Monasterio de San Juan de la Peña
El monasterio de San Juan de la Peña –el “viejo”–, se encuentra situado bajo un enorme roquedo en una zona protegida declarada Monumento Natural. Este interesante monumento, joya del románico aragonés, panteón real y cuna de leyendas, entre las que destaca la del Santo Grial, es un lugar emblemático para los aragoneses.
Fue en torno al año 1025, cuando Sancho el Mayor de Navarra, fundó sobre los restos de anteriores templos, un nuevo centro al que los reyes aragoneses, se vincularon de forma especial y lo convirtieron en uno de los centros religiosos más significativos del reino.
Así, además del fundador, realizaron frecuentes visitas al monasterio, Ramiro I, Sancho Ramírez y Pedro I, que al morir, recibieron sepultura en este lugar. Se convirtió de este
modo en panteón de los reyes de Aragón, y tras ellos muchos otros nobles lo eligieron, también, para ser allí enterrados.
La comunidad religiosa crecía, y eso hacía aumentar las edificaciones. Por eso, desde el punto de vista artístico, el viejo monasterio de San Juan de la Peña es la suma de diferentes construcciones, levantadas a diferentes niveles en diferentes momentos. La mayor parte del edificio data de los siglos X, XI y XII.
Pero el lugar más antiguo del edificio es la iglesia Baja, de estilo mozárabe. Un pequeño espacio de dos naves, cubiertas con bóvedas de cañón. Las bóvedas de los ábsides, conservan fragmentos de frescos románicos del XII. Pero, sin duda, uno de los atractivos del monasterio es el panteón de Nobles, en el que se distinguen dos filas de nichos, con adornos del típico ajedrezado jaqués de la época. La última persona sepultada fue el conde de Aranda y hoy en día, en la Sala de Concilios, se puede contemplar una reproducción de su figura.
Continua.
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