Aquí os presento a Karoline de Baden:
La suya, que lo sepáis, no fue una tarea fácil. Mejor dicho: no tuvo ninguna dificultad para meterse en el bolsillo a Maximilian Joseph. Él había estado predispuesto, desde el mismo instante en que se le había sugerido la posibilidad de casarse con ella, a convertirse en un marido devoto y fiel. Pero los hijos de Maximilian Joseph, los huérfanos de Augusta Wilhelmina, eran personitas a tener muy en cuenta.
Karoline se encontró con la firme reticencia del mayor, Ludwig. Éste, a los doce años, apenas dispensó a su flamante madrastra una fría cortesía. Había adorado a su madre y seguía añorando a su madre, así que maldita la gracia que le hacía que su padre, tan pragmático, hubiese llevado a casa a una nueva esposa apenas UN AÑO después de la muete de Augusta Wilhelmina. Las dos hermanas menores de Ludwig, Augusta Amalie y Charlotte Augusta, estaban en un brete. Augusta Amalie, a sus casi diez años, también echaba mucho en falta a su madre; de forma natural, buscaba un refugio afectivo en su hermano Ludwig, quien se negaba a transigir con la presencia en sus vidas de Karoline. De carácter cariñoso y conciliador, Augusta Amalie acabaría encontrando muchas cualidades dignas de aprecio en Karoline. Pero hubo por medio un proceso lento de aclimatación mutua entre la madrastra y la hijastra.
Charlotte Augusta, lógicamente, dependía en el plano emocional de Ludwig y de Augusta Amalie. Pero, a sus cinco años, no conservaba una memoria clara de su madre, de quien guardaba memoria más bien gracias a las constantes evocaciones de sus hermanos mayores. Era una niñita tímida y sensible, que no podía dejar de reaccionar positivamente a las gentilezas de Karoline. Karl Theodor, de dos añitos, enseguida consideró a Karoline "una mamá". Para él, no existió en ningún momento un dilema.
El resultado de esto es que Karoline siempre mantendría una relación difícil con Ludwig y amable pero no demasiado estrecha con Augusta Amalie. En cambio, sería muy querida por Charlotte Augusta y Karl Theodor. Es todo un tributo a Karoline que Charlotte Augusta, en una etapa posterior de su vida, eligiese llamarse Caroline Augusta, aunando en su persona el nombre de su madrastra y de su madre biológica. Asimismo, ya adulto, el pequeño Karl Theodor se casaría y tendría descendencia: a su primera hija -muy significativo- la llamó Caroline en honor a su madrastra.
Mientras se las arreglaba con sus hijastros, Karoline se dispuso a tener sus propios retoños. No se quedó embarazada demasiado pronto después de su boda: hasta septiembre de 1799 no dió a luz a su primogénito, un varón que nació muerto para su enorme consternación. Fue un episodio muy duro para ella, que apenas unos meses antes, en febrero de 1799, se había regocijado porque la muerte de su cuñado Karl había hecho de su marido Maximilian Joseph el nuevo duque de Zweibrücken. Por así decirlo, a una cal seguía otra de arena.
Entre finales de 1800 y finales de 1801, Karoline tuvo dos nuevos partos que proporcionaron tres retoños. En octubre de 1800, dió a luz un niño bautizado con la habitual serie de nombres, pero a quien se denominaba, sencillamente, Maximilian o Maxi, en tributo al orgulloso papá. En noviembre de 1801, Karoline se regocijó por el nacimiento de dos niñas gemelas: Elisabeth Luise y Amalie Auguste. Las llamarían Elisa y Amalie.
La muerte prematura, en febrero de 1803, de Maximilian "Maxi", dejó a Karoline ciertamente muy deprimida. Hasta mediados de 1804, no volvió a embarazarse y durante esos meses aguardó en la esperanza de recibir otro niño que reemplazase al principito perdido. Sin embargo, para sorpresa general, llegó al mundo otro par de gemelas: Sophie y Maria Anna, a la que denominarían Marianna. Tres años después, habría una nueva hija: Ludovika. Y en 1810, la familia se cerró con la llegada de otra fémina: Maximiliane, apodada "Ni".
En conjunto, Karoline dió a luz seis veces. Un hijo varón nació muerto y el otro hijo varón murió a temprana edad. Pero de los cuatro partos restantes, obtuvo nada menos que SEIS hijas para añadir a la casa. Todo un alarde de fertilidad por su parte.