo especialmente importante, porque allí se hallaban tres templos griegos en muy buen estado de conservación. Se encargaron de su estudio Felice Gazzola (un culto aristócrata y militar de confianza de Carlos, al que servía desde su época de duque de Parma) y Francesco Sabatini.

La muerte sin descendencia de su medio hermano Fernando VI de España, hizo recaer en Carlos la Corona de España, que pasó a ocupar en 1759, dejando con gran tristeza, tanto de los reyes como del pueblo, la corona del Reino de Nápoles y Sicilia a su tercer hijo, Fernando.

Tras los fallecimientos de Luis I y de Fernando VI sin descendencia, el trono de España pasó a Carlos III, tercer hijo de Felipe V y primero de su matrimonio con Isabel de Farnesio, con gran experiencia de gobierno como rey de Nápoles.
El primer asunto que el rey trató fue la Guerra de los Siete Años. El monarca español se vio obligado a tomar parte en la guerra tras la ocupación británica de Honduras y la pérdida de la colonia francesa de Quebec, lo que requirió la intervención española en el conflicto para frenar el expansionismo británico por América.

En 1761 se firmó el Tercer Pacto de Familia y España entró en el conflicto bélico. El monarca se equivocó en cuanto a la ayuda real que podía prestar Francia y el estado de sus tropas. Una escuadra inglesa de 53 buques con un ejército de 14.000 hombres consiguió tomar La Habana por la falta de entrenamiento de las milicias, en número muy inferior a los ingleses, y la incompetencia del gobernador de la plaza, Juan de Prado. Poco después una escuadra procedente de la India bombardeó y tomó Manila. Los ingleses no pudieron extender su dominio por las Filipinas gracias a la resistencia de las guerrillas organizadas por Simón de Anda.6 La guerra terminó con la Paz de París de 1763. España cedió a Gran Bretaña la Florida y territorios del golfo de México, a cambio de la devolución de La Habana y Manila. La Luisiana francesa pasó a manos de España, más preparada para defenderla. Portugal, aliado de los británicos, recuperó la colonia del Sacramento.
España continuó la alianza francesa. La sublevación de las Trece Colonias contra Jorge III dio a ambas potencias la ocasión para el desquite. Así, en la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos, España intervino junto a Francia y contra Gran Bretaña.

Desde la Declaración de Independencia (4 de julio de 1776) los sublevados recibieron ayuda española de forma solapada. En 1779 se rompieron las relaciones. Se asedió Gibraltar sin éxito, pero se pudo recuperar Menorca. Bernardo de Gálvez, gobernardor de la Luisiana, ocupó Florida. Inglaterra, aislada y sin poder someter a los rebeldes, tuvo que firmar la paz.

El Tratado de París de 1783 puso fin a la guerra. España recuperó Menorca, Florida y la costa de Honduras, aunque no pudo conseguir lo mismo con Gibraltar, que los ingleses se negaron en redondo a ceder.6 España, de esta forma, contribuyó a la independencia de los Estados Unidos, hecho que creó un precedente para la emancipación de las colonias españolas en el siglo XIX.
Dos nuevas potencias, Rusia y Prusia, entraron en el mapa político europeo del siglo XVIII bajo los reinados de dos déspotas ilustrados: Catalina II y Federico II respectivamente. Ambos monarcas suscitaron interés y admiración en España, aunque la expansión rusa había alcanzado el Pacífico y se llegó a temer una alianza anglorrusa en el Mediterráneo. Tal evento no sólo no llegó a materializarse, sino que Rusia se opuso a la pretensión inglesa de controlar todos los movimientos marítimos en tiempo de guerra.

Carlos III había firmado un tratado de comercio con Turquía siendo rey de Nápoles y Sicilia, pues consideraba a este imperio un freno a los intereses ingleses, austríacos y rusos. El Monarca excluyó una alianza que estimó no sería bien recibida en el país, pero intervino en Orán que dependía del Imperio Otomano, con el doble objetivo de conseguir liberar el mar de piratas berberiscos y obtener concesiones económicas. En 1775 envió una expedición militar contra Argel al mando del general O´Reilly que acabó en desastre. Después de dos nuevos ataques, en 1783 y 1784, se firmó el Tratado Hispano-Argelino de 1786.
En diversas áreas del Océano Pacífico el Virreinato del Perú y el Virreinato de la Nueva España tuvieron la autorización del rey Carlos III de expandir el poder español y afianzarlo en el Gran Océano. Así pues, hubo varios intentos de incorporar la costa de Oregón y Alaska al Virreinato de la Nueva España con expediciones como la de Bruno de Heceta y otras. Mientras tanto, en el océano Pacífico Sur (llamado en ese momento los Mares del Sur) el Virreinato del Perú de Manuel de Amat y Junient ordenó dos expediciones: la primera, en la que se descubrió la isla de Pascua por Felipe González de Haedo tomando posesión de ella en nombre de Carlos III en 1770, y la segunda en 1772 capitaneada por Domingo de Bonechea que llegó al archipiélago Tuamotu y a las islas de la Sociedad donde estableció la soberanía española y la del rey sobre las islas. Los jefes de las principales aldeas de Tahití aceptaron la soberanía de España y ser súbditos de la corona española. Sin embargo, el proceso de ocupación de la Polinesia fue abandonado por el poco apoyo que le daban a esa iniciativa en Madrid y por los problemas religiosos del reino, por lo que dejaron la presencia española en esa área y abandonaron a finales de 1775.

En política interior, intentó modernizar la sociedad utilizando el poder absoluto del Monarca bajo un programa ilustrado. En la línea de la Ilustración propia de su época, Carlos III realizó importantes cambios —sin quebrar el orden social, político y económico básico, despotismo ilustrado— con ayuda de un equipo de ministros y colaboradores ilustrados, como el Marqués de Esquilache, Aranda, Campomanes, Floridablanca, Wall y Grimaldi.

El Monarca nombró al marqués de Esquilache Secretario de Hacienda. Éste incorporó señoríos a la Corona, controló a los sectores eclesiásticos y reorganizó las Fuerzas Armadas. Su programa de reformas y la intervención española en la Guerra de los Siete Años necesitaron más ingresos, que se consiguieron con un aumento de la presión fiscal y nuevas fórmulas, como la creación de la Lotería Nacional. Al mismo tiempo liberalizó el comercio de los cereales, lo que originó una subida de los precios de los productos de primera necesidad a causa de las especulaciones de los acaparadores y de las malas cosechas de los últimos años. Campomanes apoyó esta medida, pero el pueblo hizo responsable de todo al siciliano.

En marzo de 1766 se produjo el Motín de Esquilache. Su detonante fue la orden de cambiar la capa larga y el sombrero de ala ancha de los madrileños por la capa corta y el sombrero de tres picos. La tensión subió gracias a los pasquines que circulaban por la capital y que aparecían en sitios públicos, pasquines cuyo léxico y ortografía sólo podían provenir de hombres con cultura. La manipulación realizada por sectores nobiliarios y eclesiásticos lo convirtió en un ataque directo a la política reformista llevada a cabo por ministros extranjeros del gobierno del Rey.

En Madrid el punto álgido de la revuelta se produjo cuando la muchedumbre que se había congregado frente al Palacio Real se topó con la Guardia Valona, que en 1764 había cargado contra el gentío durante la boda de una de las hijas del rey, la infanta María Luisa, con el futuro emperador de Austria. Se produjo una refriega y hubo bajas por ambas partes, sin que la Guardia Española interviniera. Carlos III recabó el parecer de sus consejeros, y aunque recibió opiniones contrapuestas, acabó siguiendo el consejo del conde de Revillagigedo, que declaró que dimitiría de su cargo antes que ordenar disparar a la multitud.

De Madrid, el levantamiento se trasladó a ciudades como Cuenca, Zaragoza, La Coruña, Oviedo, Santander, Bilbao, Barcelona, Cádiz y Cartagena entre otras muchas. Pero mientras que en Madrid las quejas se referían al gobierno de la nación, en las provincias las quejas se dirigían contra las autoridades locales, lo cual revela un problema subyacente de corrupción e incompetencia administrativa.
Los amotinados exigieron la reducción del precio de los alimentos y la supresión de la Junta de Abastos, la derogación de la orden sobre la vestimenta, el cese de ministros extranjeros de Carlos III, su sustitución por españoles y un perdón general. El Monarca desterró a Esquilache y nombró en su lugar al conde de Aranda. Se tomaron medidas para acelerar la importación de cereales desde Sicilia y se reformaron los gobiernos concejiles, añadiendo a éstos diputados del estado llano elegidos por sufragio.

Desaparecidos los ministros extranjeros, el Rey se apoyó en los reformistas españoles, como Pedro Rodríguez de Campomanes, el conde de Aranda o el conde de Floridablanca. Campomanes, nombrado fiscal del Consejo de Castilla, trató de demostrar que los verdaderos inductores del motín de Esquilache habían sido los jesuitas. Se nombró una comisión de investigación y sus principales acusaciones fueron: Sus grandes riquezas; el control de los nombramientos y de la política eclesiástica; su apoyo al papa; su lealtad al marqués de la Ensenada; su participación en los asuntos de Paraguay; su intervención en dicho motín. Sectores de la nobleza y diversas órdenes religiosas estuvieron claramente en contra. Por todo ello, mediante el decreto real del 27 de febrero de 1767, se les expulsó de España y todos sus dominios y posesiones fueron confiscados.
La expulsión de los jesuitas se quiso aprovechar para realizar una reforma de la enseñanza que debía fundamentarse en las disciplinas científicas y en la investigación. Sometió las universidades al patronazgo real y creó en Madrid los Estudios de San Isidro (1770), como centro moderno de enseñanza media destinado a servir de modelo, y también las Escuela de Artes y Oficios, que han perdurado hasta el siglo XX (cuando pasaron a llamarse Escuelas de Formación Profesional, EFP). Las propiedades de los jesuitas sirvieron para crear nuevos centros de enseñanza y residencias universitarias. Sus riquezas, para beneficiar a los sectores más necesitados, se destinaron a la creación de hospitales y hospicios.

Promovió un nuevo plan de Estudios Universitarios, que fue duramente contestado por la Universidad de Salamanca, proponiendo un plan propio, que a la postre fue implantado años después.

El impulso hacia la reforma de la agricultura durante el reinado de Carlos III vino de mano de las Sociedades Económicas de Amigos del País creadas por su ministro José de Gálvez. Campomanes, influido por la fisiocracia centró su atención en los problemas de la agricultura. En su Tratado de la Regalía de la Amortización, defendió la importancia de ésta para conseguir el bienestar del Estado y de los ciudadanos y la necesidad de una distribución más equitativa de la tierra.

En 1787, Campomanes elaboró un proyecto de repoblación de las zonas deshabitadas de las tierras de realengo de Sierra Morena y del valle medio del Guadalquivir, creando las Nuevas Poblaciones de Andalucía y Sierra Morena. Para ello, y supervisado por Pablo de Olavide, intendente real de Andalucía, se trajeron inmigrantes centroeuropeos. Se trataba principalmente de alemanes y flamencos católicos, para fomentar la agricultura y la industria en una zona despoblada y amenazada por el bandolerismo. El proyecto fue financiado por el Estado. Se fundaron así nuevos asentamientos, como La Carolina, La Carlota o La Luisiana, en las actuales provincias de Jaén, Córdoba y Sevilla.

Se reorganizó el ejército, al que dotó de unas Ordenanzas en 1768 destinadas a perdurar hasta el siglo XX, se impulsó el comercio colonial formando compañías, como la de Filipinas, y mediante el Reglamento de libre comercio de 1778 que liberalizó el comercio con América. También destaca el Decreto de libre comercio de granos de 1765.

Otras medidas reformistas del reinado fueron la creación del Banco de San Carlos, en 1782, y la construcción de obras públicas, como el Canal Imperial de Aragón y un plan de caminos reales de carácter radial, con origen en Madrid y destino a Valencia, Andalucía, Cataluña y Galicia.

Hizo un ambicioso plan industrial en el que destacan como punteras las industrias de bienes de lujo: Porcelana del Buen Retiro, Cristales de la Granja y traslada la Platería Martínez a un edificio en el paseo del Prado, pero no faltaron muchas otras para la producción de bienes de consumo, en toda la geografía española.
Entre los planteamientos teóricos para el desarrollo de la industria destacó el Discurso sobre el fomento de la industria popular de Campomanes, para mejorar con ella la economía de las zonas rurales y hacer posible su autoabastecimiento. Las Sociedades Económicas de Amigos del País se encargaron de la industria y su teoría en esta época.

Hizo hospitales públicos, servicios de alumbrado y recogida de basura, uso de adoquines, una buena red de alcantarillado. En Madrid, un ambicioso plan de ensanche, con grandes avenidas, monumentos como la Cibeles, Neptuno, la puerta de Alcalá, la fuente de la Alcachofa…, la construcción del jardín botánico (trasladando al Paseo del Prado el antiguo de Migas Calientes), el hospital de San Carlos (hoy Museo Reina Sofía), el edificio del Museo del Prado (destinado originalmente a museo de Historia Natural).

Descendió en número, debido a la desaparición de los hidalgos en los censos por las medidas restrictivas hacia este grupo por el Rey. Representaba el 4% del total de la población. Su poder económico se acrecentó gracias a los matrimonios entre familias de la alta nobleza, que propiciaron una progresiva acumulación de bienes patrimoniales. Mediante un decreto en 1783, el Rey aprobó el trabajo manual y lo reconoció, favoreciendo a los nobles. A partir de ese momento, los nobles podían trabajar, cosa que antes no podían hacer, únicamente podían vivir de sus riquezas. Los títulos nobiliarios aumentaron con las concesiones hechas por Felipe V y Carlos III. Se crearon la Orden Militar de Carlos III, las Reales Maestranzas con estatutos nobiliarios y el Real Cuerpo de la Nobleza de Madrid. En contrapartida se pusieron numerosas restricciones a los mayorazgos y a los señoríos, aunque nunca llegaron a desaparecer durante el reinado.

La Iglesia poseía cuantiosas riquezas. Siendo el clero un 2% de la población, según el Catastro de Ensenada era propietaria de la séptima parte de las tierras de labor de Castilla y de la décima parte del ganado lanar. A los bienes inmuebles se añadían el cobro de los diezmos, a los que se descontaban las tercias reales, y otro ingresos como rentas hipotecarias o alquileres. La diócesis más rica era la de Toledo, con una renta anual de 3.500.000 reales.

Era el grupo más numeroso. En él se encontraban los campesinos que gozaban de cierta estabilidad económica. Los jornaleros sufrían situaciones de miseria. De acuerdo con el Catastro de Ensenada, los artesanos representaban el 15% del total de los asalariados y tenían mejores retribuciones que los campesinos. La burguesía comenzó a despuntar tímidamente en España. Localizada en la periferia peninsular, se identificó con los propósitos reformistas y los ideales ilustrados del siglo. Fue especialmente importante en Cádiz, por su vinculación al comercio americano, Barcelona y Madrid.

Desde el fracaso de la Gran Redada de 1749 los gitanos estaban sujetos a una situación muy problemática, que se pretendió resolver con una serie de iniciativas legislativas desde 1763, finalmente sustanciadas en la Real Pragmática de 19 de septiembre de 1783, con propósitos claramente asimiladores y de carácter utilitarista, tras dicha pragmática, se deja de considerar su origen o naturaleza diferenciada o inferior (raíz infecta); se prohíbe el uso de la denominaciones gitano o castellano nuevo (tenidas por injuriosas); se concede libertad de residencia (excepto en la Corte y Reales Sitios por ahora) y se permiten nuevos modos para ganarse la vida, incluyendo la admisión en gremios, pero se prohíben oficios como poseer tabernas o esquilar caballos, de vital importancia para el pueblo gitano; también se prohíben sus vestiduras tradicionales y su gerigonza (su idioma diferenciador, el caló) y una vez más se establece la obligación de asentarse, abandonando el nomadismo; todo ello bajo graves penas a los desobedientes, que serían considerados vagos y sujetos a las penas correspondientes sin distinción de los demás vasallos (se les aplica el código penal general).

Aquellos casos en los que un individuo se negase a acatar las leyes en cuanto a residencia, lengua, oficios, vestimenta y demás, la primera vez que fuese detenido sería marcado con un hierro candente en la espalda (en sustitución de las penas anteriormente previstas: la muerte o cortar las orejas), en caso de ser detenido una segunda vez serían condenados a la pena capital,8 dicha ley no se aplicaba a los menores de dieciséis años, que serían separados de sus familias y educados por las Juntas o Diputaciones de caridad.

Cuando el Rey murió en 1788, terminó la historia del reformismo ilustrado en España, pues el estallido casi inmediato de la Revolución francesa al año siguiente provocó una reacción de terror que convirtió el reinado de su hijo y sucesor, Carlos IV, en un periodo mucho más conservador. En seguida, la invasión francesa arrastraría al país a un ciclo de revolución y reacción que marcaría el siglo siguiente, sin dejar espacio para continuar un reformismo sereno como el que había desarrollado Carlos III.

Entre los aspectos más duraderos de su herencia quizá haya que destacar el avance hacia la configuración de España como nación, a la que dotó de algunos símbolos de identidad (como los que en el futuro se convertirían en su himno y su bandera nacionales) e incluso de una capital digna de tal nombre, pues se esforzó por modernizar Madrid (con la construcción de paseos y trabajos de saneamiento e iluminación pública) y engrandecerla con monumentos (de su época datan la Puerta de Alcalá, el Museo del Prado —concebido como Gabinete de Historia Natural—, el hospital de San Carlos o la construcción del nuevo Jardín Botánico, en sustitución del antiguo de Migas Calientes) y con edificios representativos destinados a albergar los servicios de la creciente administración pública. El impulso a los transportes y comunicaciones interiores (con la organización del Correo como servicio público y la construcción de una red radial de carreteras que cubrían todo el territorio español, convergiendo sobre la capital) ha sido, sin duda, otro factor político que ha actuado en el mismo sentido, acrecentando la cohesión de las diversas regiones españolas. Estas son sólo algunas de las razones por las cuales Carlos III fue conocido como el «mejor Alcalde de Madrid».
Contrajo matrimonio en 1737 con María Amalia de Sajonia (1724–1760), hija de Federico Augusto II. Tuvieron trece hijos, pero sólo siete llegaron a adultos:
* María Isabel Antonia, infanta de España (6 de septiembre de 1740 – 31 de octubre de 1742) Murió en la infancia.
* María Josefa Antonia, infanta de España (20 de enero de 1742 – 3 de abril de 1742). Murió en la infancia.
* María Isabel Ana, infanta de España (30 de abril de 1743 – 5 de marzo de 1749). Murió en la infancia.
* María Josefa Carmela, infanta de España (6 de julio de 1744 – 8 de diciembre de 1801). Figura importante en el cuadro de Goya, La familia de Carlos IV. Murió sin descendencia.
* María Luisa, infanta de España (13 de junio de 1745 – 15 de mayo de 1792). Casada con Leopoldo II de Austria, Sacro Emperador Romano Germánico; con descendencia.
* Felipe Antonio, infante de España y duque de Calabria (13 de julio de 1747 – 6 de diciembre de 1777). Fue excluido de la sucesión al trono de España y al de Nápoles debido a su condición de deficiente mental.
* Carlos IV, rey de España (11 de noviembre de 1748 – 19 de enero de 1819). Casado con María Luisa de Borbón-Parma, Princesa de Parma; con descendencia.
* María Teresa Antonia, infanta de España (2 de diciembre de 1749 – 2 de marzo de 1750). Murió en la infancia.
* Fernando I, rey de las Dos Sicilias (12 de enero de 1751 – 4 de enero de 1825). Casado con María Carolina de Habsburgo, Archiduquesa de Austria; con descendencia.
* Gabriel, infante de España (11 de mayo de 1752 – 23 de noviembre de 1788). Casado con Mariana Victoria de Braganza, infanta de Portugal; aunque murió joven (antes que su padre, lo que fue devastador para Carlos III que falleció poco después) de viruela como su mujer; le sobrevivió solo un hijo.
* María Antonieta, infanta de España (3 de julio de 1754 – 11 de mayo de 1755). Murió en la infancia.
* Antonio Pascual, infante de España (31 de diciembre de 1755 – 20 de abril de 1817). Casado con María Amalia de Borbón, infanta de España; sin descendencia.
* Francisco Javier, infante de España (15 de febrero de 1757 – 10 de abril de 1771). Murió sin descendencia.


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 Asunto: Re: Tricentenario de Carlos III
NotaPublicado: 20 Ene 2016 15:21 
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 Asunto: Re: Tricentenario de Carlos III
NotaPublicado: 20 Ene 2016 15:28 
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Carlos III, un hombre a una nariz pegado.
BÁRBARA ROSILLO

El socarrón Quevedo dedicó a la gran nariz de Luis de Góngora un magistral soneto titulado “Un hombre a una nariz pegado”. Me ha venido a la mente este genial poema al ver la efigie de Carlos III en diversas monedas en curso de su reinado. Los escudos de plata y oro delatan que la nariz real no era cualquier cosa. El monarca era un hombre muy poco agraciado aunque según cuentan las crónicas su encanto, bondad y trato afable aminoraban esta sensación.

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Moneda de ocho escudos de oro. Carlos III. 1773.

Nuestro cuarto rey de la dinastía Borbón ha sido uno de los mejor considerados por la historia. Desarrolló su función con la experiencia que había adquirido como rey de Nápoles bajo el nombre de Carlos VII. Con tan solo quince años salió de Sevilla para ocupar el trono napolitano en el que permaneció durante veinticinco años. Carlos III ejerció el sistema político predominante en la Europa del momento, conocido como despotismo ilustrado, y fue sin duda el rey español mas preparado y eficaz del siglo XVIII.

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Jean Ranc. Carlos III. 1724. Museo del Prado. Madrid.

Tal y como vemos en sus retratos infantiles, era un niño rubio y muy blanco de piel. La práctica constante de la caza durante toda su vida avejentó y oscureció mucho su rostro y sus manos. Su carácter era metódico hasta el extremo y poco dado al esparcimiento, por lo que la corte española no tenía la brillantez y el boato de otras europeas. El haber sido testigo de los problemas mentales de sus antecesores, su padre Felipe V y su hermano Fernando VI, le llevó a asumir que la vida ociosa era insana por lo que siempre estaba ocupado en algo. Carlos fue un hombre muy devoto y piadoso, su confesor franciscano durante mas de veinticinco años llamado Joaquín de Eleta tuvo un papel destacado en algunas de sus decisiones.

Su católica majestad seguía todos los días el mismo ritual: se levantaba temprano, oía misa, iba a ver a sus hijos y trabajaba en los asuntos de Estado. Mas tarde comía en público, recibía audiencias y dormía un rato. Las tardes las dedicaba a la caza. Según cuentan las crónicas era un hombre amable, de trato sencillo y vida extremadamente ordenada. El conde de Fernán Núñez, que fue durante años su ayuda de cámara, dejó muy interesantes impresiones sobre la personalidad y el físico del rey, haciendo alusión a que su enorme nariz era la gran responsable de la fealdad de su rostro. El conde nos dejó esta semblanza: “Su vestido era el mas sencillo y modesto. Cuando tenía que vestirse de gala, se ponía de muy mala gana, sobre la chupa de campo, un vestido rico de tela guarnecido por una rica botonadura de diamantes. De este modo se presentaba a la Corte, a la capilla y al besamanos, y luego que pasaban las dos o tres horas de la ceremonia, apenas había entrado en su cámara, se quitaba la casaca echando un gran suspiro y diciendo ¡Gracias a Dios!” y continuaba: “Estrenar vestido, zapatos o sombrero nuevo era para S.M un martirio”.

Este comentario, que puede parecer simplemente anecdótico, nos deja bien clara manera de ser del rey, un hombre nada presumido al que le costaba pasar por las esclavitudes de su cargo en cuanto a la indumentaria y la etiqueta. En La familia de Felipe V pintado por Van Loo en 1743 vemos a un joven atractivo, ricamente vestido con casaca color pardo de mangas con amplias vueltas, chaleco enteramente bordado y botas altas, sobre el pecho luce una espléndida banda roja. Su postura es gallarda y altiva como corresponde a su gran dignidad. Al igual que todos los personajes del inmenso cuadro, Carlos aparece fuertemente idealizado.

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Van Loo. Familia de Felipe V. Detalle. 1743. Museo del Prado. Madrid.

Mengs, pintor alemán que trabajó en la corte española, es el responsable de la imagen mas famosa del rey, como lo que hoy llamaríamos un retrato oficial. El cuadro, pintado hacia 1761, presenta a un Carlos III maduro (tenía unos cuarenta y cinco años) como monarca absoluto vistiendo armadura y portando el bastón de mando. Aparece rodeado de los símbolos de su poder como el manto real y de su pecho cuelgan las órdenes del Toisón de Oro, la del Espíritu Santo y la de San Jenaro. La pintura es de gran calidad (Mengs era un consumado maestro en el tratamiento de las distintas texturas) aunque le falta profundidad psicológica. Es una imagen idealizada del rey aunque su gran nariz sigue presente. Conociendo su poco gusto por el arreglo, vestirse de esa guisa y posar para el artista debió ser un auténtico suplicio aunque fuera por poco rato.


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Anton Rafael Mengs. Carlos III. Palacio Real de Madrid.

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 Asunto: Re: Tricentenario de Carlos III
NotaPublicado: 20 Ene 2016 15:30 
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Carlos III
Carlos III (1716-1788), rey de las Dos Sicilias (1734-1759) y rey de España (1759-1788), el representante más genuino del despotismo ilustrado español.

Hijo del rey español Felipe V y de Isabel de Farnesio, nació el 20 de enero de 1716 en Madrid. Heredó de su madre en 1731 el ducado italiano de Parma, el cual ejerció hasta 1735, junto al de Plasencia (Piacenza), bajo la tutela de su abuela materna (Dorotea Sofía de Neoburgo). Después de que su padre invadiera en 1734 Nápoles y Sicilia, al año siguiente, y por medio de la firma del Tratado de Viena —que ponía fin a la guerra de Sucesión polaca—, fue reconocido como rey de las Dos Sicilias (título que recogía los dos reinos italianos de Nápoles y de Sicilia, que ya ejercía desde un año antes) con el nombre de Carlos VII. Como tal, adoptó reformas administrativas considerables y llevó a cabo una política de obras públicas que embellecieron la capital napolitana. En 1738, contrajo matrimonio con María Amalia de Sajonia.

En 1759, accedió al trono español, tras producirse el fallecimiento de su hermanastro, Fernando VI. Hombre de carácter sencillo y austero, estuvo bien informado de los asuntos públicos. Fue consciente de su papel político y ejerció como un auténtico jefe de Estado. Su reinado español puede dividirse en dos etapas; el motín contra Leopoldo de Gregorio, marqués de Esquilache (1766), es la línea divisoria entre ambas.

PRIMERA FASE DE SU REINADO ESPAÑOL

En el primer periodo, los políticos más destacados fueron Ricardo Wall y Devreux, Jerónimo Grimaldi, el marqués del Campo del Villar y el marqués de Esquilache. El equipo de gobierno llevó a cabo una serie de reformas que provocaron un amplio descontento social. La aristocracia se vio afectada por la renovada Junta del Catastro, dirigida a estudiar la implantación de una contribución universal, o por la ruptura de su prepotencia en el Consejo de Castilla. Por su parte, el clero recibió continuos ataques a su inmunidad. Se limitó la autoridad de los jueces diocesanos, se logró el restablecimiento del pase regio (facultad regia de autorizar las normas eclesiásticas) y se redujeron las amortizaciones de bienes. A todo ello vino a unirse el descontento popular provocado por la política urbanística en Madrid (tasas de alumbrado o prohibición de arrojar basuras a la calle, por ejemplo), los intentos de modificación de las costumbres (bando de capas y sombreros) y algunas reformas administrativas y hacendísticas.

SEGUNDO PERIODO

El Domingo de Ramos (23 de marzo) de 1766 estalló el motín en Madrid y en varias provincias, de forma muchas veces simultánea. Los amotinados proferían vivas al Rey y pedían la destitución del marqués de Esquilache y su camarilla de extranjeros. En las provincias se gritaba además contra los especuladores, representantes del poder local. Esquilache fue destituido y se tomaron una serie de medidas sobre el abastecimiento y el precio del grano. Con el restablecimiento del orden social se inició la segunda etapa del reinado. La política pasó a estar en manos de una serie de administradores e intelectuales nuevos, como José Moñino, conde de Floridablanca, Pedro Rodríguez Campomanes, Pedro Pablo Abarca, conde de Aranda, o Gaspar Melchor de Jovellanos, que aseguraron una continuidad en las reformas. La primera medida del nuevo equipo fue la expulsión de los jesuitas (febrero de 1767), a quienes el Dictamen Fiscal, elaborado por Campomanes, acusaba de instigadores del motín y enemigos del Rey y del sistema político, a la vez que denunciaba su afán de poder y de acumulación de riquezas y cuestionaba su postura doctrinal.

Al margen de este hecho, el segundo periodo del reinado español de Carlos III se caracteriza por una profunda renovación en la vida cultural y política. De la primera cabe destacar el intento de extensión de la educación a todos los grupos de la sociedad, mediante el establecimiento de centros dependientes de los municipios o de las Sociedades Económicas de Amigos del País, la creación de escuelas de agricultura o el equivalente a las de comercio en diversas ciudades, las propuestas de reforma de los estudios universitarios (1771 y 1786) y, en fin, el estímulo de la actividad de la Real Academia Española, cuya Gramática castellana (1771) se impuso como texto en las escuelas. De las innovaciones políticas sobresalen: la reforma del poder municipal y las propuestas económicas, cuyas líneas más significativas fueron la remodelación monetaria y fiscal, los intentos de modernización de la agricultura y la liberalización de los sectores industrial y comercial.

El 26 de junio de 1766, un Real Decreto establecía que en todos los pueblos de más de dos mil vecinos se nombraran cuatro diputados del común, que intervinieran con la justicia y los regidores en los abastos del lugar. Tendrían además voto y asiento en el ayuntamiento. La reforma, que fue perfilada con sucesivas órdenes, suponía sobre el papel una grave amenaza para el monopolio de las oligarquías urbanas. Las gentes del común se inhibieron, en general, y esto fue suficiente para que los grupos tradicionales mantuvieran el monopolio del poder municipal.

Las medidas más significativas en política monetaria fueron: las remodelaciones de marzo de 1772; la emisión de vales reales, el primer papel moneda de España, iniciada en septiembre de 1780; y la creación del Banco de San Carlos, en julio de 1782. En el terreno fiscal sobresalió, sin duda, el intento de establecimiento de la contribución única. En el sector agrario se favoreció la estabilidad del campesinado, se congelaron los arriendos y se abordó la confección de una ley agraria, que no vería la luz hasta 1794. En cuanto a los ámbitos industrial y comercial, la lucha contra la rigidez del sistema gremial, o el establecimiento del libre comercio de España con las Indias (1778), son una muestra del acercamiento al liberalismo económico.

En 1787, Carlos III aprobó la creación de un nuevo órgano de gobierno, la Junta de Estado, a instancias del marqués de Floridablanca. El monarca falleció el 14 de diciembre de 1788 en Madrid, y fue sucedido por su hijo Carlos, que pasó a reinar como Carlos IV. De entre los otros doce hijos que tuvo de su matrimonio con María Amalia de Sajonia, destaca Fernando I de Borbón, rey de las Dos Sicilias, el cual, desde 1759, le había sustituido como rey de Nápoles.


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Traducción al español por Huan Manwë para phpbb-es.com


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