Once meses después de la boda que hemos descrito, Louise dió a luz por primera vez. El embarazo se había desarrollado con aparente normalidad, aunque la salud, de por sí frágil, de la duquesa de Fife se hubiese resentido un poco a medida que avanzaba la gestación. Sin embargo, el parto, bastante complicado, derivó en el nacimiento de un niño que recibió un "bautizo de emergencia" antes de morir al cabo de unas horas. Se le llamó Alastair, un bonito nombre gaélico.
Como Louise siempre había sido "debilucha", hubo una enorme preocupación respecto a si lograría sobreponerse a aquel difícil trance. La corte se vió obligada a emitir un extenso boletín, indicando que la hija mayor de los príncipes herederos se encontraba razonablemente bien, dadas las circunstancias, y que se consideraba seguro que evolucionaría positivamente, tanto en el aspecto físico como en el anímico, con el transcurso de los días. La princesa Alexandra sabía lo que representaba perder a un hijo recien nacido: a ella le había sucedido con su benjamín, Alexander John. Por tanto, inmediatamente trató de reconfortar a Louise, que pasaba ahora por la misma situación con su Alastair. Louise estaba afectada, pero prefería no exhibir sus sentimientos, sino que, en su línea, se resguardaba en el silencio. Para Alexandra, en cierto
modo, resultó muy frustrante porque "no lograba salvar esa distancia".
Por tanto, hubo una gran alegría en la familia cuando dos meses después de haber enterrado a Alastair Duff, Louise de Fife se quedó encinta de nuevo. Louise, establecida en East Sheen Lodge, Richmond, aguardó tranquilamente a que se cumpliese su segundo embarazo. Esta vez, el resultado fue una niña. Se trataba de la primera nieta para los príncipes de Gales, Bertie y Alexandra. Y, para honrar a la abuela, se la llamó Alexandra Victoria Alberta Edwina Louise.