Minnie escribió:
Aunque ya os advierto, de entrada, que pienso arrancar el tema a partir de esta mujer:

A ver...estábamos en la dama de rosa con perrito en el regazo.
Sophie Frederike de Mecklenburg-Schwerin.
Llegó a Dinamarca en el otoño de 1774, con apenas dieciséis años de edad. Se había decidido que ella sería la esposa del príncipe Frederik, de dieciocho años, quien, al menos nominalmente, ejercía la regencia del país tras el golpe palaciego que había desposeído de poder al rey Christian VII. Christian VII, medio hermano de Frederik, adolecía de un amplio surtido de enfermedades mentales entre las que se contaba, probablemente, una acusada esquizofrenia. Su insania le había puesto totalmente en manos de su médico de confianza, Struensee, que, además de convertirse en el valido del monarca, se acostaba con la esposa de éste, Caroline Mathilde, nacida princesa de Gran Bretaña e Irlanda.
Había estallado un gran escándalo en Dinamarca, rápidamente utilizado por la reina viuda del difunto Frederik V, la inteligente y ambiciosa Juliana Marie. Un golpe palaciego había producido el siguiente resultado:
1.-Christian VII se vió privado de poder, felizmente confinado en sus aposentos de palacio, para que su medio hermano Frederik asumiese la regencia durante la minoría de edad del único hijo varón del rey insano, otro Frederik.
2.-Caroline Mathilde había sido apresada, al igual que su amante Struensee. Struensee sufrió tortura antes de ser decapitado. Caroline Mathilde, de la que no querían hacerse cargo los ingleses, abochornados por la situación que ella había creado, acabó encerrada de por vida en la fortaleza de Celle, en Hanover.
Eso significó que Juliana Marie se hizo con el poder. En teoría, era su queridísimo hijo Frederik el regente de Dinamarca. En teoría, claro. Porque, en la práctica, resultaba que Frederik no sólo no era ninguna lumbrera, sino que, al parecer, sumaba a su debilidad física cierto retraso mental. No le aquejaba el surtido de enfermedades mentales que acarreaba su medio hermano Christian VII, pero tampoco estaba en situación de gobernar. Juliana Marie se hizo cargo de todo, mientras su hijo Frederik servía para cubrir las apariencias. Los dos pequeños hijos de la desdichada Caroline Mathilde, la adúltera exiliada a una fortaleza germánica, crecían sometidos también a la tutela de Juliana Marie.
Y, evidentemente, Juliana Marie no tardó en apañar un casorio apropiado para su Frederik. La elegida fue nuestra Sophie Friederke.
Os podéis imaginar que Sophie Friederke no encontró una corte nada fácil en Coppenhague. Se trataba de una muchacha muy bonita, de carácter alegre, dispuesta a divertirse todo lo que pudiese y más en su nueva posición. Estaba claro que no pensaba rivalizar por el poder con su enérgica y resuelta suegra Juliana Marie, con la que intentó llevarse razonablemente bien desde el principio. Formaba parte de la naturaleza risueña y afable de Sophie Friederike entenderse con los que la rodeaban, incluso su marido, tan decepcionante en conjunto. Pese a que, según un coetáneo, Frederik era igual que tener madera mojada cuando se necesita encender una hoguera rápidamente, Sophie Friederke se las apañaría para entablar una relación bastante amistosa con él.
¿La clave de su amistad? Ninguno se entrometía en la vida del otro. En cierto
modo, resulta muy chocante el hecho de que Juliana Marie, que había utilizado el flagrante adulterio de Carolina Mathilde para quitarse de enmedio a la esposa de su hijastro, optase por mirar hacia otro lado ante el peculiar matrimonio de su hijo con su nuera. Frederik tenía una amante: Caja Hviid, una de las damas de compañía de Sophie Frederike. Y Sophie Frederike acabó encontrando un amante: Frederik von Blücher, un bizarro militar que servía como ayudante de campo a su marido.
Era una situación que se prestaba a los comentarios maliciosos. El príncipe se entendía con una dama de la princesa, que a su vez se entendía con el edecán del príncipe. Pero como Frederik y Sophie Frederike llevaban el asunto con una mezcla de naturalidad y discreción, no había realmente un escándalo público en torno a lo que sucedía dentro de palacio. Como poco, podemos maravillarnos de que eso ocurriese sólo unos años después de que el país se hubiese visto consternado por el adulterio de la reina Carolina Mathilde con el valido Struensee.
Otro retrato de Sophie Frederike.
El caso es que Sophie Frederike pasó los primeros diez años de casada sin concebir hijos. La suegra, Juliana Marie, estaba deseosa de nietos y nietas, ya que no consideraba como tales, en realidad, a los hijos de su hijastro Christian (de hecho, sólo el varón, Frederik, tenía por padre biológico al rey loco; la fémina, Louise Auguste, era motejada "la petite Struensee" porque se tenía por cierto que la había engendrado Struensee con la reina Carolina Mathilde). Pero pese a la presión ejercida en ese sentido por Juliana Marie, Sophie Frederike no se quedaba encinta. Según parece, cuando finalmente se embarazó, en la corte, dónde se sabía lo que había, se consideró cierto que el bebé había sido engendrado no por el príncipe Frederik, sino por el edecán Frederik von Blücher. Pero Juliana Marie eligió deliberadamente no plantearse ninguna duda respecto a la filiación de la criatura que llevaba en su útero su nuera Sophie Frederike.
Ese primer bebé fue una niña, bautizada, muy oportunamente, Juliana Marie, en honor a la "abuela". Por desgracia, tuvo una vida efímera: menos de seis meses. Pero se había roto el "maleficio" de la esterilidad de "la pareja principesca". En los años siguientes vendrían al mundo Christian, Juliana Sophie, Louise Charlotte y, finalmente, Frederik Ferdinand. En total, dos varones y dos féminas que no se malograron en la infancia ni en la juventud, sino que alcanzarían la edad adulta...