Foro DINASTÍAS | La Realeza a Través de los Siglos.

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 Asunto: El drama de Mayerling
NotaPublicado: 23 May 2008 00:27 
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El archiduque Rodolfo de Habsburgo, príncipe heredero de la Corona de Austria, único hijo varón del emperador Francisco José I y de la emperatriz Isabel (Sissí), murió en 1889 en circunstancias hasta ahora nunca aclaradas. Para la Medicina Forense su caso es el que mayor número de especulaciones ha producido en el último siglo.


La muerte del único hijo varón de Sissí y el emperador Francisco José I sigue siendo un enigma.


Único hijo varón del Emperador Francisco José I y de la Emperatriz Isabel (más conocida como «Sissí») nació en Viena en 1858, recibiendo muy tempranamente una severa educación a cargo del conde de Grondecourt y más tarde del conde de Latour.


Demostró siempre una viva inteligencia, gusto por el estudio y gran facilidad para el aprendizaje de las numerosas lenguas que se hablaban en el Imperio austríaco.


Tuvo, además, vastos conocimientos en Ciencias Naturales, especialmente en Ornitología a la que era muy aficionado, dibujando él mismo toda clase de aves, y en disciplinas militares.


En 1880 su padre le nombra comandante general a los 22 años, con mando de una división de Infantería en Praga y más tarde en Viena. A los 30 años, es ya mariscal de campo y general inspector de Infantería.


En 1881 contrae matrimonio con la archiduquesa Estefanía, hija de Leopoldo II, rey de Bélgica con la que tiene una hija, la archiduquesa Isabel.


En 1884 publicó su obra «Fünfzehn Tagen auf der Donau» y comienza con un equipo de científicos el gran trabajo enciclopédico en 24 volúmenes titulado «Die Osterreichisch-Ungarische Monarchie in wort und Bild», llamada la «Kronprinzwerk».

El kronprinz era muy aficionado a la caza y aprovechando la abundancia de ésta en los maravillosos bosques de Viena (Wienerwald) que tanto inspiraron a músicos y poetas, hizo construir en los contrafuertes del Valle de Helenenthal un hermoso pabellón de caza, especie de castillo al que se le llamó Mayerling.


El Kronprinz Rodolfo había elegido aquel lugar como centro de sus actividades cinegéticas y también para sus devaneos amorosos, por los que había llegado a ser muy conocido en Viena.


Quizás a causa de la formación heredada, su temperamento era individualista, impulsivo, nervioso, sentimental. Todo ello en gran parte heredado de la madre, le hizo enfrentarse pronto con el temperamento más prusiano de su padre. A pesar de su esmerada educación no logró gobernar aquellas tendencias. Su afán de libertad le hizo escribir en cierta ocasión: « La realeza no es más que una enorme ruina que se derrumbará a la primera tempestad».


Sus tendencias antirreaccionarias, le hacen buscar la compañía de anarquistas, nihilistas, todo lo cual disgusta constantemente al Emperador. Además comparte con su madre su pasión por Hungría cuyas tendencias separatistas alienta.


Su inclinación al bello sexo le hace tomar parte en numerosas y dudosas aventuras, en las que probablemente contrajo dos de las enfermedades que se la han atribuido: tuberculosis pulmonar y sífilis, aparte de un evidente desequilibrio del sistema nervioso que le hace irritable y con tendencias a la violencia, especialmente hacia Estefanía, su esposa, a la que detesta desde que tras su primer y único parto, los médicos le dicen que no le podrá dar más hijos.


Esto le produce una gran frustración al comprender que no tendrá heredero al trono. Rodolfo a los 31 años es ya un viejo antes de tiempo.


En la que podíamos llamar su historia clínica, hay el antecedente de un accidente de automóvil o según algunos una caída de un caballo en Laxenburg, caída que quiso mantener en secreto y desde la que comenzó a padecer fuertes dolores de cabeza.
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NotaPublicado: 23 May 2008 00:29 
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Bebía demasiado y desaparecía noches enteras para participar en orgías. Todo ello le alteró cada vez más su sistema nervioso. Sus constantes accesos de tos y sus cefaleas, con fases de depresión y frecuentes menciones a quitarse la vida, fueron la base de que a su muerte se pensara en el suicidio. Conoce por entonces a una joven de 16 años, María Vetsera, nacida en Esmirna, de origen judío, húngara por parte de padre y griega por parte de madre, la baronesa Elena Vetsera, nacida Baltazzi.

La joven María era una belleza oriental, morena, de ojos azules, a quien la prima de Rodolfo, la condesa Larish Wallersee le presentó actuando de Celestina. Pronto el Kronprinz queda enamorado de María con quien se encuentra a escondidas, pero no tanto que la policía secreta del emperador que seguía constantemente sus pasos, no se dé cuenta y ponga el hecho en conocimiento de Francisco José I.

El idilio con la Vetsera se hace cada vez más intenso y Rodolfo está decidido a divorciarse de su esposa, y a casarse morganáticamente con María Vetsera, para lo cual solicita por carta el consentimiento del Papa León XIII, sin consultar con su padre el emperador. El Papa niega tal separación matrimonial y el emperador se entera de ello.

El 28 de enero de 1889, el emperador ordena llamar a su hijo a su presencia. Una larga entrevista tiene lugar entre padre e hijo, entrevista que debió ser un auténtico altercado. Sólo se sabe de ella por palabras pronunciadas posteriormente por el propio emperador que prohibió terminantemente a Rodolfo que volviese a ver a la joven Vetsera.


No debió ser éste el único tema de discusión y motivo de fricción. Se ha dicho que Rodolfo había concebido el proyecto de hacerse elegir rey de Hungría y los principales nobles húngaros estaban de acuerdo con este proyecto. Se ha hablado de un verdadero complot. La escena entre padre e hijo debió alcanzar cotas de violencia, pues tras ella, el ayudante de campo del emperador encontró a éste «desmayado».


Los historiadores en general afirman que después de esta entrevista, Rodolfo decidió suicidarse, idea que al parecer ya había anunciado en oca-siones anteriores. Rodolfo había expresado a su prima, la condesa Larish: «Si me ocurriera algo, vendrá un hombre a reclamarte esta arqueta. Se la entregarás. La consigna será rivo».


Después de la muerte de Rodolfo, la Condesa entre-garía la misteriosa arqueta llena de documentos al Archiduque Juan de Tos-cana, que fue la persona que se la reclamó.


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NotaPublicado: 23 May 2008 00:32 
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Rodolfo escribe una serie de cartas de despedida, que algunos han considerado son falsificadas. Una a su madre la emperatriz, a la que dice: «Sé muy bien que no era digno de ser vuestro hijo». A su esposa Estefanía, le escribe otra en la que dice: «Ya estás libre de mi presencia y de la calamidad que yo soy». Y a Valeria, su hermana menor, le dice una frase que se ha considerado misteriosa y críptica: «Muero a pesar mío».


El 18 de enero anterior, María Vetsera había redactado su testamento y habiéndosele hecho unas fotografías, advirtió: «Serán las últimas».


El 27 de enero de 1889, el príncipe de Reuss, embajador de Alemania en Viena, dio una fiesta en honor del aniversario de Guillermo II. La Corte entera asistió y con ella Rodolfo, que conversó, según los testigos, animadamente con todo el mundo, bailando con diversas damas, pareciendo feliz y contento, no como una persona que ha decidido acabar con su vida. Nada parece anunciar sus pretendidos y supuestos propósitos suicidas.


El 29 de enero, la familia imperial tiene una cena en el Hofburg para celebrar la marcha del emperador y, su esposa a Hungría en visita oficial. Rodolfo se excusa de ir a la cena, pretextando sentirse acatarrado y marcha al Castillo de Mayerling.


El miércoles 30 de enero, a las 11 de la mañana, el conde Hoyos anuncia al barón Nepcsa, primer chambelán de la Corte, que comunique a la emperatriz que desea ser recibido por ella. Esta, que está dando su lección de griego, le recibe. El conde Hoyos le anuncia la muerte del príncipe.


La prensa internacional dio casi enseguida la noticia que estremeció a toda Europa. «El archiduque Rodolfo, heredero del Imperio austriaco, ha muerto a los 31 años de edad en el pa-bellón de caza de Mayerling».


El Boletín Oficial da la versión de que la causa de la muerte ha sido una apoplejía, pero se habla ya de un accidente de caza, de un atentado, de una caída de caballo, de un duelo en el que un marido celoso habría dado muerte al Kronprinz.


El jueves 6 de febrero de 1889 el corresponsal de «Le Figaro» en Viena escribía: "Decididamente, en Hofburg no quieren decir la verdad. Han tenido que renunciar a la versión de la muerte natural por apoplejía, cosa que nadie creyó nunca y se aferran a la versión del suicidio. Prefieren que se diga que el Kronprinz ha matado a la baronesa Vetsera antes de morir por su propia mano, que confesar que él mismo fue asesinado".


La segunda versión oficiosa enviada por el Gobierno austriaco y la Casa Imperial decía textualmente: «El archiduque Rodolfo tenía hacia un año una "liaison" con la baronesa Vetsera, joven de gran belleza muy conocida en Viena».


Esta "liaison" era sólo conocida en un circulo de íntimos y notada a causa de la coincidencia de las ausencias de la baronesa y los viajes del príncipe en ciertas épocas. Se encontraron de incógnito en el extranjero en varias ocasiones en diversos lugares, especialmente en Londres.


El archiduque se había enamorado de esta joven. Además, habiendo perdido la esperanza a causa de la salud de la princesa Estefanía de tener un día un heredero, había manifestado a su padre y a algunas personas allegadas, su proyecto de divorcio con la princesa.


El emperador se negó rotundamente a este proyecto. El príncipe se dirigió al Papa. No se puede decir si el príncipe había comunicado a la joven baronesa la solución del divorcio y puede que un porvenir elevado para ella. Oficialmente se sabe el empleo del tiempo por el príncipe hasta que partió para la cacería en Mayerling.


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NotaPublicado: 23 May 2008 00:34 
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«El lunes por la mañana, a las 11, el oficial de la División, notó que el príncipe tenía ante sí muchos papeles para firmar y con un gesto de impaciencia o cansancio rechazó por un momento los papeles diciendo: "Es demasiado". Sin embargo firmó todo. No se observó nada de particular en el desayuno. Se vistió de cazador y partió para Mayerling.


Allí se reunió con el conde Hoyos y el duque de Coburg. La baronesa Vetsera llegó por la tarde. Al día siguiente, el cochero Bratfisch condujo al príncipe a Breitenfurt, lugar situado en el bosque donde esperaba la baronesa Vetsera. Después de algunas horas de paseo, la pareja estaba bastante alejada de la vivienda. Se detuvieron en un restaurante.


Los caballos estaban cansados y para regresar a Mayerling debían seguir un camino escarpado a través del bosque.


Mientras el príncipe y la baronesa tomaban una ligera consumición, Bratfisch buscó dos caballos de refresco y así el coche atravesó el collado vecino llegando bastante tarde a Mayerling. Después cenaron con el conde de Hoyos.


El príncipe de Coburg había regresado a Viena. La cena fue alegre. Bratfisch, el cochero, les alegró con sus mejores canciones tirolesas. La pareja se retiró a la habitación del príncipe no oyéndose nada durante la noche. El criado Losheck, hacia las seis de la mañana oyó un ruido de voces y después un primer disparo seguido de un segundo disparo de revólver.


Asustado, no se atrevió a moverse. Por fin se decidió a buscar al conde Hoyos. Tuvieron que hundir la puerta que estaba cerrada por dentro. Dos cadáveres se encontraban sobre el lecho del príncipe. Algunas flores recubrían el cuerpo de la baronesa.


El príncipe se había suicidado después de dar muerte a la baronesa. El doctor Widerhofer, médico de la Corte, fue el primero en llegar a Mayerling avisado por telégrafo, para reconocer el cadáver de Rodolfo. Hay un indicio de que la baronesa no murió por su propia mano (se llegó a decir que se había envenenado con estricnina). Su herida estaba en la parte posterior del cráneo.


No se explica esta particularidad más que de dos formas: o el príncipe dijo a la baronesa: "Voy a matarme" y ésta asustada, queriendo pedir socorro y precipitándose a la puerta en busca de ayuda, habría recibido al llegar a la puerta la bala que el archiduque destinaba para sí, o bien en el último momento, después de haber decidido morir juntos, María Vetsera, asustada, trató de huir, y el príncipe Rodolfo la disparó por detrás».


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NotaPublicado: 23 May 2008 00:37 
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«¿Se trata de una locura súbita? ¿Es un acto de desesperación preconcebida? Es cierto que el domingo hubo entre el emperador y el Kronprinz una escena violenta, en el curso de la cual el emperador Francisco José reprochó vivamente a su hijo su conducta ligera y le declaró que se opondría siempre al divorcio. El cuerpo de la baronesa fue conducido por tren especial a una pequeña localidad de Bohemia donde fue enterrada».


Hasta aquí el comunicado oficioso, que tampoco tranquilizó a la opinión pública. Pronto se supo que María Vetsera no fue enterrada en Bohemia, sino en el cementerio del Monasterio de Heiligenkreuz, cerca de Mayerling en circunstancias rocambolescas y macabras.


Además se quiso hacer pasar por loco al Kronprinz Rodolfo, cuando en ningún momento dejó de dar pruebas de su inteligencia y tres días antes de su muerte había enviado un artículo al periódico «Le Figaro», del que era asiduo colaborador.


Además, como luego se supo, la herida de la cabeza del príncipe estaba por detrás del cráneo, extraño lugar para suicidarse. Se insistió en que las cartas escritas por el príncipe eran falsificadas. La prensa francesa acusó a la familia imperial de querer gobernar a la opinión pública por medio del silencio, al estilo Metternich. «Le Figaro» del viernes 8 de febrero publicó dos cartas, una de Rodolfo, dirigida desde Viena al duque de Braganza en la que dice:


«Querido amigo. Es preciso que yo muera. No puedo hacer otra cosa. Pórtate bien, Servus. Tu Rodolfo» (Servus es una expresión corriente en dialecto vienés que significa «Buenas tardes»).


Y publica también otra carta dirigida por María Vetsera a su madre que dice: «Querida madre: Muero con Rodolfo. Nos amamos demasiado. Perdóname y adiós. Tu desgraciada, Marie"... P. S. Bratsfisch ha silbado admirablemente esta noche».


Los supersticiosos campesinos de las cercanías de Mayerling decían que el príncipe y el Castillo estaban malditos desde el día en que el archiduque Rodolfo derribó a tiros un ciervo blanco de diez cuernos. Hazaña que según la leyenda local lleva consigo siempre la muerte del cazador.


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NotaPublicado: 23 May 2008 01:24 
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Las opiniones en Viena seguían estando divididas.


Rechazada la idea de la muerte natural por la misma casa imperial y el accidente de caza, se habla de un duelo del príncipe con un marido ofendido.
Otros aseguran que María Vetsera era hermana de Rodolfo, hija como él del emperador Francisco José que había tenido un desliz con la baronesa Helena Vetsera, y que ésta fue la causa de la desesperación de la pareja al enterarse.

Otra teoría es que María estaba embarazada. Sin embargo, al conocer la muerte del príncipe, una comisión de médicos fue enviada a Mayerling. Los médicos practicaron la autopsia o autopsias y el 31 de enero se hacen públicas sus conclusiones. Se trata de un doble suicidio y María Vetsera no estaba embarazada. Rodolfo había pedido ser inhumado en el Monasterio de Heiligenkreuz junto a María, pero sus restos mortales son llevados a la Hofburg en Viena para ser velados.


El cadáver de María es llevado en un coche de caballos o trineo (no se olvide que el mes de enero en Austria es mes de nieves y heladas), subrepticiamente, haciéndola pasar por viva colocándole un bastón en la espalda para mantenerla en posición sentada.


Los tíos de María habían sido llamados a Mayerling. Losheck es uno de los que acompañan al cadáver de la joven. En el cementerio del monasterio, el suelo está tan helado en aquel crudo invierno, que es casi imposible cavar una fosa, cosa que se hace con gran trabajo y se la entierra sin más ceremonias.


El cadáver de Rodolfo, después de haber sido sometido a una «restauración» o «toilette funeraria» por los médicos, llega a Viena.


En la capilla ardiente y a causa del calor de los cirios, se funde la máscara o casquete de cera con la que se había revestido el rostro y la cabeza o la frente del príncipe para disimular la herida. Entonces se hace visible el destrozo de la cabeza a causa de la aparente herida de bala.


¿Dónde están los verdaderos protocolos de autopsias y la información policial que se llevó a cabo?.


El emperador Francisco José exigió que el expediente referente al drama no se incluyera en los archivos de familia y que se entregase al presidente del Consejo, el conde Taaffe, hombre de toda su confianza.


Dicho expediente se abrió el año 1912... No contenía más que papel en blanco.


Siete personas tuvieron conocimiento de la auténtica verdad del drama de Mayerling: el emperador Francisco José, la emperatriz Isabel, el conde Hoyos, el cochero Bratfisch, el ayuda de cámara Losheck y Szogyeny, íntimo amigo del archiduque que recibió la última carta de Rodolfo, escrita instantes antes de la muerte. Ninguno de ellos habló, según afirman los que han historiado el tema.


El emperador Francisco José quiso destruir todos los testimonios del drama, por lo que dispuso no dejar vestigio de Mayerling, ordenando demoler el pabellón de caza. Más tarde, entregado a los Padres del Monasterio de Heiligenkreuz, fue reconstruido.


Hoy se puede visitar convertido en una capilla y pequeño convento a cargo de Madres Carmelitas. El príncipe Rodolfo, después de las honras fúnebres debidas a su rango, fue enterrado en una sencilla ceremonia el martes 5 de febrero.


Francisco José había pedido expresamente a los reyes y príncipes de los países de Europa, excepto al rey de los Belgas, que se abstuvieran de asistir.


El lugar de la inhumación fue la cripta del Convento de los Capuchinos junto a todos los reyes y archiduques de la Dinastía de los Habsburgo. Desde entonces muchas páginas se han escrito sobre la aún misteriosa muerte del príncipe Rodolfo y María Vetsera.


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NotaPublicado: 23 May 2008 01:28 
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Al cabo casi del siglo, la emperatriz Zita, que aún a sus 94 años tiene la menta muy clara, decidió romper el largo silencio de la familia y el 11 de marzo de 1983, durante una entrevista concedida al periodista Dieter Kindermann para el Kronen Zeitung de Viena, declaraba: «El archiduque Rodolfo no se suicidó, sino que fue asesinado. Fue un asesinato político».


El «Observer y el «Corriere della Sera» de mano de 1983 han dedicado páginas enteras al tema. Era la primera vez en un siglo que la tesis oficial del Gobierno austríaco y la familia imperial se contradecía, que la tesis del suicidio era desmentida.


Ya poco antes del entierro se afirmó que el Kronprinz tenía cortes de sable en la mano derecha.


Algunos dijeron que tenía cortada la mano, lo que se intentó ocultar con unos guantes rellenos de gutapercha.


Sin embargo, el informe oficial médico publicado en la prensa vienesa del 2 de febrero de 1889, decía: «El acto fue realizado (se supone que el suicidio) en un estado de aberración mental».


En el escueto protocolo de autopsia publicado el 1 de febrero se decía que la bóveda craneana estaba «rota». El 2 de febrero se publica el protocolo en el que se rectifica y dice que «la bala había entrado por la sien izquierda y salido por la derecha, haciendo una herida apenas visible».


No hay quien pueda creer esto. El príncipe Rodolfo era diestro. Es muy raro que un diestro se dispare con la mano derecha en la sien izquierda si es que quería suicidarse.


«Le Fígaro» de 4 de febrero de 1889 aseguraba por medio de su corresponsal en Viena que «no se ha encontrado el proyectil» y se pregunta por qué no se ha buscado.

Mejor se diría «los proyectiles».

A su vez «Le Fígaro» de 5 de febrero decía que Rodolfo veía espíritus y fantasmas y que la «Dama blanca» de los Habsburgo, que era una especie de fantasma que siempre se aparecía poco antes de la muerte de alguno de los miembros de la familia, le había visitado anteriormente anunciándole su muerte próxima.


La emperatriz Zita, en sus recientes declaraciones, afirmaba que el Drama de Mayerling fue un secreto de Estado y de familia. Al parecer, el emperador Carlos, su esposo, antes de morir le pidió que hiciese ella lo que él no pudo, rehabilitar la memoria de Rodolfo dando las pruebas de su asesinato. En sus declaraciones afirmaba la anciana emperatriz: «Se han escrito muchas leyendas. Lo que se ha contado se limita a sospechas y a hipótesis. La verdad es que el archiduque Rodolfo fue asesinado y que este asesinato fue político. En nuestra familia siempre hemos sabido la verdad. Francisco José hizo jurar silencio a todos los que estuvieron al corriente de los detalles del drama».


Tan grave debió ser el tema político y tan altas personalidades estaban implicadas que Francisco José decía: «No he podido hacer otra cosa. La existencia de la Monarquía estaba en juego».


Se trató de un intento de desestabilizar el Imperio. Si se hubiese sabido la verdad probablemente se hubiera adelantado la Primera Guerra Mundial que más tarde tendría su origen en otro drama: el atentado de Sarajevo.


Francisco José envió un telegrama al Papa pidiéndole el derecho de inhumar a Rodolfo religiosamente. Entonces sólo era oficial la tesis del suicidio.


El Vaticano negó tal derecho. Franciso José envió un segundo telegrama, esta vez de 2.000 palabras y cifrado, en el que al parecer explicaba al Papa la verdad de la muerte de Rodolfo, su asesinato por razones políticas.


El Papa inmediatamente dio su permiso para la ceremonia religiosa. El encargado de descifrar el telegrama y transmitirlo a Su Santidad fue el embajador austríaco, abuelo de la condesa Helene Esterhazy. Esta refiere que su abuelo le contó años más tarde lo del telegrama y que «se trataba de un asesinato». Ni en los archivos austríacos ni en el Vaticano han sido hallados originales o copias de tal telegrama.


Ha desaparecido misteriosamente como todo el legajo referente a la investigación de la muerte del Kronprinz que por deseo expreso del emperador quedó en poder, como dijimos anteriormente, del conde Taaffe, primer ministro. Un misterioso incendio en el castillo donde se encontraba el original lo hizo desaparecer y su duplicado que estaba en poder de un abogado de la familia imperial, desapareció también en circunstancias extrañas.


Ya vimos que en el dossier oficial no había más que papeles en blanco cuando fue abierto. Existen testigos como Frederic Wolf, carpintero residente en las cercanías de Mayerling, quien ha contado que su padre, carpintero como él, fue llamado «para poner orden en el pabellón de caza dos días después del drama».


Contó a su hijo que la habitación parecía haber sido «escenario de un terrible combate», con el mobiliario roto y revuelto, impactos de bala en muebles y muros, huellas de sangre por todas partes. El carpintero Wolf tuvo que cambiar todo el piso de madera.


Por su parte, la archiduquesa María Teresa, tía de Rodolfo, certificó que su marido, el archiduque Carlos Luis, le confirmó que Rodolfo le había asegurado: «Voy a ser asesinado», al parecer por estar en el centro de una conspiración europea que tenía la intención de derribar a Francisco José y colocar a Rodolfo en su lugar. Según la emperatriz Zita, Rodolfo rehusó participar en tal conspiración contra su padre y dijo a su tío: «Yo soy un hijo leal al emperador. Voy a desvelar esta conspiración, pero si lo hago me matarán. Sé demasiado».


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NotaPublicado: 23 May 2008 01:33 
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Hay varias personas que pudieron comprobar que efectivamente el puño derecho de Rodolfo había sido seccionado de un sablazo.


Rodolfo se batió con sus asesinos, resguardándose tras un mueble para protegerse y sus agresores le rompieron los dedos (Rev. Historia, dic. 82).


Bratfisch, el cochero, que fue enseguida trasladado lejos de Viena, repitió varias veces sin dar detalles: «No es como se cuenta. No fue suicidio».


El embajador de Alemania por aquel entonces informó a Bismarck el 9 de febrero de 1889: «Las heridas no están en los lugares indicados oficialmente. El cuerpo está cubierto de otras heridas. El revólver que se encontró cerca del lecho del Kronprinz, tipo Bulldog, no le pertenecía y los 6 cartuchos habían sido disparados».


¿Hubo más muertos en Mayerling? ¿Alguno de los atacantes murió en la lucha? ¿O quedó gravemente herido? Nuevo misterio.


El 7 de julio de 1959, las pompas fúnebres de Baden procedieron a la exhumación del cuerpo de María Vetsera en presencia de un médico forense, dos monjes de la Abadía de Heiligenkreuz y el señor Baltazzi Jr descendiente de uno de los tíos de María Vetsera.


Se pudo comprobar que el cráneo presentaba un orificio oval de 7 cm, no habiendo orificio de salida (!). Todo está en contradicción con lo que se dijo en 1889.


Además, ¿qué se hizo con los proyectiles que sin duda la policía tuvo que obtener y las comprobaciones con las armas que se dispararon?


La emperatriz Zita afirma en sus declaraciones que los asesinos venían «en parte» del extranjero.


María Vetsera murió por lo tanto accidentalmente por encontrarse junto a Rodolfo, lo que descarta la hipótesis del suicidio al estilo «Romeo-Julieta».


El príncipe de Gales escribió a la reina Victoria el 12 de febrero de 1889: «Me decís que ese pobre Rodolfo y esa desgraciada joven han sido asesinados». Por su parte el rey Leopoldo II de Bélgica, suegro de Rodolfo, escribió a su hermano una carta en estos términos: «El suicidio y la locura son los únicos medios de evitar un escándalo inolvidable cuyos detalles no puedo confiar en esta carta, pero que os contaré en todos sus detalles el sábado. Vuestro hermano. Leopoldo».


Esta carta, según refiere en su libro Jean des Cars, (1983), fue encontrada en 1942 entre los papeles personales del difunto Paul Hymans, ministro de Asuntos Exteriores de Bélgica.


La emperatriz Zita, en noviembre de 1983, en una conversación con el historiador austriaco, Eric Feigl, publicada en el Kronen Zeitung de Viena, afirma rotundamente que el asesino del archiduque Rodolfo fue «Georges Clemenceau».


Uno de los agentes de éste, Cornelius Hertz, del diario La Justicia intentó ganar al archiduque para su causa, que era hacer de Austria-Hungría un aliado en una guerra contra Prusia.


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NotaPublicado: 23 May 2008 01:34 
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La fórmula era derrocar a Francisco José y colocar en el trono a Rodolfo. Esto también ayudaría a Clemenceau a encontrar los fondos necesarios para hacer frente a las consecuencias financieras del «escándalo de Panamá». Rodolfo rechazó la proposición y por ello se convirtió en «el hombre que sabía demasiado», motivo por el que fue asesinado.


Una carta de Georges Clemenceau de 6 de septiembre de 1867, después de la ejecución de otro Habsburgo, el emperador Maximiliano en Méjico dice: «A todos esos emperadores, reyes, archiduques y príncipes... yo los odio, con un odio sin piedad, como se odiaba en el 93, cuando se llamaba a ese imbécil de Luis XVI "execrable tirano": Entre nosotros y esa gente, hay una guerra a muerte...» La hipótesis del doble suicidio por amor imposible se va diluyendo para dar paso a una más precisa: la del asesinato político.


Es estremecedor contemplar el reconstruído pabellón de caza. Estuve una tarde entera tomando apuntes, hablé con las Madres Carmelitas, que por supuesto no saben nada. Pero pude imaginarme el drama que tuvo lugar allí mismo en el que tantos personajes se vieron envueltos. Me pareció oir el chocar de sables, los disparos que acabaron con la pareja de enamorados, estuve más tarde recorriendo Hailigenkreuz, me patrecía ver a la infeliz y hermosa María Vétsera en un coche de caballos, ya cadáver y con un bastón colocado en la espalda para sostenerla, en aquellos helados bosques y como todos los grandes magnicidios éste no podía ser una excepción, así que quedó envuelto en una cortina de misterio en el que la dama blanca de los Habsburgo ronda por aquellos lugares como la única conocedora de la verdad.


Siempre quedará la incógnita, la duda de si en Mayerling hubo un suicidio a dos por amor que es el lado romántico o si hubo asesinos y asesinados como resultado de un crimen político guardado celosamente como un secreto de Estado.


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NotaPublicado: 23 May 2008 20:04 
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Es un tema formidable, Cheque. Mi felicitación por haber tenido el valor de abrirlo presentando los hechos, aunque veo que lo haces dentro de la teoría de la conspiración extranjera que habría derivado quizá en el asesinato de Rudolf y, accidentalmente, de Mary Vetsera ;)

Lo cierto es que el caso Mayerling sigue siendo objeto de apasionados debates. Parto de la base de que aquí se trata de pronunciarse sobre lo que sabemos a día de hoy, partiendo de las investigaciones que han realizado los historiadores y biógrafos. Lógicamente, si apareciesen documentos nuevos o pruebas ocultas desconocidas hasta el presente, podría variar esa visión de conjunto.

Daré mi opinión: fue un suicidio. Un suicidio por amor...sólo en el caso de Mary. En el caso de Rudolf, con motivaciones diferentes, bastante más complejas. Luego, más tarde, argumentaré mi posición ;)


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NotaPublicado: 24 May 2008 12:03 
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Tumba de Mary von Vetsera en Heiligenkreutz.

Allá vamos...

Rudolf llevaba ya mucho tiempo coqueteando con la idea de la muerte, probablemente porque no veía ninguna salida al atolladero en el que se había convertido su vida. El príncipe Rudolf que tomó el camino hacia el pabellón de caza de Mayerling tenía apenas treinta años y cinco meses de edad. En cualquier hombre, se trata de una edad espléndida, en el punto álgido de una juventud que se va asentando como prólogo a una plena madurez. Pero ni siquiera necesitamos echar mano de los testimonios de los coetáneos, sino que basta con revisar las fotos, para darnos cuenta de que el pobre se había deteriorado extraordinariamente.

Rudolf había sido un niño de salud delicada, hipersensitivo y muy nervioso. Que le pusieran bajo la tutela de Gondrecourt, que debía "robustecerle" a cualquier precio, fue un terrible error. Para cuando Gondrecourt fue relevado, sustituído por el amable y cuidadoso Latour, el niño se recobró en gran medida, pero nunca completamente. Los traumas infantiles dejaron su huella. Puede que Latour le proporcionase una formación excelente, animándole a desarrollar al máximo su capacidad intelectual para que adquiriese una pasmosa amplitud de conocimientos: las ciencias naturales se convirtieron en su pasión y, de forma autodidacta, lo que tiene un mérito enorme, se transformó en un reputado ornitólogo. Pero incluso eso causaría graves problemas a Rudolf. Por un lado vió frustradas muchas de sus expectativas, como la de acudir a la Universidad (no le valió de nada invocar el ejemplo de su tío materno Karl Theodor, médico oftalmólogo, ni del príncipe heredero de Prusia, Wilhelm, alumno en la universidad de Bonn). Por otro lado, la educación de tinte burgués y profundamente liberal que brindó Latour a Rudolf hizo de éste un "outsider" en la corte vienesa, tradicional, conservadora, aristocrática, con un fuerte componente militar.

Rudolf nunca tuvo, encima, puntos de apoyo. Su padre mostraba una actitud distante en el plano emocional, combinada con una gran exigencia respecto a su único hijo varón y heredero. Su madre, a la que él idolatraba, estaba ausente por lo general y poco caso le hacía cuando se cruzaban, brevemente, sus caminos. De sus dos hermanas, Rudolf sólo estaba unido a una de ellas, Gisela. Pero Gisela se casó con dieciséis años, marchándose a vivir a Baviera. La boda de Rudolf con Stephanie podría haber supuesto una diferencia, de haber podido conciliar ambos sus caracteres, sus aspiraciones y sus expectativas. Pero Stephanie no tenía ni el menor parecido con el tipo de esposa que hubiese podido representar un baluarte afectivo y un respaldo claro para Rudolf.

Aún así, los problemas surgieron a medida que el príncipe se involucraba más y más en una lucha clandestina contra el orden establecido, mientras que, por otro lado, aumentaba la disipación en su vida privada. Las visitas a los burdeles le contagiaron una serie de enfermedades venéreas, que encima contagió a su esposa, dejándola incapaz de tener más hijos cuando resultaba tan necesario que los engendrasen porque hasta ese momento sólo habían logrado una niña -excluída, en virtud de su sexo, del orden de sucesión-. El tratamiento a base de mercurio que se empleaba con las enfermedades venéreas dejó a Rudolf hecho unos zorros. Se agudizó la inestabilidad, la tendencia a la depresión; para combatir los dolores le recetaban morfina, pero acabó convirtiéndose en morfinómano y cada vez bebía más. En resumen: hacia el año 1887, Rudolf era un tipo acabado, que sabía que tardaría años en suceder a su padre y poder acometer reformas que él consideraba urgentísimas, por lo que no veía una línea de acción a seguir excepto seguir rumiando su decepción y su amargura; que no tenía apenas relación con su familia immediata ni con su esposa; que dependía del alcohol y las drogas, lo que aumentaban el deterioro.

Nunca he creído que estuviese enamorado de Mary von Vetsera. Ella sí lo estaba de él, con esa clase de enamoramiento que roza la dependencia emocional no sólo hacia un hombre concreto, sino hacia una idea romántica que se sacraliza por completo. La pobre muchacha se sentía una privilegiada por haber logrado un lugar en la vida privada del príncipe heredero del trono imperial, un individuo tan complejo y por eso mismo tan atrayente a sus ojos. En cuanto a Rudolf, vió en la adoración sin límites de Mary una tabla a la que podía agarrarse. Ella le acompañaría incluso a la muerte, algo que habían declinado otras. Aunque parezca mentira, Rudolf había propuesto un pacto de suicidio a su mujer, Stephanie, según ella relataría en sus memorias. También lo había propuesto a su amante favorita, la cortesana Mizzi Caspar, quien, preocupadísima, había informado al jefe de la policia imperial. Ni Stephanie ni Mizzi estaban dispuestas a renunciar a sus vidas para amortiguar con sus presencias el miedo a la muerte de Rudolf. En cambio, Mary estuvo dispuesta.

No veo nada incoherente ni críptico en las cartas de Rudolf. Lo único para mí revelador es que no tuviese suficiente valor para escribir a la persona de la familia a quien quería y que le quería: su hermana Gisela. Rudolf no tenía suficiente entereza para dirigirse por última vez a Gisela. En cambio, se dirigió a Franz Joseph, a Elisabeth, a Valerie y a Stephanie. Las cartas siguen la misma pauta: él no es digno de vivir, por lo que debe morir, incluso a su pesar; así ellos se verán libres de su insoportable presencia, de la vergüenza que puede acarrearles. Es un mensaje coherente con la situación personal del heredero en esa época, dirigido a las personas que le habían lastimado y a las que, en cierto sentido, lastimaba a través de esa despedida escrita. En cambio, se evitó la carta que de verdad le hubiese obligado a vaciar sus sentimientos en el papel, la carta que nunca recibiría Gisela.


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NotaPublicado: 27 May 2008 01:50 
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Minnie, me olvide de aclarar que es un articulo que copiue de una pagina web.....
perdonnnnnn
la idea no es robar el trabajo a otro, si no ponerlo en un ambito donde haya gent que le interece.
buenicima la foto, leo lo que escribiste y comento, solo que queria aclarar esto


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