Foro DINASTÍAS | La Realeza a Través de los Siglos.

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 Asunto: Re: Roma ab urbe condita
NotaPublicado: 06 Oct 2016 18:47 
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Hoy he visitado una exposición de la Asociación Asturiana de Modelismo Naval y entre naos, destructores, galeones y barcos de salvamento modernos, no esperaba encontrarme esto :love: :love: :love:

Un birreme romano (dos hileras de remos), hecho a escala y totalmente fiel a uno de verdad

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La expresión suprema de la belleza es la sencillez.
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 Asunto: Re: Roma ab urbe condita
NotaPublicado: 21 Oct 2016 15:25 
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Servio Tulio reinó más o menos entre el 578 a. C. y el 534 a. C. Es el único de los reyes etruscos al que los historiadores posteriores no pudieron criticar: el tipo llevó a cabo un gobierno ilustrado con reformas importantes en lo político y lo social, tanto que se le ha considerado el segundo fundador de Roma. Además creó el censo, la reforma del ejército y la ampliación de los límites de la ciudad. Desde luego, es más conocido por construir las llamadas “murallas servianas”, que con una longitud de unos 11 kilómetros abarcaban 427 hectáreas e incluían las siete colinas tradicionales. Sin embargo, los estudios arqueológicos indican que estas murallas corresponden al siglo IV a. C. y fueron construidas con piedra procedente de las canteras de Grotta Oscura situadas en territorio de Veyes, ciudad que fue conquistada por los romanos en el año 396 a. C, o sea, mucho después de la muerte de Servio. Puede que lo que se deba atribuir a este monarca sea el agger, un terraplén que defendía la zona más vulnerable, la que unía el Quirinal y el Viminal con el Esquilino.

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Probablemente la más importante de las reformas atribuidas a Servio Tulio, por sus implicaciones políticas y porque es la base de la reorganización del ejército romano, es la que se refiere a la organización de la población. La vieja división en 30 curias se había quedado obsoleta. La población de Roma en estas fechas bien podía ser de más de 100.000 habitantes asentados en la orilla izquierda del Tíber pero, de esa masa, sólo los inscritos en los comicios tenían voz y voto quedando excluidos entre la plebe los más grandes comerciantes, industriales y banqueros. O sea, lo que ponían la pasta para hacer la guerra y las grandes obras públicas que solucionaban la papeleta a una ciudad cada vez más masificada. No estaban contentos y exigían compensaciones a cambio.

Como primera medida, Servio hizo ciudadanos a todos los libertinos, los hijos de los esclavos liberados llamados libertos. Es decir, es ciudadana la primera generación nacida en libertad de un antiguo esclavo manumitido, no el propio ex-esclavo. Eran muchos miles de personas que desde ese momento se convirtieron en fans de la monarquía y de Tulio en particular.

En segundo lugar, abolió las 30 curias e instauró 5 clases diferenciadas por patrimonio (para eso creó el censo, para saber cuánto parné tenía cada cual), no por el barrio en el que vivían como antes: los de 1ª clase poseían como mínimo 100.000 ases de oro, los de 5ª clase menos de 12.500 ases. Básicamente, dividió a la población entre aquellos que tenían dinero para equiparse y formar parte del ejército y los que no. ¿Dónde está el truco? Veréis: antes con las curias la cosa estaba clara, un hombre = un voto. Todos valen lo mismo. En cambio ahora se vota por centurias, es decir, cada grupo de 100 hombres emite un voto común. ¿Qué más da, diréis, ir a votar 20.000 personas uno por uno, que ponerse de cuerdo cada 100 en un voto común, enviar al representante de la centuria a la urna, y al final contar sólo 200 votos? Menos lío organizativo. Efectivamente, daría lo mismo si todas las clases tuviesen el mismo número de centurias… pero no lo tienen. La 1ª clase, los obscenamente ricos de verdad, estaban divididos en 98 centurias mientras que los de la 4ª, la 3º, la 2ª y la 1ª, todos juntos sumados, sólo tenían 95. O sea, que bastaba con que los muy ricos se pusiesen de acuerdo para que tuviesen mayoría y el resto, aún coaligados, nunca lograrían alcanzarlos.

¿Cómo es posible que los romanos “de toda la vida” tragasen con esa suma si salían perdiendo? Pues porque no podían hacer otra cosa. El régimen de Servio da el monopolio del poder a la gran industria mientras que los senadores, campesinos al fin y al cabo, tenían mucho menos dinero y encima el pueblo llano lo apoya incondicionalmente ya que le ha dado empleo, salario y ciudadanía (que no les sirve de mucho porque la mayoría forman parte de las clases inferiores, pero oye, tienen su carné de identidad romano y ya es más de lo que los senadores les han dado nunca) Así que Tulio se hizo con una guardia armada que lo protegía, se puso su diadema de oro, se sentó en su trono de marfil y contrató un mayordomo al que había que solicitar audiencia previa si querías hablar con el rey. Y esperar tu turno en la antesala, como todos, seas senador o seas mendigo.

Por supuesto la nueva organización social también afectaba a la forma de reclutar al ejército: 60 centurias de infantería a las que habría que añadirle las 6 centurias de caballería, o sea, el doble de lo que había antes: 6.600 hombres, unas dimensiones que en esa época convertirían a Roma en la principal potencia de Italia central. El ejército así reformado por Servio Tulio seguiría el modelo hoplítico heredado de los griegos, de forma que los de clase alta serían aquellos ciudadanos con capacidad económica para equiparse como hoplitas: la armadura pesada y el escudo redondo.

El caso es que un rey con guardia propia, al que los plebeyos apoyaban y en cuyo palacio uno no podía entrar como César por su casa, es difícil de eliminar. Por eso recurrieron a “alguien de dentro”, a su yerno Lucio Tarquinio, que era nieto del anterior Tarquinio Prisco, casado con Tulia, hija de Servio. Primero lo intentó por las buenas, acusando a su suegro de abuso de poder, pero los comicios centuriados volvieron a confirmarle como rey por aclamación con lo que no quedaba más solución que el puñal… o el empujarlo por las escaleras del foro hasta dejarlo seco, según dice la tradición. También cuentan que su hija Tulia le pasó por encima con su carro sin dirigir ni una mirada al cadáver de su padre, la muy pájara. En cualquier caso, los senadores exhalaron un suspiro de alivio que les iba a durar bien poco puesto que pasaron de la sartén al fuego. Lucio Tarquinio se sentó en el trono de marfil sin pedir permiso y resultó ser más tiránico de lo que nunca fue su predecesor.

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 Asunto: Re: Roma ab urbe condita
NotaPublicado: 21 Oct 2016 16:54 
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Lucio Tarquinio el Soberbio, el apodo ya lo dice todo, reinó entre 534 a. C. y 509 a. C. Séptimo y último de los monarcas de la urbe, fue un déspota modelo aunque probablemente no tan malo como las crónicas cuentan. Fue un rey belicoso que se pasó la vida ganando guerras y conquistando Etruria y sus colonias meridionales hasta Gaeta, de esta forma, Roma se convirtió en la potencia hegemónica del mar Tirreno. El botín de la conquista de Pomecia le sirvió para financiar la construcción del templo de Júpiter Capitolino, luego consagrado en los primeros días de la república por uno de sus cónsules, Marco Horacio Pulvilo, cuyo nombre quizá estuviera inscrito en la parte superior del pórtico atribuyéndose un mérito que no era suyo. Más adelante Sila lo reconstruyó en mármol después de un incendio en el año 83 a.C durante el que también ardieron los Libros Sibilinos. La historia narra que la sibila se presentó ante Tarquinio como una mujer muy anciana y le ofreció nueve libros proféticos a un precio extremadamente alto. El rey se negó pensando en conseguirlos más baratos y entonces la sibila destruyó tres de los libros. A continuación le ofreció los seis restantes al mismo precio que al principio; Tarquinio se negó de nuevo y ella destruyó otros tres. Ante el temor de que desaparecieran todos, el rey aceptó comprar los tres últimos pero pagó por ellos el precio que la sibila había pedido por los nueve. Los libros fueron guardados en el Templo de Júpiter Capitolino y eran consultados en situaciones de crisis, cuando las ideas estaban agotadas y nadie sabía qué hacer.

En fin, tantas conquistas en el exterior sirvieron a Lucio para tapar su debilidad interna ya que los romanos no le tenían ninguna simpatía, quizá porque subió al trono sobre el cadáver de un rey generoso y popular. Un día, se dice, estaba el rey en plena campaña bélica junto a su hijo Sexto Tarquinio y su sobrino Lucio Tarquinio Colatino (llamado así porque su padre había sido gobernador de una ciudad llamada Collata). El caso es que, en la tienda del monarca, después de una buena cena y unas copas de vino, comenzaron a discutir sobre la virtud de sus respectivas esposas. Cada uno de los primos aseguraba que la suya era la única honesta y que la del otro le ponía los cuernos; se cruzaron pullas, las monedas tintinearon en las bolsas y se estableció una apuesta. Ambos jóvenes se lanzaron a caballo hacia Roma para pillar a sus legítimas infraganti: descubrieron a la esposa de Sexto, cuyo nombre no nos ha llegado, consolando su soledad banqueteando con amigos y dejándose cortejar, en cambio, la esposa de Colatino llamada Lucrecia, hija del senador Espurio Lucrecio Tricipitino, esperaba la vuelta de su marido en su telar, tejiéndole una toga nueva.

Colatino se embolsó la apuesta y volvió al campo de batalla dando el asunto por zanjado. Sexto, mortificado por la vergüenza a la que su mujer lo había sometido y buscando un desquite, se dedicó a seducir a la pobre Lucrecia hasta que al final, con violencia y astucia, venció su resistencia (se cuenta que, aprovechando la oscuridad de la noche, se introdujo en la habitación de Lucrecia y la violó, sin que ella se resistiese ni gritara, creyéndole su marido) La muchacha, ultrajada, confesó el hecho ante su padre y su marido para, acto seguido, suicidarse con un cuchillo.

De todas las obras de arte que reflejan el suceso, y han sido muchas a lo largo de la historia, mi favorita es la de Damia Campeny

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Lucrecia siempre me ha parecido tonta del bote. Si has sido engañada y violada, la deshonra no es tuya sino del capullo que ha cometido el crimen. Su caso parece el de muchas pobres mujeres de estados islámicos que son lapidadas por cometer “adulterio” cuando en realidad han sido forzadas. Cómo se nota que era de familia patricia, antigua y de buena cepa, una etrusca habría cogido el cuchillo y le habría arrancado los higadillos a Sexto en persona. En fin, menos mal que las chicas romanas fueron aprendiendo con el tiempo y algunas se volvieron de armas tomar.

El padre y el reciente viudo de Lucrecia se reunieron consternados con Lucio Junio Bruto. Era éste hijo de una hermana de Tarquinio el Soberbio, o sea primo del violador y del viudo también, y no le tenía mucho cariño a su tío porque había asesinado a su padre. Fue Bruto quien reunió al Senado, les refirió la historia de aquella infamia y propuso destronar al monarca y expulsar a toda su familia de la ciudad… excepto a él, claro. Informado el monarca de que Roma pretendía cerrarle las puertas en las narices, llegó a la ciudad a toda prisa. Mientras tanto, Bruto hizo el camino contrario para sembrar el desorden en las legiones, que decidieron rebelarse y marchar sobre la urbe. EL Soberbio tuvo que huir y exiliarse a Etruria, donde Porsena, gobernador de Clusium, le ofreció hospitalidad.

En Roma proclamaron la República en el año 509 a.C. Habían transcurrido 246 ab urbe condita.

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 Asunto: Re: Roma ab urbe condita
NotaPublicado: 21 Oct 2016 17:33 
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¡Que bueno que retomaste el hilo: Roma y su historia es apasionante!
Mil gracias por compartirla.-


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 Asunto: Re: Roma ab urbe condita
NotaPublicado: 21 Oct 2016 18:27 
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:-D Pues hemos acabado con la monarquía, en vista del éxito supongo que debo seguir con la República

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 Asunto: Re: Roma ab urbe condita
NotaPublicado: 29 Oct 2016 22:25 
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Los romanos saludaron al nuevo régimen con gran entusiasmo, reunidos en un comicio centuriado en el que todos los ciudadanos/soldados proclamaron abolida la monarquía que sólo había traído errores y abusos en los últimos 250 años. Se estableció un Senado permanente y un gobierno encabezado por dos cónsules (en aquel entonces se llamaban pretores, pero es lo mismo), considerando que un hombre no debía ser el único amo de Roma. Los primeros fueron Lucio Junio Bruto, artífice de la revolución, y Lucio Tarquinio Colatino, el viudo de Lucrecia que había sido la excusa para la revolución. No obstante, la primera medida que tomó Junio Bruto como cónsul de Roma fue presionar a Tarquinio Colatino para que abandonara su cargo político basándose en que era un miembro emparentado con la familia etrusca de los Tarquinios… ¡cómo si el mismo no lo fuese! :shock: Colatino se quedó estupefacto cuando Bruto hizo el llamamiento a su renuncia, pero resistió hasta que su suegro sumó su voz a la de los demás. Ante el temor de lo que le pudiera pasar si se negaba a la demanda popular, Colatino renunció al consulado y se exilió en Lanuvium. La razón por la que Bruto se salvó de la misma indignidad es porque, a través de su padre, era miembro de la gens Junia, una de las familias más antiguas y prominentes de la ciudad. De todas formas, no le duró mucho la suerte ya que murió ese mismo año tratando de desmantelar una conspiración auspiciada por el viejo rey en el exilio.

El lugar de Colatino como cónsul fue tomado por Publio Valerio, que pasó a la historia con el apodo de Publícola, “amigo del pueblo”. Según Tito Livio y Plutarco, la familia de Publio era sabina en origen, asentada en Roma en tiempos de Tito Tacio, lo que parece ser confirmado por la Piedra de Sátrico. Esta inscripción en latín arcaico fue hallada en la antigua ciudad sabina de Sátrico y su datación en el 500 a.C. la convierte en una de las inscripciones latinas más antiguas: los amigos de Poplio Valesio (Publio Valerio) erigieron esto en honor de Marte.

El caso es que, tras la muerte de Lucio Junio Bruto, quedó como único cónsul y la gente comenzó a temer que quisiese quedarse con el trono. Para convencer a los romanos de lo contrario, suspendió la construcción de su casa en la parte superior de la colina Velia, dio la orden de reducir el número de fasces pasando de 24 a 12 e hizo aprobar por los comicios una serie de leyes que sentaron las bases de la República: a) condena a muerte de quien quiera que pretenda hacerse con un cargo político sin la aprobación del pueblo, b) un ciudadano condenado a muerte puede recurrir en última instancia a la Asamblea y c) todo ciudadano romano tiene derecho a matar, sin juicio ni nada, a cualquiera que intentase proclamarse rey. Esta última ley olvidaba precisar qué características podían atribuirse a alguien con la ambición de llegar a monarca lo que permitió al Senado, en los años que siguieron, librarse de muchos enemigos incómodos bajo la acusación de aspirar a ser rey… como Julio César.

Inciso: ¿qué son las fasces? El llamado haz de lictores era la unión de unas varas de abedul u olmo atadas de manera ritual con una cinta de cuero rojo formando un cilindro que sujeta un hacha. Así:

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Originalmente era el emblema de poder militar de los reyes etruscos, adoptado igualmente por los monarcas romanos y perviviendo durante la república. Son el símbolo del poder del pueblo, «la unión hace la fuerza», puesto que es más fácil quebrar una vara sola que quebrar un haz, mientras que el hacha representa la justicia implacable sobre la vida y la muerte. Eran portados al hombro por los lictores que acompañaban a los magistrados para mostrar a la gente que el poder venía del pueblo y que, aunque lo delegasen en el cónsul y en otros funcionarios, los ciudadanos continuaban siendo los árbitros. Más tarde Mussolini los volvió a poner de moda y de fasces viene el término fascista, que todo el mundo usa y del que todo el mundo abusa, sin tener ni idea de qué va el concepto. Por el mundo adelante veréis fasces en casi todos los edificios de Tribunales, en la tribuna del congreso de los EE.UU., en el escudo de Francia o en los uniformes de la policía de Suecia y Noruega, países poco sospechosos de ser “fascistas”, sin que nadie se lleve las manos a la cabeza ni clame al cielo, quizá porque son gente culta que reconoce su significado como representación de la justicia.

En fin, como último recurso para calmar los ánimos de los mosqueados con el asunto del querer ser rey, Publícola pidió a Marco Horacio Pulvilo que ocupase el consulado vacante. Ya os lo he mencionado, el tipo aprovechado que se colgó la medalla de inaugurar el templo de Júpiter que en realidad había construido Tarquinio el Soberbio.

Así que la lista de los 5 primeros cónsules romanos en ese primer año de República se queda así: Lucio Junio Bruto, Espurio Lucrecio Tricipitino (el padre de Lucrecia), Lucio Tarquinio Colatino (el viudo de la susodicha), Publio Valerio Publícola y Marco Horacio Pulvio. Es una pregunta típica de examen de historia :cool:

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 Asunto: Re: Roma ab urbe condita
NotaPublicado: 30 Oct 2016 16:38 
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¡Qué placer de lectura! :-)


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 Asunto: Re: Roma ab urbe condita
NotaPublicado: 30 Oct 2016 17:03 
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>:D< Gracias

Las fasces lictorias son tan tan importantes que ellas mismas marcan la caída del Imperio Romano. Cuando Odoacro derroca al último emperador, Rómulo Augústulo en el año 476 tomó la decisión de expedir a Constantinopla las insignias imperiales (las águilas del ejército, que representa el orden, y las fasces lictorias que representan el poder popular y la justicia)

El Senado y el pueblo romano se tomaron con una indiferencia pasmosa el adiós a 800 años de historia y de gloria, vamos que ni se enteraron, el pueblo estaba demasiado ocupado en conseguir el sustento diario y la aristocracia en mantener su ritmo de vida que cada vez se iba más a pique. Este es el verdadero fin de la Roma Imperial, Italia entra en la Edad Media.

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 Asunto: Re: Roma ab urbe condita
NotaPublicado: 03 Ene 2017 21:29 
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Ya que paso por aquí os felicito el Año Nuevo:

Favstvm Annvm Novvm MMDCCLXX Ab Vrbe Condita

Feliz año nuevo 2770 desde la fundación de Roma

Por cierto, hoy se cumplen 1911 años del nacimiento de Marco Tulio Cicerón, el de O tempora! o mores! y "Me tienes hasta el toto, Catilina".

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 Asunto: Re: Roma ab urbe condita
NotaPublicado: 03 Ene 2017 21:49 
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Gracias e igualmente, Iselen Beard. :-*

A ver cuando le metes mano al tema otra vez.


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 Asunto: Re: Roma ab urbe condita
NotaPublicado: 04 Ene 2017 20:27 
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Gracias Iselen, Feliz año :-)


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 Asunto: Re: Roma ab urbe condita
NotaPublicado: 05 Feb 2017 18:47 
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Total, que tenemos a Publícola y a Pulvio como cónsules y a la gente entusiasmada… hasta que deja de estarlo. Porque vamos a ver, en esencia, ¿qué ha cambiado? :-/ ¿Cuál es la ventaja del nuevo sistema consular frente al monárquico? Si en los comicios se sigue votando por clases y los millonarios siempre ganan… ¿qué hay de nuevo? ¿Sabéis cual fue una de las primeras decisiones que tomaron? Revocar las distribuciones de tierras hechas a los pobres por los Tarquinos en las nuevas ciudades conquistadas de forma que los pequeños propietarios se vieron confiscar, de repente, su granja y volvieron a Roma en busca de trabajo. Vano intento, en Roma no hay trabajo porque los cónsules, nombrados por un mísero año, no son capaces de poner en marcha las obras públicas que podrían colocarlos de peones. La nueva República está dominada por el Senado, formado por terratenientes tacaños, a diferencia de la derrochadora Monarquía apoyada por comerciantes e industriales y no esperéis que los senadores tengan ningún interés en multiplicar la categoría de los nuevos ricos, que son sus adversarios naturales.

En resumen, los pobres ciudadanos romanos siguen igual o peor: con hambre y en paro. Los talleres cierran, las calles y casas a medio hacer, contratistas arruinados, bares y prostíbulos cerrados (primero porque nadie gasta y segundo debido al puritanismo tan típico que las repúblicas tratan de difundir al principio), etc. y mientras los propagandistas del nuevo régimen sólo se dedicaban a insistir en los daños perpetrados por los reyes, culpando a la herencia recibida de los males actuales de la ciudad (nada nuevo bajo el sol). Claro que eso cuela con los ignorantes y los ancianos, los jóvenes romanos intelectuales que habían tenido la oportunidad de estudiar en las universidades de ciudades etruscas saben que sin los reyes no habría Circo Máximo, alcantarillado, artesanía, ingeniería de alto nivel, murallas, canales, gladiadores y un largo etcétera. Estos jóvenes, a quienes sus padres habían enviado a licenciarse en Tarquinia, Arezzo o Chiusi, no son patricios, son burgueses. Los patricios se educan en casa para convertirlos en “hombres de carácter”, no en intelectuales. Estos jóvenes por el contrario ejercen profesiones liberales, que precisamente son las más afectadas por el cambio. Estos chicos sobradamente preparados son el origen del descontento que empieza a hacerse notar en la sociedad romana. ¿Veis cómo la Historia se repite? Una y otra y otra vez. :roll:

Y entonces, Tarquino el Soberbio reaparece para liarla parda. Recordaréis que se había exiliado a Clusium bajo la protección de Porsena. Éste, como el resto de los gobernantes de ciudades etruscas, miraba con aprensión los cambios de la nueva Roma. Es cierto que los reyes habían intentado someterlas a su autoridad, hubo ataques y guerras varias, pero en general las ciudades no eran saqueadas sino que se comenzaban fructíferas relaciones comerciales y los ciudadanos de Etruria no eran convertidos en esclavos, sino que podían alcanzar posiciones preeminentes en la propia Roma gracias a la industria. La República significaba la vuelta al poder de latinos y sabinos, zafios y desconfiados, que odiaban a la burguesía etrusca, liberal y progresista, y que destruían las ciudades enemigas hasta los cimientos, violaban mujeres y convertían en esclavos a los niños. Ninguna ciudad etrusca se podía llamar a engaño acerca de cómo la iba a tratar la pendenciera Roma.

Porsena, sagaz hombre político, pensó que era mejor prevenir que lamentar y que podía aprovecharse del caos y el descontento contra el nuevo régimen. Varias ciudades latinas y sabinas degollaron a las guarniciones romanas que las controlaban y se unieron al ejército confederado de las ciudades etruscas comandado por Porsena. Pese a muchos actos heroicos, más bien legendarios por lo inverosímiles que resultan, como Horacio Cocles reteniendo a todo el ejército enemigo mientras sus compatriotas destruían el puente sobre el Tíber a sus espaldas, la realidad es que Roma perdió esta guerra y se rindió incondicionalmente: devolvió a Porsena todos los territorios etruscos, los latinos consiguieron en parte librarse del yugo de la metrópoli y la que había sido capital de un mini imperio retrocedió hasta ser de nuevo un pequeño distrito. Roma necesitaría un siglo para recuperarse de la catástrofe.

Quien bien se jorobó fue Tarquino, quien nunca recuperó el trono pese a que se las prometía muy felices y ya tenía las maletas hechas. ¿Por qué? Una vez más el listo de Porsena se dio cuenta de que si su protegido recuperaba el poder, la ciudad se alzaría de nuevo y volvería a reconquistar Etruria. Y eso no le gustaba porque cada ciudad prefería permanecer independiente y administrar su autonomía por lo que pasar a ser provincia romana no entraba en sus planes. Con todo lo inteligente que era Porsena, no comprendía las ambiciones de Tarquino, y Etruria lo pagó caro al final. Al gobernador de Clusium le había costado un huevo y parte del otro ponerlos a todos de acuerdo y que le cediesen un ejército confederado para hacer frente a la amenaza real que era Roma y, en cuanto ganó, cada uno volvió a su casa y a sus cosas. No entendía, como Tarquino, que la unión hace la fuerza y que los griegos por el sur y los galos por el norte se perfilaban como una amenaza. Las ciudades etruscas preferían tener que vérselas con una Roma republicana en dificultades en vez de con una Roma monárquica que los conquistase y los uniese a todos. Y así, como os he dicho antes, prefirieron morir por separado a vivir juntas.

Pero para eso aún falta un tiempo. Después de dos siglos y medio de hegemonía sobre la Italia central, Roma necesitará otro más para espabilarse de nuevo. Por mucho que los historiadores clásicos tratasen de desacreditar el periodo monárquico e insistiesen en que la grandeza de la urbe viene del momento en que se expulsó al Soberbio, la realidad es que Roma ya había sido grande antes y, gracias precisamente a los reyes, volvería a ser poderosa de nuevo. Los austeros magistrados republicanos asentaron sus posaderas en una ciudad que ya había sido bien organizada, tanto urbanística como administrativamente, con una población cosmopolita y llena de recursos, una élite de ingenieros, un ejército experimentado, una religión codificada y una diplomacia bien entrenada. Y bien que la necesitaron porque Roma tuvo que hacer concesiones: un tratado con Cartago para tener la mar en paz, a cambio de renunciar a sus pretensiones sobre Córcega y Cerdeña, y otro con la Liga latina para tener las fronteras terrestres en calma. Ese fue más duro: quedaron dueños de unas míseras 500 millas cuadradas y con el mismo estatus que las demás ciudades latinas “mientras la posición del cielo y de la tierra siga siendo la misma”. La posición del cielo y de la tierra no había cambiado en nada cuando un siglo después la República no dejó a las ciudades latinas ni los ojos para llorar su desgracia, pero las gentes de Veyes y otros sitios no estaban en condición de quejarse.

La colina del Capitolio con el foro de época republicana

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