Recientemente, estuve leyendo algunas historias interesantes sobre la niñez de Alice. Recuerdo una anécdota muy graciosa, relatada por su madre, Victoria Milford-Haven, una mujer con el mérito de caerme cada día un poco mejor. Victoria Milford-Haven contaba que su abuela materna, la gran reina Victoria, no siempre tenía la adecuada dosis de empatía y comprensión hacia los pequeños de la familia. Cuando la pequeña Alice rondaba los cuatro años, su bisabuela Victoria Regina le tendió la mano para que la besase. Pero Alice, sencillamente, rehusó cumplimentar de tal manera a la anciana, que no se acordó en aquel momento de que muchos de sus nietos y bisnietos habían hecho lo mismo a corta edad, por no entender la necesidad de homenajearla en debida forma. Enojada, Victoria golpeó una mano de Alice mientras exclamaba en tono de reprimenda: "Naughty child!". Sin amilanarse, Alice golpeó la mano con la que la reina había golpeado su manita y exclamó: "Naughty Grandmama!". Victoria Milford-Haven se apresuró en retirar de escena a su pequeña, para evitar que la atónita reina Victoria tomase represalias, jejeje.
Adicionalmente, Alice coincidió mucho durante su niñez, en los períodos vividos en Malta, con los hijos de los duques de Edimburgo. Los Edimburgo vivían en un entorno bastante lujoso, San Antonio. Los Battenberg residían en un entorno mucho más sobrio, en una pequeña casa que hacía esquina de Molino Avento. Pero Alice se trataba a menudo con sus primos Edimburgo. Baby Bee advirtió enseguida, en tono crítico, que Alice era una glotona. Según Baby Bee, no comía pan con mantequilla, sino mantequilla con pan. Durante toda su vida, Alice tuvo el vicio de la glotonería, jejeje.
Lo que me llamó la atención fue que el biógrafo de Alice, Vickers, resalta mucho el especial vínculo sentimental entre Alice y su abuela paterna, Julia Hauke, con quien la criatura pasó bastante tiempo en Heiligenberg. Vickers describe a Julia como una mujer extraordinariamente culta, que podía expresarse en alemán, ruso, polaco o francés, pero que también leía a Shakespeare en inglés y a Dante en italiano. Según Vickers, los últimos años de Julia estuvieron marcados por dos penas: la causada por la muerte, a consecuencia de un cáncer, de su esposo Alexander de Hesse, y la provocada por el matrimonio morganático de un hijo al que adoraba, Sandro de Bulgaria, con Johanna Loisinger. Julia estaba absolutamente devastada por la boda morganática de Sandro con Johanna...ella, que había sido la mujer morganática de un príncipe de Hesse. No quiso volver a ver a Sandro. Nunca cambió de opinión, ni siquiera cuando supo que la reina Victoria había recibido a Johanna y la consideraba una mujercita muy agradable.
El caso es que, según Vickers, el tener que encargarse durante algunas temporadas de su nieta Alice fue una bendición para Julia. Marie Erbach, la única hija de Julia, parece haber estado también muy pendiente de la madre, aunque en esa época a Marie le tocaba hacerse cargo de su hijo Maxi, que era subnormal y moriría en la infancia, casi coincidiendo con la muerte del gran duque Louis IV y el ascenso de Ernie.