Foro DINASTÍAS | La Realeza a Través de los Siglos.

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 Asunto: Re: Tricentenario de Carlos III
NotaPublicado: 20 Ene 2016 15:34 
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El video-resumen es una maravilla.

Y lo que me gusta que el Rey Felipe eligiese su retrato para presidir su despacho en Zarzuela. (grin)

Sin duda fue uno de los mejores soberanos que tuvo España.


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 Asunto: Re: Tricentenario de Carlos III
NotaPublicado: 20 Ene 2016 15:39 
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De italianos a españoles, dos formas distintas de gobernar
JOSÉ LUIS GÓMEZ URDÁÑEZ - Catedrático de Historia Moderna - Universidad de La Rioja

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Al llegar a España en 1759, Carlos III encontró las arcas llenas, prestigiada la monarquía -sobre todo por el mantenimiento de la paz, empeño de su hermanastro Fernando VI- y sólidos los pilares de la moderna política, que consistía en el suave despotismo contenido en la fórmula "ministros que proponen y rey que decide", aplicada con éxito por el ministro Ricardo Wall. Nada podía satisfacer más a un rey tan escrupuloso, orgulloso de cumplir con un deber que creía mandato divino, como era Carlos III.

Pero el mundo estaba en guerra. La paz de Utrecht solo había sido una tregua (como la de Aquisgrán), pues la contienda de principios del siglo en torno a la sucesión española se reproducía periódicamente entre las potencias continentales que se disputaban la hegemonía de Europa, como eran España, Francia e Inglaterra, la aspirante a dominar los mares y, por ello, a acabar con el "lago español". La guerra de 1762 fue un desastre, pues se perdió La Habana, mientras el ejército español de tierra, mandado por el conde de Aranda, se empantanó en la frontera portuguesa. Para tranquilidad del rey, la paz de París de 1763 obligó a los ingleses a devolver La Habana, pero en el entorno político de la domus regia se notó mucho el cambio de estrategia, que reveló la dependencia de Francia contenida en el Tercer Pacto de Familia, firmado por Jerónimo Grimaldi y Étienne de Choiseul en 1761, y que acarreó la caída de Wall y el ascenso de Grimaldi a la Secretaría de Estado.

Para los Grandes de España, que siempre atizaron la xenofobia, era difícil de digerir que los italianos dominaran al rey. Al ministro de todo, Esquilache, que vino de Nápoles con Carlos III, se sumaba ahora el abate Grimaldi. El conde de Aranda aguantó, pues se consideraba amigo del hábil abate, pero eso no evitó que Esquilache, a la sazón ministro de Hacienda y también de Guerra tras la caída de Wall, encontrara la manera de descabezar a los nobles descontentos echando al conde de Aranda de Madrid y nombrándolo capitán general de Valencia, mientras entre Choiseul y Grimaldi celebraban tener al otro gran conspirador, el duque de Alba, en sus dominios de Piedrahita. En suma, el primer gobierno de Carlos III iba a ser como los anteriores: un gobierno sin Grandes de España y, como añadiría el propio Aranda, con su conocida soberbia patriótica, de extranjeros, de "sármatas, que no saben pronunciar bien cuerno, cebolla y ajo".


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Marqués de Esquilache (1699-1785). Comenzó a trabajar para Carlos III como inspector de aduanas en Nápoles. En España, ocupó la Secretaría de Guerra.

Pero no era solo el descontento de los políticos españoles lo que podía observar el rey. El pueblo, y sobre todo el pueblo de Madrid, acusaba la esterilidad de los tiempos, expresión recurrente que no servía ahora para ocultar el aumento de precios -no solo del pan- y la especulación de los ricos. Madrid se estaba llenando de pobres. "¿Cuántos tenemos?", se preguntaba el joven fiscal conde de Campomanes. Y él mismo se respondía: "Se podría decir que todo el país lo es". Aunque los pasquines decían que a Esquilache eso no le preocupaba, el ministro comprendía perfectamente el riesgo y por eso hizo llevar trigo a la capital, mientras Campomanes pensaba en actuar contra los acaparadores liberalizando los precios. El plan, que siempre solía funcionar, no resultó esta vez y, al fin, el Domingo de Ramos de 1766, estalló el Motín de Esquilache en Madrid.

Descontento y pobreza
La disculpa fueron los recortes de capas y sombreros, que eran la segunda parte del plan de Esquilache para evitar la delincuencia en la capital, pero Campomanes, el sinuoso Manuel de Roda y el general Aranda, mandado llamar para pacificar militarmente Madrid, vieron poderosas manos detrás de la conspiración. Comenzaron dirigiendo el castigo contra los partidarios de Ensenada, que fue desterrado como su amigo Esquilache; luego, el abate Miguel Antonio de la Gándara y el marqués de Valdeflores fueron a prisión.

La medida logró contentar a los Grandes, pues evitó que se siguiera hablando de su participación como instigadores. Pero más tarde encontraron en la culpabilidad del brazo jesuítico la gran baza política que robustecería definitivamente a la monarquía (y les aseguraría en sus cargos). El rey expulsó a la Compañía, como habían hecho ya los monarcas de Portugal y Francia, para mostrar al mundo su rotundo poder, mientras los triunfadores del motín -Aranda, Campomanes y Pablo de Olavide, la Trinca, como los llamaba la gente- sabían que esa era la manera de que el soberano secundara sus planes, que no eran otros que los de reforzar el Estado y robustecer sus instituciones (incluido el ejército), terminando así con cualquier veleidad opositora, solo permitida al terco conde de Aranda, que al final acabó "echado" de nuevo de Madrid y destinado a la embajada de París en 1773.

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Grabado de la expulsión de los jesuitas por orden de su Majestad Católica, 1767

Tras la expulsión de los jesuitas en 1767, el nuevo gobierno tuvo el camino abierto, con la firma del monarca, para "reformar". Las reformas fueron dirigidas por los ministros, incluyendo entre ellos a Campomanes y Aranda, fiscal y presidente del Consejo de Castilla, el órgano jurídico que permitía ahora vencer los obstáculos tradicionales con más seguridad. Pero en 1773, el "equipo ilustrado" comenzó a mostrar diferencias, que fueron creciendo hasta 1775, cuando el desastre de Argel provocó una grave crisis de gobierno. La derrota de España ante las escasas fuerzas argelinas se tomó como una advertencia divina: el rey estaba protegiendo a ministros "flacos" -así los llamaba el fiscal Carrasco-, inclinados a todo lo malo, como Campomanes, Aranda y, sobre todo, Olavide.

El libertinaje era motivo de escándalo en Madrid y en La Carolina, donde el superintendente Olavide pretendía llevar a la práctica la idea más ilustrada del siglo: repoblar aquellos desiertos de Sierra Morena con colonos que disfrutarían de un "fuero de población" ilustrado. La reforma agraria, las políticas de fomento económico, la política regalista frente a la Iglesia, las reformas de la clerecía, la baja nobleza y las universidades o la creación de las Sociedades de Amigos del País fueron los otros engranajes de la acción política diseñados por Campomanes que completaron el programa reformista hasta el final del reinado.

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Conde de Aranda (1719-1798). Fiscal y presidente del Consejo de Castilla tras el Motín de Esquilache, conspiró contra Grimaldi ofreciendo sus servicios al príncipe de Asturias, hijo del monarca y futuro Carlos IV.

Sin embargo, la derrota militar sufrida en 1775 y la posterior parálisis política de un gobierno sin nervio irritaron de nuevo al conde de Aranda, que desde su embajada en París no cesó de instigar a sus parciales del partido aragonés contra el ministro Grimaldi, a quien culpaba del fracaso por encubrir al que mandó la expedición, el extranjero Alejandro O'Reilly. En su afán de echar de España "a esa ladilla" -así llamaba el arandista Nicolás de Azara a Grimaldi-, Aranda conspiró en el mismísimo cuarto del príncipe, manteniendo correspondencia con el futuro Carlos IV y su esposa María Luisa, proponiéndose para ser la "A que rija" (es decir, el general que gobierne). Esto causó un enorme disgusto al ahora padre antes que rey, Carlos III, que a su vez estaba soportando, además, otro trance si cabe más duro: la decisión de expulsar de la Corte a su hermano don Luis, casarle con una infanzona y decretar que sus hijos no llevaran el apellido Borbón.

Tanto se alteraron los ánimos en la Corte, de nuevo inundada de pasquines como en 1766, que Grimaldi presentó la dimisión y preparó con el monarca su futuro, que sería espléndido, pues se iba de España con el título de duque, con dinero, nombrado embajador en Roma y, sobre todo, habiéndose vengado del conde de Aranda. Como no pudo con él -pues Carlos III nunca hubiera autorizado una humillación contra un Grande de España-, dirigió el castigo contra el plebeyo Olavide, la hechura más querida del conde aragonés. De acuerdo con quienes también querían ver hundido al autoritario conde, el primero Ensenada -no tan mudo en su destierro de Medina como se pensaba- y, por supuesto, el acérrimo ensenadista Ventura Figueroa, sucesor de Aranda en el Consejo, se procedió a lanzar a la Inquisición contra el peruano con el fin de hacer un escarmiento. El rey dio su consentimiento a todo lo que se hizo contra Olavide, incluida la sentencia de 1778 y sus dos años de prisión secreta. Y el efecto fue, como se esperaba, espectacular. Hasta Federico de Prusia se asombró del cambio del rey de España, aunque ya en esas fechas ni Voltaire era tan reverenciado, ni las luces brillaban en París con la misma intensidad.

El ascenso del "cagatintas"

Aranda, que una vez más se había hecho ilusiones de volver a España para gobernar al lado del rey, vio con amargura cómo el murciano José Moñino, conde de Floridablanca, sucedía a Grimaldi. De esta forma, como decían los arandistas, otro "cagatintas", otro abogado de poca monta al que había que darle una capa de noble para que no desentonara, como a tantos otros antes, comenzaba dócilmente su ministerio y su relación familiar con el rey, que siempre le estaría agradecido por haber logrado, como embajador en Roma, la extinción de la orden jesuita por el papa en 1773, lo que tranquilizó completamente la conciencia de Carlos III.

Con más técnica jurídica que sus antecesores, actuó como un verdadero primer ministro, presidiendo por vez primera un Consejo de Ministros en la historia de España, y acabó de dar el tono emprendedor al reinado, redondeando la fama que empezaba a tener, en vida, Carlos III. Si el rey había achacado a Esquilache tener el "mal de la piedra", por las numerosas obras públicas que impulsaba, ahora disfrutaba con Floridablanca de la inauguración de las más emblemáticas de su reinado, desde la Puerta de Alcalá o el Jardín Botánico al Museo del Prado, los símbolos que darían al rey el calificativo de "el mejor alcalde de Madrid".

Aunque tildado de conservador, Floridablanca fue el impulsor de las grandes reformas sociales que permiten valorar al soberano por encima de los demás monarcas de la dinastía Borbón: la declaración de la honradez de las profesiones; la dulcificación de la política antigitana, así como la de otros marginados como chuetas, agotes y vaqueiros; la limitación de la jurisdicción inquisitorial ante delitos de costumbres, que serían juzgados por tribunales ordinarios. En fin, la moderación en todo, con la complicidad de una Iglesia ilustrada colaboradora, dominan ahora la política del murciano, al que acompaña el experimentado baztanés Miguel de Múzquiz en Hacienda, creador junto con Francisco Cabarrús del primer banco nacional de San Carlos, un formidable intento de movilizar capitales y favorecer las inversiones privadas, que acabó sufriendo las consecuencias de la deuda provocada por la última guerra carolina, la de 1779-83 contra Inglaterra por la independencia de los Estados Unidos.

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Floridablanca (1728-1808). El sucesor de Grimaldi puede ser considerado como jefe del primer Consejo de Ministros de la Historia de España.

El reinado se encaminaba a su fin. El rey, viejo, viudo desde el año siguiente de llegar a España, entregado a su ministro y a su confesor, el padre Eleta, sabiéndose sucedido por un hijo y una nuera en quienes no confiaba, dejó en herencia al prudente Floridablanca al frente de una España mejorada, pero que distaba de tener solucionados sus problemas estructurales. Sin embargo, nada hacía presagiar lo que iba a ocurrir meses después del 14 de diciembre de 1788, fecha de la muerte de un rey entonces querido y respetado. Posiblemente, años más tarde, los ministros se preguntarían qué hubiera pensado Carlos III al conocer lo que estaba ocurriendo en la Francia revolucionaria y regicida, al ver hundirse el viejo mundo que él, mejor que nadie, había conocido en su plenitud.


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http://www.elmundo.es/la-aventura-de-la-historia/2016/01/20/569f6e70ca4741745b8b4610.html

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 Asunto: Re: Tricentenario de Carlos III
NotaPublicado: 20 Ene 2016 15:40 
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HAy algun cuadro de Carlos III en su juventud?


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 Asunto: Re: Tricentenario de Carlos III
NotaPublicado: 20 Ene 2016 15:53 
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Por supuesto, todo aquel que esté interesado y le despierte el gusanillo en este año tan redondo de acceder en más profundidad a este personaje, puede hacerlo a través de alguien que lo conoció y apreció: el conde de Fernán-Núñez con su Vida de Carlos III disponible para todos en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.

Tomo I: http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor-din/vida-de-carlos-iii-tomo-i--1/html/

Tomo II: http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor-din/vida-de-carlos-iii-tomo-ii--0/html/

Si alguien quiere algo más actual, recientemente Giuseppe Caridi ha trabajado sobre Carlos III y ha editado una biografía con La esfera de los libros:

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Carlos III
Un gran rey reformador en Nápoles y España

El 20 de enero de 1716 nacía en Madrid el tercer hijo varón de Felipe V, primogénito de su matrimonio con Isabel de Farnesio, al que llamaron Carlos. Este infante no estaba destinado a reinar y sin embargo murió en el trono en 1788 tras haber devuelto a España su papel entre las potencias europeas.
El profesor Giuseppe Caridi, tras años de investigación, nos sumerge en la apasionante vida del que ha pasado a la historia como el mejor soberano de la dinastía Borbón, un enamorado de su esposa María Amalia de Sajonia, de la caza y del arte. Un rey reformador que primero fue coronado como Carlos VII en el trono de Nápoles (1734-1759) y después en España como Carlos III (1759-1788). Un monarca ilustrado que supo rodearse de colaboradores fieles y sobre todo competentes, como Bernardo Tanucci o el conde de Floridablanca, que convirtieron su corte en una de las más avanzada de Europa. Con todos ellos —cuyas iniciativas apoyó con absoluta convicción— logró que el país entrara en el siglo de las luces y lo consolidócomo una nación moderna.


http://www.esferalibros.com/libro/carlos-iii/

Tampoco puedo dejar de recomendar esta excelente relación de biografías sobre el rey ilustrado. He leído las tres primeras y son excelentes, sobre todo Pedro Voltes, que me encantó. Creo que María Ángeles Samper (historiadora y biógrafa de su madre) también escribió muy bien sobre él.

Godoy escribió:
BIBLIOGRAFÍA:
- Domínguez Ortiz, Antonio: “Carlos III y la España de la Ilustración”. Madrid, Alianza, 1988.
- Voltes Bou, Pedro: “Carlos III y su tiempo”. Barcelona, Juventud, 1964.
- Palacio Atard, Vicente: “Carlos III: el rey de los ilustrados”. Barcelona, Ariel, 2006.
- Fernández Díaz, Roberto: “Carlos III”. Madrid, Arlanza, 2001.

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 Asunto: Re: Tricentenario de Carlos III
NotaPublicado: 20 Ene 2016 15:54 
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andrea.monti escribió:
Muy buen hilo, Godoy. He leído este artículo con placer.


No había que dejar escapar en este querido sitio este acontecimiento en una fecha tan redonda. :thumbup:

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 Asunto: Re: Tricentenario de Carlos III
NotaPublicado: 20 Ene 2016 16:01 
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Clara escribió:
El video-resumen es una maravilla.

Y lo que me gusta que el Rey Felipe eligiese su retrato para presidir su despacho en Zarzuela. (grin)

Sin duda fue uno de los mejores soberanos que tuvo España.


A mí también me ha encantado el vídeo :hehe:.

Estoy contigo en la elección del cuadro por parte de Don Felipe. Es toda una declaración de intenciones. Un rey reformador, valiente, discreto, ejemplar... Es que esto pesa mucho, más que las sombras, probablemente es por ello por lo que en general en la historiografía se le pinta tan bien, quizá acontecimientos posteriores ayuden... Lo cierto es que en general fue una época muy feliz, con muchos matices, para los españoles. Tendría que pasar mucho tiempo para volver a alcanzar una etapa así.

En lo de ser de los mejor entre los monarcas hispanos... Tampoco tiene mucho mérito. Y no sé por qué, pero fijo que Cecilio me da la razón si me lee. :)) :)) :))

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 Asunto: Re: Tricentenario de Carlos III
NotaPublicado: 20 Ene 2016 16:09 
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carmela escribió:
HAy algun cuadro de Carlos III en su juventud?


Sin ir más lejos, en el Museo del Prado se custiodian tres.

Carlos III, niño. Por Jean Ranc. Con unos 8-9 años.

https://www.museodelprado.es/coleccion/obra-de-arte/carlos-iii-nio/d17f262c-dc81-4222-81c1-275b48b37560?searchid=efa3256a-fd45-6e79-47b5-1d957d666180

Carlos de Borbón y Farnesio, joven (futuro Carlos III de España). También por Jean Ranc. Aquí rondaba ya los 10 años.

https://www.museodelprado.es/coleccion/obra-de-arte/carlos-de-borbon-y-farnesio-joven-futuro-carlos/45fa274f-d884-48d7-b625-d6643ab6f6df?searchid=bbdbaa5d-4294-26a6-c53e-1cda75f688ba

Carlos VII, rey de Nápoles (futuro Carlos III de España). Piane, Giovanni Maria delle. Y aquí rondando la veintena, ya como rey en Nápoles.

https://www.museodelprado.es/coleccion/obra-de-arte/carlos-vii-rey-de-napoles-futuro-carlos-iii-de/e50ed792-6834-4c6c-8230-8288f89c22bb?searchid=bbdbaa5d-4294-26a6-c53e-1cda75f688ba

Y, sí. El predilecto de la Farnesio era muy feo. Dicen las malas lenguas que junto a su María Amalia formaban la pareja real más fea de Europa.

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 Asunto: Re: Tricentenario de Carlos III
NotaPublicado: 20 Ene 2016 16:38 
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Por último, completar el hilo audiovisualmente:

Memoria de España - Carlos III, luces y sombras del Reformismo ilustrado:
http://www.rtve.es/alacarta/videos/memoria-de-espana/memoria-espana-carlos-iii-luces-sombras-del-reformismo-ilustrado/3283927/

Serie - Reyes de España (Mala con narices, aunque con buenas intervenciones)


El Proyecto Ilustrado de Carlos III (Capítulo 1. La juventud de un rey)


El Proyecto Ilustrado de Carlos III (Capítulo 2: Gestos y Reformas)

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 Asunto: Re: Tricentenario de Carlos III
NotaPublicado: 20 Ene 2016 16:44 
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El Proyecto Ilustrado de Carlos III (Capítulo 3: Regreso a la naturaleza)


El Proyecto Ilustrado de Carlos III (Capítulo 4: El Museo de las Luces)


Tiempo de historia: Carlos III - 10/07/2014
http://www.ivoox.com/tiempo-historia-carlos-iii-10-07-2014-audios-mp3_rf_3306347_1.html

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 Asunto: Re: Tricentenario de Carlos III
NotaPublicado: 20 Ene 2016 16:46 
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Godoy escribió:
En lo de ser de los mejor entre los monarcas hispanos... Tampoco tiene mucho mérito. Y no sé por qué, pero fijo que Cecilio me da la razón si me lee. :)) :)) :))

Ya conoces a Cecilio como si lo hubieras parido... :o

Muy buena idea crear este hilo :thumbup:

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merece la pena en este asqueroso mundo"
(R. Trecet)


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 Asunto: Re: Tricentenario de Carlos III
NotaPublicado: 20 Ene 2016 16:48 
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Muchas gracias Godoy; quería ver si al menos en sus años mozos el chico tenía algo de gracia... pero probin.


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 Asunto: Re: Tricentenario de Carlos III
NotaPublicado: 20 Ene 2016 17:10 
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Carlos III, ¿el único rey que ha sido normal de la historia de España?
Carlos III, ¿el único rey que ha sido normal de la historia de España?
Álvaro Van den Brule

Para ser realmente grande, hay que estar con la gente, no por encima de ella. –Montesquieu

Carlos III fue un gobernante inusual e irrepetible. Siempre intentó legislar de cara a mejorar la vida de sus súbditos en vez de añadir sufrimiento al respetable. Poco dado a medrar por palacio y a la pompa cortesana, se escapaba con bastante frecuencia a cazar perdices, gamos y piezas varias en los alrededores de Madrid, eso sí, con su cuaderno de campo en el que tomaba buena nota de sus reflexiones para construir un reino mejor. Era un rey vocacional, que no ornamental. Es posiblemente la mejor encarnación o representación del despotismo ilustrado.

Mas, mientras que lo relativo a su gestión intramuros culminaba por lo general con éxito a través de la potenciación de la obra civil, mejora de la legislación, renovación de la Armada, el agro, un avanzado sistema postal, la introducción de la lotería, una embrionaria seguridad social para atender a las viudas y huérfanos de guerra y otras apuestas de calado, los berenjenales de la política internacional y su equivocada alianza en el Pacto de Familia con Francia le traerían una serie de disgustos sobrevenidos; además, como corolario de todos los males, el Diktat en los mares lo detentaban los ingleses para variar y las colonias tenían el trasero a la intemperie, habida cuenta nuestra endémica debilidad en los mares y a pesar de ser un imperio de enormes proporciones transoceánicas.

Pero si algo hizo bien Carlos III fue rodearse de competentes y sabios muñidores de actuaciones cuasi revolucionarias en su firme apuesta por la renovación del estado con una clara visión de futuro. Entre ellos destacarían Zenón de Somadevilla, Marqués de la Ensenada de corte francófilo y Don José de Carvajal, de carácter más anglófilo, heredados de la administración de su padre más que producto de una elección propia. Ambos, enormes y comprometidos patriotas intentarían mantener el país estabilizado y distante de la fagocitadora voracidad de las guerras en curso para devolverle el pulso después de dos siglos de incesante sangría. Los dos, al alimón, apoyados en una comprometida amistad entre ellos y su rey, renovarían hasta los cimientos la hacienda y la administración públicas.

Unos sabios consejeros

El enorme y emprendedor Marqués de la Ensenada crearía una poderosa flota de proporciones comedidas y realistas para combatir la piratería rampante de los anglos. Más de ciento veinticinco navíos y fragatas de un impecable y avanzado diseño serian botados en un plazo de una docena de años. Lamentablemente, Carlos IV, su sucesor, abandonaría a la Marina a su suerte hasta tal punto que los ingleses años después en Trafalgar se dedicarían al tiro al blanco con excelentes resultados ganando una de las más famosas batallas navales de la historia.

De idéntica manera intentó sacar del secular sopor a una esclerotizada sociedad española que se había dormido en los laureles de una merecida memoria que ya no daba más en su generosa elasticidad. Luchó contra los anquilosados privilegios de la Mesta, que en su hegemónica condición de propietaria de los pastos infectaba de inutilidad una naciente y balbuceante agricultura, que este noble rey dinamizaría con algunas contundentes leyes que despojarían a los ganaderos de ciertas prebendas. Asimismo, combatió la holganza de los hidalgos que medraban en las periferias de la Corte y dignificó la palabra "trabajo" que en ciertos círculos aristocráticos era sinónimo de peste o castigo divino.

En su historial de luces y sombras, quedan para la posteridad los patinazos dados en el tema del motín de Esquilache por la cuestión de los chambergos o casacas típicas de la época y el afán de su ministro por meter la tijera de manera indiscriminada en los atuendos de los españoles. Por otro lado, el Pacto de Familia con los franceses nos trajo algunos disgustos por los compromisos contraídos ya que el eterno contencioso con los ingleses empezaba a eternizarse.

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Estatua ecuestre de Carlos III en Madrid. (Carlos Delgado/CC)

Con la Iglesia hemos topado

Como siempre, la institución eclesial, en su secular injerencia en los asuntos civiles, no aceptaba los ultramontanos vientos del norte y las ideas disolventes de la revolución francesa promovidas por Rousseau, Voltaire y otros librepensadores, lo cual generaba una convivencia compleja entre el rey ilustrado y los apolillados prebostes. En uno de los asaltos de este permanente cuerpo a cuerpo salieron los jesuitas centrifugados por su presunta intervención en el ya referido motín de Esquilache.

El caso es que, en los siempre bulliciosos mentideros de la Corte, se murmuraba que Carlos III no era hijo de Felipe V y sí del cardenal Alberoni, clérigo muy hábil preparando los canelones –plato favorito de Isabel de Farnesio–, con los que aplacaba a la iracunda criatura especializada en el “tiro al plato”, entendida esta lúdica actividad como un mero lanzamiento de vajilla a su siempre atemorizada servidumbre palaciega, que vivía en un sinvivir permanente por los frecuentes ataques de ira de la interfecta, ya que al parecer su maridito no le daba mucho juego horizontal y los ansiolíticos todavía no habían hecho acto de presencia.

Este rey aborrecía el lujo y las alharacas, era de una austeridad anormal y daba poca guerra a su sastre al que al parecer tenia conservado en naftalina. En treinta años le confeccionaría no más allá de diez casacas que invariablemente tenían siempre las mismas medidas.

Mientras que con su infatigable carabina estragaba la cabaña nacional, hombres de probada confianza de la talla de Floridablanca, Olavide, Campomanes y otros no menos preparados, le resolvían los problemas de la tramoya estatal. Siendo rey de Nápoles y por imperativo paterno-materno se casaría de mala gana con María Amalia de Sajonia, una rubicunda rubita espigada, compendio de virtudes que al parecer tenia la manía de alumbrar féminas. Como no paría hijo varón y la línea sucesoria era excluyente con las hembras, existía una honda preocupación en la Corte. Finalmente quiso el creador que pariera al epiléptico e imbécil infante Felipe al que rápidamente incapacitaría su padre. Al parecer la caprichosa fortuna sonreiría de nuevo a la Corona con otro tarado, Carlos IV, a su vez progenitor de otro no menos impresentable, Fernando VII. Tela.

Carlos III gastaría toda su munición amorosa en sus años mozos. Al enviudar con cuarenta y cinco años, no entraría más en trance libidinoso alguno. Eso sí, su desmedida afición cinegética despoblaría los collados y montes madrileños temiendo los pasmados lugareños por la supervivencia de algunas especies autóctonas.


A pesar de estar rodeado de monarquías absolutistas, este ecuánime rey impulsó reformas por doquier. El reparto de tierras comunales y el troceo de latifundios para su distribución entre los desfavorecidos fue un hito que tuvo que enfrentar no sin sortear dificultades obvias. Enfrente tenía a los eclesiásticos y a la aristocracia, casi nada. Finalmente, su tenaz apuesta en este sentido, alumbraría en Sierra Morena la población de La Carolina, modelo de apuesta audaz y equilibrada. Doce mil campesinos a los que se adjudicarían lotes de tierra, material para construir sus viviendas y aperos de labranza, crearían un polo de desarrollo singular.

En 1788, quiso el caprichoso destino que este enorme hombre de imaginación portentosa dejara este trámite vital y pasara al lado en donde pocos son los elegidos por la memoria colectiva para ser honrados a perpetuidad.

Carlos III, el primero, un grande, único, irrepetible.



http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2014-05-03/carlos-iii-el-unico-rey-normal-de-la-historia-de-espana_123850/

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